"No quiero sobrevivirme"
Además de su poesía, a Vicente Aleixandre se le recordará por su hospitalidad, como pueden atestiguar no sólo los poetas que desde 1927 encontraron siempre abierta su casa de Velintonia -y también la que le acogió durante la guerra-, sino los estudiantes que buscaban su consejo, los escritores que le escribían desde lejos y siempre encontraban respuesta, y los periodistas que deseaban entrevistarle. Esa actitud amistosa es más apreciable si se tiene en cuenta que el poeta no gustaba de la celebridad, y consideraba que el papel del escritor no es el de ejercer de personaje, sino el de escribir. "Mi éxito consiste en ese tesón por ir trabajando", dijo. "Así de simple". Algunas de las entrevistas que concedió no fueron publicadas. Entre los últimos testimonios recogidos figuran los dos que publicamos hoy."No quiero sobrevivirme; no quiero ser una sombra de mí". Y este íntimo deseo del autor de La destrucción o el amor, de Ámbito, de La sombra del paraíso... se ha cumplido con un admirable y emocionante rigor. Vicente Aleixandre ha sido un anciano joven que ha conservado hasta el final una pasión por la vida asombrosa. "Vivir, vivir, / el sol cruje invisible...".Aleixandre tuvo la longevidad de los seres privilegiados. Todo lo humano acaparó su interés y nada de lo que sucedía en su entorno le resultaba indiferente. "Siempre he reclamado mi condición humana ante todo. Hombre soy, y nada humano me es ajeno. No me excluyo de ninguna de las preocupaciones que pueden afectar a los demás. Quiero ser una persona que viva y deje, vivir...". Por eso, en los versos de Vicente Aleixandre, a pesar de ser él un pesimista entusiasta o un entusiasta pesimista, como diría su amigo Carlos Bousoño, latía la vida. "Vida, vida batiente que con forma de brisa, / con forma de huracán que sale de un aliento, / mece las hojas, mece la dicha o el color de los pétalos".
Para Aleixandre, la vida era un valor sólo equiparable al de la libertad. Él no escribió ningún canto a la libertad, pero la libertad estaba en su vida y se respira en toda su obra. "Sin libertad no hay vida", dijo muchas veces. "La palabra libertad es una de las palabras más hermosas. / No pido despacio o deprisa, / no pido más que libertad".
El día en que fui a visitarle a su refugio serrano de Miraflores, el sol lo inundaba todo. Estábamos en el quicio del verano. Pero el jardín que rodeaba su casa era una deliciosa umbría. El chalé, de una antigua y sencilla arquitectura, rezumaba austeridad y encanto. Allí, en aquel amable retiro, vivió Vicente Aleixandre largas temporadas dando rienda suelta a su inspiración y fecundidad poéticas.
El cuartito de estar donde me recibió aquella mañana Vicente Aleixandre era de reducidas dipiensiones y estaba amueblado con sobriedad y sencillez, pero resultaba acogedor. Todo era viejo, pero sugerente. Recordé su poema "Estancia soleada, / ¿adónde vas, mirada? / A estas paredes blancas, clausura de esperanza. / Paredes, techo, suelo, / gajo prieto de tiempo. / Cerrado en él, mi cuerpo...".
Estábamos sentados frente a frente. El poeta, de espaldas a la luz, porque sus ojos, nublados de sombras, apenas si la resistían. Del izquierdo, su visión era nula. El derecho, apenas un torpe lazarillo. Pero Aleixandre se crecía con luz interior y se sometía a la escritura diaria, a mano y de noche. "Yo siempre escribo de noche", me diría, casi sin darle importancia al hecho; "cuando me acuesto, me pongo a trabajar. Necesito el silencio, sin ruido alguno". Era como si estuviese leyendo ,de nuevo su poema "¿Qué hora? La de sentirse aislado, roto el recinto, / límites / sobre la frente suelta los cejales, lívidos".
Vicente Aleixandre a veces hablaba con vehemencia, con una cierta ilusión juvenil, pero en seguida se atisbaba el trasfondo de angustia que ha acompañado siempre la vida del poeta y ha sido una constante de su personalidad. El mero hecho, tan natural, por otra parte, de traer hijos al mundo le parecía a Aleixandre casi una osadía, porque ¿cómo evitar a ese nuevo ser la angustia de la existencia?
Aleixandre recordaba a sus padres con ternura. "Tuve la suerte de tener unos padres que no me hacían sentir la paternidad como un sentimiento de sujeción, imposición o autoritarismo", me confesaría,, orgulloso.
Libertad
"En mi casa gocé siempre de la máxima libertad, y cuando empecé a escribir, aunque no existía el menor antecedente' de actividad literaria en la familia y yo había empezado a estudiar Derecho e Intendencia Mercantil, aceptaron mi deseo y decisión de dedicarme a la literatura como algo completamente natural. Así es que yo, bueno o malo, siempre he hecho lo que he querido". De su abuelo materno, que era granadino, decía Aleixandre que era hombre de mucho talento natural y de gran ingenio. A su madre le atribuía un notable poder de invención y talante imaginativo. Y de su hermana Conchita, la persona que ha convivido con él hasta el último momento, atendiéndole y acompañándole solícitamente, cuantas palabras pronunciaba Aleixandre eran entrañables. Ninguno de los dos quería sobrevivir al otro.
Don Vicente reconocía que, desde siempre, su entusiasmo por la literatura había rayado en la obsesión, pero que,,no obstantae, " evitaba la poesía". "A los 11 años, cuando estaba en Barcelona, recorría yo solo las librerías de las Ramblas para buscar libros como el de Las tardes de La Granja, que me encantaba. La lectura de novelas y de obras teatrales, cuando ya era estudiante, ocupaba la mayor parte de mi tiempo. He sido siempre un lector incansable. Galdós, Valera, Azorín, Baroja, ValleInclán...".
En el verano de 1917, mientras transcurrían sus vacaciones en Las Navas del Marqués (Ávila), trabé amistad con el gran maestro de la lengua española Dámaso Alonso, que un día le dio a leer la Antología poética de Rubén Darío, y "aquel libro revolucionó mi espíritu. Con él descubrí la poesía, que luego -sería la gran pasión de mi vida. Luego descubrí a Antonio Machado y a Juan Ramón Jiménez. Más tarde, Bécquer, que fue el revelador para mí del mundo romántico".
Sin embargo, Vicente Aleixandre no se atrevía a escribir versos, y cuando empezó a hacerlo, no osaba enseñarlos ni siquiera a,sus amigos más íntimos. Fue en agosto de 1926, cumplidos ya los 28 años, cuando aparecen publicadas sus primeras poesías en la Revista de Occidente, escritas durante las obligadas jornadas de reposo tras su grave enfermedad.
Lo más importante de su obra poética lo realizó Vicente Aleixandre después de haber cumplido los 70 años: Poemas de la consumación y Diálogos del conocimiento, verdaderos prodigios literarios por los que se le ha catalogado como uno de los grandes poetas del siglo XX y de toda la historia de la literatura española.
La amistad que mantuvo con los poetas de su generación fue profunda y leal. Luis Cernuda, Rafael Alberti, García Lorca, Manuel Altolaguirre, Emilio Prados. Según el propio Aleixandre, "el origen de nuestra generación fue la de ser un conjunto de amigos que ha durado toda la vida".
Lo que más llamaba la atención cuando se conversaba con Vicente Aleixandre era su rigor mental y su poderosa memoria. Si pronunciaba una frase y yo la repetía variando únicamente el orden de las palabras, pero sin cambiar el sentido, él rectificaba al punto y recitaba de nuevo sus propias palabras sin cambiar ni un ápice. "Es que, mire usted, es muy importante la propiedad del término que se emplee para explicar el sentido de una idea o de un concepto".
Pregunta. Aleixandre, ¿hay poetas buenos y malos?
Respuesta. No, porque un poeta malo no es un, poeta. Pero, naturalmente, entre los poetas también hay categorías, como en todo. La creación artística es poesía siempre, y el poeta es un artista por definición.
P. ¿La inspiración se busca o se recibe?
R. Hay que buscarla; es el único medio de merecerla. La inspiración es un estado propicio a la creación. No es más que eso, a lo que hay que añadir el trabajo y el esfuerzo. El poema no cae del árbol como un fruto. Al cabo de los años se contrae con la inspiración una especie de compromiso y una cita a la que a veces ella no acude. A los jóvenes les suelo decir que no.tienen que esperar a que el poema venga, que hay que ir a buscarlo, porque suele estar soterrado y .hay que ahondar como en un pozo.
Amo más la vida
P. Para que una palabra sea poética, ¿tiene que ser bella?
R. Hay palabras más bellas que otras, pero no creo que existan palabras no poéticas. Todas pueden ser expresivas si están usadas necesariamente dentro de un contexto. La palabra menos bella puede resultar poética.
P. ¿Ha utilizado usted alguna vez la máquina de escribir?
R. No, nunca. Yo siempre he escrito a mano, y como en mi juventud estuve mucho tiempo enfermo, me he acostumbrado a escribir en la cama, colocándome la almohada debajo de la cabeza. Y, desde luego, siempre por la noche. -
P. ¿Ama usted tanto la poesía como la vida?
R. Amo muchísimo la poesía, pero amo más la vida. ¡Ay del, hombre que dice amar más la poesía que la vida!
Recordé entonces haber oído decir que Vicente Aleixandre escribió en 1940 una carta a su amigo Dámaso Alonso en la que decía: "Tú, que tanto me conoces, sabes que soy el poeta, o uno de los poetas, en quienes más influye la vida".
P. Don Vicente, ¿cómo se ve la vida desde su edad y su conocimiento?
R. Hay dos maneras de ver la vida: una es no verla, de manera voluntaria, porque se extingue en el espíritu la capacidad de reacción y no hay visión de la vida. Y la otra es verla desde la experiencia. Ésa es la manera leal: verla desde la experiencia y con la conciencia de la experiencia, pero con una condición, que esa experiencia sea estimulante, no saturadora, porque entonces, en la edad madura, apaga el don divino de la curiosidad.
P. ¿La curiosidad es un don divino?
R. Para mi, si, porque sin cunosidad la vida no vale, en el sentido de apetencia del conocimiento.
P. ¿Qué significa para usted su propia obra, don Vicente?
R. La obra de uno mismo es como una interrogación a los demás hombres, que éstos responden, en el caso de la obra literaria, con la lectura.
Un hombre como los demás
P. Usted rechaza el protagonismo, ¿verdad?
R. No sabe usted cómo me apura eso de salir en los periódicos; nunca me ha gustado estar en personaje. Creo que el escritor debe estar en su casa escribiendo, trabajando, pero sin aparecer en público. Y no digamos a mi edad. No concibo que a mí me quieran retratar. ¿Qué puede haber ya de interesante en mí? ¡Yo ya no tengo nada retratable ... !
P. ¿No admite usted, entonces, que el artista esté en el Olimpo?
R. No, no tiene por qué estarlo. Un hombre vale tanto como otro hombre, y no más. Y el poeta es un hombre como los demás, con la sola diferencia de que hace versos.
A pesar del prestigio internacional que como literato y poeta tiene Vicente Aleixandre, en su dilatada vida sólo recibió dos premios: el Nacional de Literatura y el Premio Nobel. "Jamás esperé ninguno de los dos ni he soñado con, galardón alguno". (Le parecía una quimera ser académico de la Española, y cuando se lo propusieron -lo fue en 1949- se echó a reír escéptico.
Babelia
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