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En busca del autor perdido

Alguien preguntó al director general de Teatro qué es una compañía; otro, qué es un autor. Raro tiempo en que lo obvio se ignora y hay que preguntárselo a un director general. José Manuel Garrido fue invitado especial a una cenatertulia de la Sociedad General de Autores Españoles -se dice la esgae- con gente de teatro y adelantó, con la necesaria vaguedad, un decreto para cambiar la protección al teatro: aún sin terminar. Pero citaba términos y pedíamos aclaraciones.La verdad es que el teatro tiene hoy una riqueza de caminos enorme y una cantidad de figuras de intermediarios que difieren de la dramática sencillez con que se desenvolvía en sus tiempos de primitiva y simple grandeza. Y ha cambiado de manos: ya no es de la burguesía que lo pagaba para verse, ni de los rebeldes que defendían ferozmente el concepto de independientes, ni de los intelectuales que exploraban las vanguardias, sino del Estado, para que él se lo dé a la sociedad.

En todas estas últimas aventuras, en su lucha por defenderse de asaltos de otros medios, en la invención de nuevos circuitos y de fórmulas económicas posibles y en el enjambre de intermediarios que ha proliferado, se ha debilitado la figura del autor. El Estado trata de reanimarla. Favorecerá los proyectos de concertación en los que figuren dos autores españoles. Tratará de ayudar a los vivos y tratará de crearlos si no los hay. Se habló de novísimos y de encargos: a personas que, sin haber escrito nunca teatro, tengan ya una especie de prestigio público paralelo. La fabricación de autores, el estímulo para que acudan al teatro escritores que lo han desdeñado, parece muy estimable.

Dramaturgo con sueldo

El Centro Nacional Nuevas Tendencias Escénicas (CNNTE) se declara ahora dedicado especialmente a los textos, y propone que el autor se incorpore -con sueldo, con voz- a la compañía que presente su obra. En los tiempos de sencillez y grandeza ya ocurría así: el autor recibía un encargo, leía su obra a la compañía y desde ese instante asistía a todos los ensayos. El de ahora, infantil y desorientado, no sabe dramaturgia; antes era el dramaturgo, y ahora el dramaturgo es otro. Tendrá que aprenderla en el CNNTE, con su sueldo. Empleado.

El día antes de la cena-tertulia se reunió el jurado del Calderón de la Barca, lo declaró desierto y reflexionó sobre lo que era un autor novel, para los que está reservado el concurso. Trató de ampliar el concepto: las bases requieren ahora que la obra no haya sido premiada en otro concurso, ni editada, ni estrenada públicamente.

Con los nuevos caminos del teatro, mucha gente ha visto estrenada su obra en algún barrio indiferente de una ciudad que a esa hora ve la televisión, representada en una sala sin posibilidades por un grupo de aficionados inanes, o ha editado unos cuantos ejemplares con el dinero de la cartilla de la abuelita. ¿Puede negársele ya la condición de novel y el acceso a un premio nacional? ¿Es ya un autor?

Todo son incógnitas. La profesión teatral se ha diversificado de tal forma, los intermediarios han proliferado de tal manera, que el nuevo propietario estatal se encuentra con la dificultad de la normativa, según el neologismo, o de la ordenación. Quizá un autor, con su temblor de creación, con su angustia de medium que quiere incorporar el espíritu de una sociedad para que se le aparezca a esa sociedad misma, con su rebeldía, su ímpetu, sea muy difícil de encuadrar en reglamentaciones y en burocracia: tal vez le pase lo mismo al actor y a la compañía.

El director general sólo enunció su decreto sin terminar: sería conveniente que los trámites no llevasen demasiado tiempo, porque hay una profesión en vilo. Comentar sus palabras sería violar una discreción necesaria y una confianza que él depositó en sus interlocutores. Pero sí parece necesario resaltar que en varias ocasiones pronunció la palabra "flexibilidad" ante las preguntas y las dudas. Será flexible para interpretar sus propias normas. Pero ¿qué pasará el día que le sustituya alguien no flexible, o que tenga una versión distinta de la flexibilidad?

Alguien que tiene el poder de definir qué es una compañía y qué es un autor, a fines de hacer posible su creación y su existencia, puede ser enormemente peligroso. Cuando ese poder estaba en manos del público, ya cometía injusticias. Inquieta pensar que en adelante el público pueda ser una sola persona.

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