La política agrícola de la CEE y el ingreso de España un peligro para las exportaciones del Magreb
Muchos de los actuales problemas en la política mediterránea vienen de la política agrícola y del desarrollo de la agricultura de la Comunidad Económica Europea. El aumento de la producción de petro-tomates en Holanda en los últimos cuatro años, señalan fuentes comunitarias, equivale a la importación global de tomates de estos países en la CEE. Ligado a la política de precios en la Comunidad, ello ha supuesto que si en 1972 Marruecos exportaba 160.000 toneladas de tomates hacia la CEE, en 1983 ya no eran más que 61.000 toneladas, lo que pone en peligro el futuro de sus exportaciones agrarias.
Los países mediterráneos que tienen suscritos acuerdos con la CEE no quieren más promesas. "Ya están vacunados con lo que ocurrió con el textil", señala un experto comunitario. Pero todo el problema de la definición de una nueva política mediterránea choca con la lucha interna en el Mercado Común entre los países del Norte y los del Sur, formando un auténtico nudo de problemas, un círculo vicioso que sólo puede saltar con la ampliación. "España es la clave", consideran estas fuentes, aunque la solución de la cuestión mediterránea no pase por la corrección del impacto previsible de la ampliación, que no es calculable.Y el sistema de dos etapas que se va a aplicar a, la integración del sector hortofrutícola español no sirve para despejar el panorama del futuro, sino para relegar por cuatro años los problemas planteados. Esto rio sólo lo dicen los países del Magreb, sino incluso se empieza ya a pensar en la propia Comisión Europea, pero quizá demasiado tarde.
España, en sus planteamientos sobre la futura política mediterránea, va más allá de los de los diez. Insiste en que sea una base para el desarrollo de estos países de la cuenca del Mediterráneo, y si para ello la agricultura es un factor importante, este desarrollo sólo vendrá a través de la industria. La reconversión agrícola en estos países, para los productos que compiten con los de la CEE, es muy limitada, según los memorandos presentados. Y los datos cantan también. Así, por ejemplo, Marruecos -que está en un proceso de reconversión de 3.000 hectáreas- sólo dedica un 1,2% de su superficie agrícola útil al cultivo de productos para la exportación (pero, añade Marruecos, procura un 41% de los ingresos por exportación de productos agrícolas y alimentarios y más del 13% del valor total de las exportaciones marroquíes). Hay problemas de irrigación.
En Túnez, un millón de habitantes -uno de cada siete- vive del olivar. Las exportaciones de aceite de oliva le suponen 100 millones de dólares al año. Se ha comprometido a mantener el olivar al nivel de 1980, pero necesita exportar unas 60.000 toneladas de excedente hacia la CEE. Además, la reconversión del olivar es muy dificil, y el arrancar olivos provocaría un muy indeseado éxodo de la población hacia los centros urbanos.
La CEE es el mercado dominante de estos países, y la diversificación es difícil. Aunque el rey de Marruecos ha recordado que "los países mediterráneos están empeñados en la batalla del desarrollo. Este proceso puede frenarse, pero no cerrarse. Se hará con la Comunidad o sin ella, y según la Comunidad sea percibida, como ha sido el caso en el pasado, como un factor positivo, pero que comienza a verse como un obstáculo a este desarrollo".
El rey Hassan II presentó en junio de 1984 una demanda de adhesión de su país a la CEE, demanda que renueva verbalmente cuando las cosas van mal. Y a Marruecos, de señalar que "si la política mediterránea sirviera de pretexto a un debate intracomunitario de lo que está específicamente en juego y extraño a las preocupaciones de los países surmediterráneos..., el devenir de las relaciones entre Marruecos y la Comunidad se plantearía necesariamente en términos nuevos".
Marruecos ha comenzado a diversificar sus exportaciones, entrando especialmente en los mercados de los países del Este y de África. Un 48% de sus exportaciones iban en 1970-1975 hacia la CEE. En 1980-1983 ya era sólo un 27%. "Puede que el porvenir para estos países no esté en las exportaciones agrícolas, pero el presente, sí", señalan expertos comunitarios. En el futuro inmediato, estos países dependen de sus exportaciones agrícolas, pero coinciden con la tesis española de que su futuro está en la industria.
Una empresa política
España considera que la apertura del mercado español será muy importante para estos países -según dice la Comisión Europea-, dado que la demanda es menos sofisticada que la del mercado de los diez, si se superan las deficiencias de la organización de la comercializ ación deficiencias que la CEE podría ayudar a subsanar.
La tesis de Manuel Marín, secretario de Estado para las Relaciones con las Comunidades Europeas, es que España puede aportar a Marruecos, y a otros países del área, estos elementos de comercializ ación y transportes de los que carecen. De hecho, entre 1975 y 1981 las importaciones en España de productos de estos países se han triplicado, fenómeno que podría desarrollarse tras la adhesión.
En el fondo, la política mediterránea debe ser una gran empresa política. Las fuentes comunitarias apuntan a las "compras políticas" que hace la URS S en estos países, -con la carne en Yugoslavia- cuando la relación CEE-Mediterráneo va mal. "El consumo del bloque soviético, con pasar de tres a cuatro naranjas diarias, coparía todo lo que producen los países mediterráneos", señalan dichos expertos.
Fue Lorenzo Natali el que relanzó la política mediterránea. Ahora, en esta función le reemplaza el francés Claude Cheysson, cuyas nuevas aportaciones habrá que esperar. Pero ya señaló el año pasado el entonces comisario encargado del Desarrollo, Edgar Pisani, que de aquí a algunos años los países del área mediterránea aumentarán su dependencia en dos maneras: tendrán que importar más productos necesarios que no producen, y producirán excedentes de otros para los cuales no encontrarán mercados.
Crecimiento demográfico
Pero la situación cobra su verdadera dimensión cuando se entra en los temas de población. Según las proyecciones del Banco Mundial, entre 1982 y el año 2.000 la población de la CEE de los doce habrá aumentado en 13 millones de habitantes. En el mismo período, Marruecos, Túnez y Argelia tendrán 24 millones de habitantes más que ahora, y si se les suma Turquía y Egipto, 61 millones más. Para cuando, según estos cálculos, se estabilicen las poblaciones hacia el año 2025, la CEE de los doce, que contaba 319 millones de habitantes en 1982, tendrá 345 millones. Y a finales de este siglo, un 50% de la población de los países del Magreb tendrá menos de 20 años.
La acción es, pues, inevitable. La emigración de estos países hacia la CEE será imparable, según diversas opiniones comunitarias que consideran que "hay que hacer algo desde ahora". En sus memorandos, estos países insisten en la necesidad de poner fin a las restricciones a la inmigración en la CEE, a la campaña xenófoba, y no seguir una política que obligue a los emigrantes a regresar a sus países de origen.
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