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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El mandato de paz de Reagan

Para quienes siguieron los avatares de la lucha electoral en Estados Unidos, la victoria de Ronald Reagan no fue inesperada. Una serie de factores obraba, automáticamente, en favor del presidente que se presentaba a la reelección.Los expertos norteamericanos ya han analizado en detalle quiénes y por qué factores votaron a favor de uno u otro candidato. Pero existe un factor que interesa a cualquier elector -y no sólo en EE UU- y que ha desempeñado un papel especial en las recientes elecciones: el factor de la paz, de las vías y los métodos que hay que emplear para asegurar la paz.

En casi todas las elecciones presidenciales celebradas en Estados Unidos, el problema de la paz figuraba en un primer plano. En 1952, Eisenhower obtuvo la victoria sobre Stevenson tras haber prometido poner fin a la guerra de Corea; Nixon llegó a la Casa Blanca porque la mayoría de los electores dieron crédito a su promesa de acabar con la intervención de Estados Unidos en Vietnam. Ahora los norteamericanos no están metidos directamente en guerras y en las elecciones el problema de la paz se ha planteado en uña forma un tanto diferente.

La actividad del presidente Ronald Reagan en cuanto a la lucha por la paz, durante su mandato anterior, fue el elemento más vulnerable de su posición y, como se sabe, los demócratas concentraron en ella sus críticas contra la política de la Casa Blanca. También criticaron la actitud del presidente hacia la paz en general y las acciones concretas de Washington, como el envío de tropas a Líbano. Sin embargo, el principal blanco de la crítica fue la actitud de confrontación con la Unión Soviética adoptada por la Casa Blanca: la renuncia de la Administración republicana a llegar a un acuerdo con la URSS en tomo a las vías y métodos necesarios para garantizar la paz entre ambas superpotencias, y la negativa a buscar soluciones, con criterio realista, sobre una base de compromiso, los problemas de la limitación y reducción de los armamentos nucleares.

En el curso de la polémica preelectoral se habló mucho de que la política de Reagan no sólo condujo a la escalada de los armamentos nucleares, sino que, de hecho, lanzó de nuevo a Estados Unidos a la época de Dulles, cuando el mundo se encontró al borde de la guerra. Pero, en las presentes condiciones, este dificil equilibrio es mortalmente peligroso para todos, incluidos aquellos que han adoptado la posición de observadores de este juego con el arma nuclear.

El presidente Reagan se dio perfecta cuenta de todo esto. Político experimentado, que sabe perfectamente tomar el pulso de los ánimos sociales, comprendía que no podrían salvarlo solamente la recuperación económica y las rencillas en el bando de los demócratas si los electores, seguían considerándole como un hombre amigo de la contienda, que no aspiraba al diálogo ni al compromiso. Por esta razón, desde comienzos de este año, Reagan optó por una línea distinta al hablar de la paz y de las relaciones con la Unión Soviética. Se puede incluso reflejar la fecha exacta -el 16 de enero- en que el presidente pronunció un discurso, presentado de antemano con gran aparato publicitario, dedicado a los problemas de las relaciones soviético-norteamericanas.

El leifmotiv del discurso presidencial fue la declaración sobre el "interés conjunto" de Estados Unidos y la Unión Soviética por evitar la guerra nuclear, lo que supuso un distanciamiento de la vieja línea, teniendo en cuenta que, durante tres años, Moscú se presentaba como el enemigo público número uno y poco menos que el principal promotor de la guerra.

Tres esferas

En aquel discurso, Reagan esbozó la teoría de las tres amplias esferas en las que los dos países deberían aunar esfuerzos por obtener progresos:

1. Han de hallar la posibilidad de reducir y, en resumidas cuentas, dejar de recurrir por completo, a la amenaza o al uso de la fuerza en el arreglo de las controversias internacionales.

2. Ambos países han de hallar vías para reducir las colosales existencias de armas en el mundo.

3. Ambas potencias han de mejorar las relaciones mutuas de trabajo, que se deben caracterizar por un grado mayor de colaboración y de entendimiento.

Los soviétivcos no han podido tener, no tenían ni tienen de hecho ninguna objeción contra estos objetivos. La Unión Soviética desarrollaba con EE UU las negociaciones sobre limitación y reducción de la carrera armamentista, las cuales desembocaron, particularmente, en la firma de los acuerdos SALT I y SALT II y estaba dispuesta a dar nuevos pasos en este sentido.

Moscú siempre ha deseado mantener con Washington buenas relaciones prácticas, que se caractericen por la cooperación y el entendimiento mutuo. Lo corroboraron muchas veces los dirigentes soviéticos, entre ellos Konstantin Chernenko, en su reciente entrevista concedida al rotativo norteamericano The Washington Post. El 13 de febrero de este año, al ser elegido para el puesto de secretario general del Comité Central del Partido Comunista ssoviético (PCUS), Chernenko resaltó el invariable apego de la URS S al principio de la coexistencia pacífica.

Dos semanas después, en un discurso pronunciado ante los electores, Chernenko expuso un programa concreto con miras a mejorar las relaciones con Estados Unidos. En aquella ocasión, propuso ratificar los tratados soviético-norteamericanos -firmados hace 10 años- sobre la limitación de las pruebas nucleares subterráneas y sobre las explosiones nucleares con fines pacíficos; ultimar la elaboración de un acuerdo sobre prohibición general y completa de las pruebas atómicas; llegar a un acuerdo sobre la congelación recíproca de los armamentos nucleares soviético y norteamericano, y solventar el problema sobre la prohibición general y completa de diseñar, producir y emplear el arma química. Los observadores de temas internacionales comprendieron que este discurso del dirigente soviético era una respuesta concreta a la declaración formulada en enero por el presidente de Estados Unidos sobre el interés común de las dos potencias por impedir la guerra nuclear.

De esta manera, ambas partes mostraron su determinación de mejorar las relaciones recíprocas y de retomar el camino de la distensión política y militar y de una cooperación económica mutuamente ventajosa. Pero, lamentablemente, la parte norteamericana lo redujo todo a declaraciones preelectorales. Esta postura del presidente, que se mostraba dispuesto a adoptar soluciones constructivas, ayudó a Reagan a reunir puntos en su enfrentamiento con los demócratas, pero en modo alguno condujo a un progreso efectivo en las relaciones soviético-norteamericanas ni a la aportación común a la solución de los complicados problemas mundiales.

Retórica preelectoral

La Administración republicana seguía aplicando en América Central su política de injerencia en la guerra civil en El Salvador y la de amenazas y de intimidación de Nicaragua, practicando abiertamente acciones subversivas contra este país. Estas acciones cobraron tal envergadura que se podía hablar de injerencia militar directa de EE UU. En Líbano, Washington se involucré en las operaciones combativas al lado de los falangistas. En Europa, continuó desplegando sus misiles de alcance medio.

EE UU se negó a entablar negociaciones -propuestas por la Unión Soviética- sobre la necesidad de prevenir la militarización del espacio cósmico,. comprendida la renuncia completa a los sistemas antisatélite. La Administración republicana continuó presionando al Congreso para que aprobase asignaciones presupuestarias para el despliegue de los nuevos tipos de arma, comprendidos los misiles estratégicos MX y el arma química.

En tales condiciones, la parte soviética no podía dejar de interpretar todas estas declaraciones y llamamientos como retórica preelectoral, y nada más. Tras la verborrea altisonante no se encontraban hechos concretos ni iniciativas. Millones de electores norteamericanos que dieron crédito a Reagan y Bush comprenden perfectamente lo que ellos quieren recibir de la nueva Administración republicana. La situación internacional depende en muchos aspectos del cariz que tomen las relaciones soviético-norteamericanas y del grado en que el presidente Reagan cumpla este mandato de paz de sus electores, mandato que le aseguró la victoria en las recientes elecciones.

También es sumamente sintomático que la primera reacción a la victoria de Reagan por parte de las capitales de los Estados europeos occidentales haya sido la esperanza expresada por los líderes de dichos países respecto a la mejora de las relaciones norteamericano-soviéticas y a la posibilidad de que se operen progresos en la solución de los problemas del desarme.

Guenrij Trofimenko es jefe de la Sección de Problemas de Politica Exterior de EE UU del Instituto de EE UU y Canadá (Academia de Ciencias de la URSS).

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