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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El referéndum del canal de Beagle

UNA PARTE de los intelectuales argentinos abunda en la idea de que su país es una nación a medio hacer, un proyecto nacional más que una realidad sedimentada. Ese nacionalismo inseguro de sí mismo llevó hace dos años a Argentina a una guerra demencial por las Malvinas y tuvo al país en un vilo igualmente peligroso en el contencioso con Chile sobre el canal de Beagle. Tan sólo un régimen representativo podía tener, en Argentina, la legitimidad suficiente y la capacidad necesaria para solucionar un litigio territorial de antigua fecha y para eliminar los peligros de una cruenta guerra con el país vecino. Por otra parte, el presidente Alfonsín ha manejado diestramente el problema, no limitándose a liquidarlo, sino convirtiéndolo, mediante referéndum, en un respaldo nacional a su política exterior, que se enfrenta todavía al caso mucho más espinoso del archipiélago bajo soberanía británica, y a su proyecto de reforma interior.La posición argentina posee un margen mucho menor de maniobra en el litigio de las Malvinas, no sólo por el pesado legado de la derrota militar, los inabordables problemas económicos del país o la intransigencia británica -que donde dijo sí en Hong Kong y afirma ya veremos en Gibraltar, mantiene un no rotundo en las Malvinas- sino también porque la propia opinión pública ha entendido siempre esa reivindicación secular en forma diferente a la que reservaba para su problema chileno. Donde Beagle era una negociación de fronteras, un contencioso territorial, Malvinas es una dentellada a la integridad de la patria, una contradicción colonial con una potencia usurpadora: así lo ven casi unánimemente los argentinos. Con todo, los primeros tanteos del presidente Alfonsín sobre el problema del archipiélago tienen el mismo sello de moderación y de inteligencia con que ha encarado el conflicto con Chile. Excluida cualquier aventura militar de reconquista, Argentina trata de obtener del Reino Unido una fórmula que le permita abrir simbólicamente la verja de la normalización de relaciones con Gran Bretaña. Lord Carrington, secretario del Foreign Office hasta el estallido de la guerra, era partidario de suavizar la posición británica en el tema de las negociaciones sobre la soberanía del archipiélago, a lo que se negó la inquebrantable Thatcher. Aunque la victoria británica en el verano de 1982 no ha hecho sino endurecer esa posición, la modesta tenacidad de Alfonsín y ese reflejo pragmático que nunca suele abandonar completamente al Reino Unido deberían permitir en un futuro la apertura de una vía negociadora. Si así ocurriera, el presidente argentino mostraría defenitivamente a su pueblo cómo los modos democráticos son los únicos procedimientos adecuados para resolver los problemas nacionales. De esa forma la democracia contribuiría a consolidar la nación, y el sentimiento nacional a respaldar la democracia.

Por lo demás, el referendun del Beagle, de carácter consultivo, ha tenido una dimensión directamente relacionada con la política interior argentina, aspecto cuya importancia difícilmente cabría exagerar. Los niveles de participación, tanto más notables en una consulta que no tenía carácter obligatorio y que no vinculaba a los poderes públicos, y el elevado porcentaje de votos positivos, de acuerdo con la recomendación de Raul Alfonsín, han significado un impulso para el sistema democrático y un evidente apoyo al presidente de la República. Venciendo la campaña que predicaba el abstencionismo, tendencia natural del electorado en este tipo de consultas, derrotando en las urnas al voto negativo y obviando la fuerte oposición de importantes sectores peronistas, el presidente Alfonsín, casi en vísperas de cumplir su primer año de mandato, ha demostrado que conserva casi íntegros sus apoyos sociales. Al tiempo, la sociedad argentina, que soporta la dureza del ajuste económico y que vive los sobresaltos producidos por las resistencias de las Fuerzas Armadas a juzgar a los militares responsables de la llamada guerra sucia, del fracaso de las Malvinas y del enriquecimiento ilícito en tiempos de la dictadura, ha manifestado su voluntad de consolidar el régimen de libertades

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