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Namibia, una encrucijada de intereses

Cien años después del establecimiento de un protectorado alemán en lo que entonces era conocido como el territorio de África Suroccidental (South West Afirica), la actual Namibia todavía espera su independencia. Administrada por Suráfrica, en clara violación de todas las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas, Namibia se ha convertido en una carga cada vez más pesada para el Gobierno de Pretoria, que ha tenido que dedicar, en medio de una crisis económica creciente, más de 1.200 millones de rands (alrededor de 120.000 millones de pesetas) para subvencionar el presupuesto del territorio y hacer frente a las operaciones militares de una guerra de liberación que dura ya 16 años. Un enviado especial de EL PAÍS visitó recientemente Namibia e informa aquí sobre las posibilidades de solución del conflicto.

El sitio menos apropiado para enterarse de la solución del problema de Namibia es, por paradójico que parezca, la capital de este extenso país de 823.144 kilómetros cuadrados, con una población de poco más de un millón de habitantes. Porque es una opinión generalizada entre los habitantes del territorio que el futuro de Namibia será decidido en Pretoria, Washington, Luanda o Lusaka, y nunca en Windhoek (pronúnciese Vintuk)."Ellos decidirán el futuro", comenta a EL PAÍS un periodista radiofónico local. "Ellos" son los surafricanos, americanos, zambios, angoleños y soviéticos, porque los hilos del problema de Namibia pasan por más de una mano, aunque en los momentos actuales sean Suráfrica y Angola las claves para resolver un problema que lleva más de 16 años coleando y que ha costado miles de vidas humanas. En todo caso, todo el mundo está de acuerdo en que no se producirán nuevas iniciativas diplomáticas hasta que se celebren las elecciones presidenciales americanas el próximo 6 de noviembre.

La firma de un alto el fuego entre el Gobierno de Mozambique y la guerrilla de la Resistencia Nacional de Mozambique (más conocida a nivel popular como Renamo), bajo el auspicio y la mediación del Gobierno de Pretoria, ha hecho aumentar las esperanzas en círculos gubernamentales surafricanos de que un acuerdo similar podría obtenerse en Angola entre el Gobierno de Luanda y la guerrilla de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), dirigida por Jonás Savimbi, que controla un tercio del territorio angoleño en el sur y este del país. El alto el fuego negociado entre el Gobierno de Samora Machel y el Renamo es el resultado más espectacular del acuerdo de Nkomati, firmado el pasado 16 de marzo entre el entonces primer ministro surafricano y hoy presidente, P. W. Botha, y el jefe del Estado mozambiqueño, un acuerdo revolucionario entre dos enemigos aparentemente irreconciliables que causó sensación en todas las cancillerías del mundo y especialmente en las africanas.

Para Suráfrica está claro que la solución del problema de Namibia pasa por Luanda. Las primeras conversaciones, calificadas de tanteos, entre surafricanos y angoleños tuvierron lugar, con el patrocinio de Estados Unidos y Portugal, en Cabo Verde, en diciembre de 1982 y febrero de 1983. Y culminaron con la firma de un acuerdo, en Lusaka el pasado marzo, por el que ambos países decidieron el establecimiento de una comisión conjunta de supervisión, formada por militares angoleños y surafricanos, encargada de, vigilar las actividades guerrilleras del SWAPO (Organización Popular del África del Suroeste).

Con el fin de asegurarse una posición negociadora fuerte en Lusaka, Suráfrica lanzó el 6 de diciembre de 1983 una de las operaciones militares más potentes en el interior de Angola. La operación Askari permitió a las fuerzas armadas surafricanas penetrar 250 kilómetros en el interior de Angola y avanzar hasta la localidad de Cuvelai. En la operación.los surafricanos perdieron 21 hombres, muy pocos en comparación con los 400 perdidos por el SWAPO, el Ejército popular angoleño y el contingente cubano estacionado en Angola desde 1975 (que cuenta con unos efectivos estimados en 25.000 hombres).

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Retirada por fases

En Lusaka, Suráfrica accedió a retirarse por fases del territorio angoleño que había ocupado, y hasta el momento lo ha hecho hasta Ongiva, localidad angoleña a 30 kilómetros de la frontera entre Angola y Namibia y sede actual de la comisión conjunta de supervisión surafricano-angoleña. La salida total de las tropas surafricanas de Angola dependerá mucho de las iniciativas diplomáticas en. torno al problema de Namibia. Entre tanto, el SWAPO ha sido neutralizado militarmente, aunque siga ganando la batalla tanto políticamente en el interior de Namibia como internacionalmente.

Que en unas elecciones libres bajo la supervisión de las Naciones Unidas el SWAPO, arrollaría en Namibia es algo que ni siquiera los surafricanos dudan. Y de ahí las dificultades que encuentra la resolución 435 del Consejo de Seguridad de la ONU para su aceptación por Suráfrica como base jurídica para la independencia del territorio. Como comentaba a EL PAÍS el escritor y periodista alemán Joe Püz, residente en Namibia desde hace más de 30 años, "la quiniela se hace sobre si el SWAPO sacaría el 60% o el 80% del voto, pero nadie duda de su victoria por mayoría absoluta".

Todos los intentos de Suráfríca de crear una fuerza política interna en Namibia con el fin de oponerse al SWAPO han fracasado. Así ocurrió con la Alianza Democrática Turnhalle, (DTA), creada en 1977 en una operación parecida a la intentada por Ian Smith en Rodesia con el obispo Abel Muzoreway con la Multi-Party Conference (MPC o Conferencia Multipartidista).

Las conversaciones celebradas en la capital zambia, Lusaka, entre los representanes del SWAPO, encabezados por su líder, Sam ,Nujoma, la MPC y el administrador general del territorio, doctor Willie van Niekerk, en mayo de este año, demostraron la fragilidad de la MPC, cuando varios de sus dirigentes alegaron que tenían que consultar con sus bases para acep

tar o rechazar el texto de la declaración de Lusaka, propuesto por el presidente de Zambia y uno de los padres del nacionalismo africano, Kenneth Kaunda. Esta actitud por parte de la Multi-Party Conference provocó la lógica irritación del presidente Kaunda: "Si no tienen ustedes la fuerza suficiente para negociar, que Suráfrica se encargue de representar sus intereses".Sin embargo, las conversaciones de Lusaka sirvieron para demostrar una cosa: el SWAPO -hasta entonces, y en lenguaje de la ONU, "el único representante del pueblo de Namibia"- se había avenido a dialogar con otra organización política del territorio. La razón era sencilla: sus líderes habían llegado a la conclusión de que, aunque la batalla política estaba ganada, de poco servía ésta si no eran capaces de imponer una solución militar. Y esa solución militar era y es inalcanzable frente al poderío militar surafricano.

Pretoria desea una solución rápida del problema de Namibia, un problema que se ha convertido en una obsesión tipo Ulster para los ciudadanos de la República. El Gobierno de P. W. Botha ha recalcado que no está dispuesto a subvencionar las pérdidas de Namibia indefinidamente.

"Espero que los líderes de África Suroccidental entiendan que mi Gobierno está dispuesto a resolver esta cuestión (Namibia) de una forma u otra tan pronto sea posible", fue el mensaje de Botha hace pocos meses.

La impresión existente en los círculos diplomáticos es que Suráfrica está incluso dispuesta a aceptar un Gobierno del SWAPO en Winhoek bajo ciertas condiciones. Por otra parte, el SWAPO está sufriendo todo tipo de presiones para que acceda a algún tipo de acuerdo negociado con Suráfrica. Todo parece indicar que cuando las iniciativas diplomáticas se reanuden tras las elecciones presidenciales norteamericanas, las partes involucradas en el conflicto se volverán a sentar a la mesa de negociación. Ni siquiera la retirada de los cubanos de Angola parece ser ya una barrera infranqueable para el pragmático Botha. El propio presidente surafricano manifestaba el 27 de abril al Parlamento: "El pueblo de África Suroccidental no puede esperar indefinidamente a una solución de la cuestión cubana. Si los partidos políticos, incluido el SWAPO, pueden alcanzar algún acuerdo sobre el futuro del país, Suráfrica no pondrá ningún obstáculo".

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