La importancia de ir a la moda
Los hombres de la 'generación del 68' cambian el traje azul por el de 'la arruga bella'
INMACULADA GÓMEZ MARDONES, La nueva moda masculina representa para muchos españoles "como si Dios les hubiera venido a visitar" en palabras de Fernando García Tola. "Por ejemplo, a los feos, a los gordos, a la gente con un físico no especialmente grato". Tola no es que se considere uno de ellos, es decir, de los que, siendo feos, la moda les da una apariencia atractiva. No es su caso, si se echa mano a los paneles de audiencia de la televisión, donde su programa -Si yo fuera presidente"-, y su propia figura como conductor, se sitúa entre las emisiones semanales más seductoras.
La forma de su cabeza hay quien la compara con las testas esculpidas que se exhiben en los museos romanos, y cuanto se refiere al resto de su persona responde al paradigma del nuevo hombre español que día.s atrás se ha rasurado la barba y ha dejado atrás las melenas, los vaqueros remendados, el jersei de cuello alto y la trenca para disfrazarse de Adolfo Domínguez.
"Yo creo que hay un componente de rejuvenecimieinto en la generación que rondamos los 40 años. Esa ilusión no existía antes, porque el hombre vestía homogéneamente. Recuerdo que cuando tenía 20 años se nos recibía bien en todos los sitios aunque nos presentáramos de cualquier manera. Ahora es distinto, la moda nos hace atractivos a los feos, a los gordos y a los que rondamos los 40 años". A Tola le preocupa la moda como un fenómeno que afecta a las distintas clases sociales. "También veo que guarda una estrecha relación con el dinero y con la psicología de cada uno. Por eso me gustaría hacer un programa sobre ello, porque me parece un tinglado muy serio. Pero no sé cómo lo haría. Podría hablar de la Cenicienta, de las frustraciones que siente un niño pobre, por ejemplo, cuando pega sus narices frente a un escaparate y ve lo cara que es la ropa que llevan sus compañeros de colegio; o la del funcionario y la del ejecutivo cuyo trabajo les impone un vestuario dentro del cual no se encuentran a gusto...".
La estética de lo cutre
Cualquiera que haya conocido a Tola hace tan sólo una década y contraste su aspecto desaliñado de entonces con el que adopta a veces cuando comparece en pantalla no le identificará como la misma persona. Él atribuye su transformación a la comodidad y a la influencia de las mujeres. Por un lado, a la ausencia de las planchadoras, que antes estaban disponibles para almidonar camisas y estirarlos trajes; por otro, a su compaflera, que, además de tener unos cuantos años menos que él, le asesora y dirige en estos menesteres.
Este auxilio femeníno es un elemento imprescindible en la indumentaria masculina, según confiesan todos los convertidos. Es el caso de Amancio Prada, uno de los incorporados al pelotón de los modemos, que asume el cambio estético como una cuestión sociológica.. "En España hemos pasado de la estética de lo cutre, del desaliño, a una atención mayor por lo cotidiano. Yo, la. verdad, me siento mucho más cómodo y más a gusto, porque, en definitiva, se trata de ir de acuerdo con uno mismo y de sentirse guapo. La belleza es la mejor forma de protesta y de subversión que cabe, y si se manifiesta en la calle, tanto mejor. Ahí está el cambio. Antes los españoles éramos más tristes. Ahora, la gente se preocupa por agradar, por atraer. Por eso es de admirar y alentar la irrupción en el campo del diseño de todos estos nuevos creadores. ¡Ya,va siendo hora de que exportemos otra cosa que naranjas y emigrantes!", dice, en consecuencia, Amancio Prada, recién llegado de París, donde ha vendido a los franceses su nuevo look desde un escenario interpretando a los líricos españoles.
Una forma de disimular la subversión durante la dictadura era la vestimenta. Francisco Virseda, actual director general de Medios de Comunicación Social, utilizaba entonces el atuendo clásico -cuello estirado, chaquetas de cruce ajustadas- para ocultar su condición de militante socialista. "Siempre iba con corbata. Para mí significaba una cierta protección externa contra la policía y me proporcionaba una cierta facilidad de movimientos en las actividades clandestinas que entondes desarrollaba en la facultad de Derecho". Virseda es uno de los hombres mejor vestidos de la Administración, y quizá por ello se muestra en desacuerdo con el célebre dicho español de que "el hombre y el oso, cuanto más feo, más herinoso". "Afortunadamente", dice, "esa tendencia ha ido cambiando y de alguna manera el español se ha vuelto más coqueto, se preocupa un poco más de su arreglo personal. Por otro lado, a mis 32 años sería absurdo que yo me vistiera como don Enrique Tierno". Virseda interpreta el interés de los hombres de su edad y el suyo propio por la moda como un hecho generacional, que atribuye a la vida un sentimiento mucho más lúdico que el de sus antecesores.
Este fenómeno no deja de ser aislado y, por esa razón, destacable, como ponen en evidencia las mujeres, acostumbradas a la monotonía, de la que no escapan los miembros de instituciones como el Congreso de los Diputados o el Senado, donde cualquier excepción resulta, por lo menos, estentórea. Las llamativas camisas de un Alberti o un Ramírez Heredia formaban y forman parte de la rutina de esa uniformidad. Por eso la aparición de Felipe González con gafas o el cambio de montura en las del vicepresidente Guerra constituyeron de por sí noticia impresa con fotografía incluida. Nadie se esperaba, sin embargo, que el discreto portavoz del Grupo Socialista, Javier Sáenz de Cosculluela, o su vecino de escaño, Abel Caballero, aparecieran un día tan modernos.
Cubrir la calva
Cosculluela se enteró de que llevaba un traje de Adolfo Domínguez al sacar la cartera del bolsillo. Al lado iba una etiqueta que así lo indicaba. Hace 20 años ni a él mismo se le podía pasar por la imaginación esa circunstancia, mucho menos que el hecho de ser portavoz del partido del Gobierno. Entonces enseñaba barba y una cabeza cubierta de... pelo. Ahora su prenda preferida son los sombreros, pero no sólo porque sean una excusa para cubrir su calva. Bien es verdad que apenas puede disfrutar de ellos, porque en Madrid resultan muy incómodos para viajar en coche, un vehículo impuesto para quienes desempeñan cargos como el suyo. "Nadie quiere reconocerme que los sombreros me sientan bien, con todo lo que a mí me gustan; ¡qué se le va a hacer!". La cobertura de su calva es lo que más le preocupa, "pero como eso no se vende, ya me he resignado". El resto de su indumentaria recae sobre la responsabilidad exclusiva de su esposa. "Generalmente vamos los dos juntos a unos almacenes o tiendas donde haya mucho surtido, y allí me proveo de trajes de confección bajo su asesoramiento".
El cambio ha sido más ostensible en el diputado gallego Abel Caballero, que ha sustituido las gafas por lentillas y sus americanas convencionales por chaquetas de hombros caídos. Él lo atribuye a su esposa, pero, según el profesor de Historia de la Moda Manuel Marín, estos cambios se deben a la desinhibición, a los nuevos diseñadores y a las expectativas del desarrollo económico.
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