Las tentacion del sandinismo
LOS PRIMEROS resultados de las elecciones nicaragüenses no ofrecen grandes sorpresas: una participación superior al 80%, y un porcentaje superior al 65% de los votos emitidos, en favor de la candidatura sandinista, que encabezaba Daniel Ortega como aspirante a la presidencia de la República. Son cifras que indican una victoria sandinista sin paliativos, si bien numerosos factores, incluida la ausencia de los contrincantes de más categoría, facilitan este resultado. Pero el apoyo al sandinismo es un hecho, pese a las deficiencias y oscuridades que rodean la propia celebración de los comicios. Éstas confirman que esa adhesión, que era casi unánime en el momento de la caída de Somoza, sigue siendo muy amplia, a pesar de una situación económica difícil, incluso angustiosa, para muchas familias. Aunque los sandinistas han vulnerado considerablemente el ejercicio de las libertades, con ellos el poder ha tratado de acercarse a la calle no sólo en el sentido demagógico. La revolución está llena de contradicciones, de carencias y de fracasos; pero tiene logros considerables: una política efectiva en materia de enseñanza y la supresión de corrupciones y de desigualdades sociales insultantes son realidades apreciadas por sectores extensos. La política aplicada por Washington ha contribuido a elevar el prestigio y la influencia del sandinismo. El apoyo abierto de la CIA a las incursiones y violencias de los contra y el bloqueo de los puertos han hecho de los gobernantes sandinistas, más allá de la propaganda, un símbolo de la independencia de su país y de la dignidad nacional.Las elecciones celebradas son del todo atípicas y difícilmente representativas del espectro social del país, toda vez que se celebran en medio de una importante actividad guerrillera que acosa al régimen y a pesar de que los partidos más significativos de la oposición decidieron no acudir a las urnas. Pero tampoco puede calificárselas sin más de farsa, como los mismos líderes de esa oposición pretenden. Antes bien, encierran un valor político real y no pocos retos para los propios sandinistas, pese a su victoria. Rara vez un proceso revolucionario de las características del nicaragüense desemboca en unas elecciones democráticas en tan corto plazo. Y con todas las carencias reseñadas, los sandinistas no tienen otro remedio que convivir en el futuro con las características de una democracia pluralista típica. Si tenemos en cuenta las indudables dependencias respecto a Moscú que caracterizan a algunos de sus líderes podremos entender el significado real que este proceso tiene para la democracia misma. Por lo mismo, sería peligroso para el sandinismo interpretar su éxito electoral en un sentido triunfalista; creer, en suma, que al ostentar la mayoría pueden despreciar democráticamente a las otras fuerzas políticas. Las acusaciones de Washington de que han sido elecciones "de tipo soviético" no son homologables por la realidad, y mucho se habría andado en la Unión Soviética si pudieran realizarse unas elecciones de este tipo. En la campaña electoral se han expresado fuertes críticas al Gobierno en el periódico La Prensa, en espacios de televisión, en diversos mítines (pese a la persistencia de la censura, que el Gobierno trata de justificar por la actividad guerrillera). Se presentaban incluso varios partidos marxistas frente al sandinismo; hecho singular, ya que, tanto en la experiencia soviética como en la cubana, la discrepancia que ha intentado invocar el marxismo para justificarse ha sido siempre objeto de particular intolerancia. Las insuficiencias democráticas que ha habido en las elecciones nicaragüenses se parecen más a las de otros países de Centroamérica; sin duda han sido más democráticas que las de Guatemala y probablemente tanto como las de El Salvador. Aunque de poco sirvan esas comparaciones, sería un juego inútil aplicar la ley del embudo: decir bien en El Salvador y mal en Nicaragua. Son dos procesos electorales imperfectos que, si se saben aprovechar, pueden desembocar en situaciones de mayor garantía para la paz y la convivencia democrática en la zona. El problema más serio lo plantea la ausencia de los principales partidos de la oposición; en concreto, de los cuatro partidos agrupados en la Coordinadora Democrática. Como resultado de ello, las elecciones no han permitido promover un régimen que refleje en su composición institucional el pluralismo efectivo de la sociedad en la que se implanta. Es una cuestión esencial, incluso para un sandinismo mayoritario. La soledad en el poder es un factor de debilidad si no se apoya en la represión. Si los sandinistas, pretextando su mayoría, se encierran en un monólogo con los ciudadanos, pueden estar cavando su propia tumba. El problema del pluralismo sigue planteado después de las elecciones, y el valor de éstas va a depender, en gran medida, de lo que ocurra después de su celebración.
El Gobierno se ha comprometido a proseguir el diálogo nacional iniciado en Mangua en vísperas de las elecciones con todas las fuerzas sociales y políticas del país después de los comicios; puede ser una forma provisional de compensar las serias ausencias que se registrarán en la Asamblea Constituyente.
Los compromisos básicos para la futura Constitución, aprobados por los diversos partidos que han entrado en la contienda electoral, perfilan un futuro sistema político pluralista, con elecciones regulares y posibilidades, por tanto, de turno en la gobernación del país. Cabe, pues, decir que la victoria sandinista no cierra en sí misma otras alternativas políticas. Mucho dependerá, en todo caso, de la actitud que adopte en esta etapa la dirección del sandinismo, y más concretamente, de que en su seno predomine la corriente más aperturista sobre la más dura y dogmática.
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