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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Rafael Alberti y la Embajada de Chile

Poco después de terminada nuestra guerra civil, parece que fue frase de moda un: "¡No me cuente usted su caso!", para evitar la reiteración en los relatos de las peripecias que unos y otros habían sufrido durante la misma. Viene esto a cuento porque he leído el pintoresco artículo Comienzo por el final, de Rafael Alberti, publicado en EL PAÍS del 6 de enero. ¡No me cuente usted su caso, don Rafael! Creo que a muy poca gente le interesan, a estas alturas, estos pequeños testimonios, puramente anecdóticos, que nada aportan ya. Pero ocurre que incluso la pequeña anécdota puede llevar una carga de infamia, que en el artículo de marras es la acusación que su autor le hace al diplomático chileno Carlos Morla Lynch, cuando éste, ante el inminente final de la contienda, le propone refugiar a algunos intelectuales republicanos, de que "vuestra embajada ha tenido durante la guerra tres o cuatro grandes edificios abarrotados de quintacolumnistas que pueden salir en cualquier momento para asesinarnos".Ignoro las razones por las que Alberti quiera hoy deshonrar la memoria de un hombre como Carlos Morla, pero el marinero en cuestión no sólo está en tierra, sino, también sin brújula para orientarse incluso en sus pequeños recuerdos, ya que los temibles quintacolumnistas y asesinos en potencia que durante la guerra se refugiaron en la Embajada de Chile en Madrid fueron esencialmente civiles y religiosos, entre ellos muchas mujeres y niños -por ejemplo, mi madre, mis cuatro hermanos y yo, el mayor, de 14 años-, aunque también inicialmente entraron algunos militares, que en seguida se pasaron a

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la zona nacional, entre ellos mi propio padre, de cuya veta asesina dudo mucho, aunque hubiéramos permanecido en la Embajada hasta el final. Los quintacolumnistas que quedaban salieron, por fin, de la Embajada de Chile, y de muchas otras, y al menos, eso sí que consta, no asesinaron al señor Alberti. Sin embargo, muchos de ellos sí descubrieron entonces que sus familiares y amigos habían sido asesinados, o torturados, o encarcelados en Madrid, durante la guerra civil, quizá, don Rafael, porque Chile no pudo multiplicar por 10 o por 100 el número de edificios que dedicó a salvar vidas.- Eduardo Peña.

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