Después de la tragedia
Tras la tremenda cornada, de la herida manaba sangre "corno un surtidor", y caía en reguero cuando las asistencias trasladaron a Paquirri a la enfermería. Toda la plaza era un griterío, el público en pie, horrorizado. Muchos se cubrían la cara con las manos.Después de cometida la fechoría, Avispado fue un torito flojo y boyante, al que Yiyo hizo un faenón. Varias veces se cayó el toro durante la faena de muleta, lo cual no le impidió embestir con suavidad y entrega. Yiyo alcanzó un gran triunfo, y cuando le concedieron las dos orejas, se las entregó a Rafael Torres, peón de confianza de Paquirri, para que se las llevara al maestro a la enfermería. El gesto emocionó vivamente a los toreros y al público. Al quinto también le cortó la oreja Yiyo. El sexto ya no era de la ganadería de Sayalero y Bandrés sino sobrero de Palomo Linares, y resultó difícil. El Soro le aplicó un trasteo de aliño.
Para entonces, el público ya sabía que Paquirri tenía una cornada de caballo, y a la salida se arremolinó delante de la enfermería, pero. ya se lo habían llevado en ambulancia, camino de Córdoba. Una vez partió el torero para lo que habría de ser su último viaje, el doctor Eliseo Morán, que le había intervenido quirúrgicamente, arregló la enfermería, que se encontraba en absoluto desorden, limpió el instrumental, y cuando regresó al callejón de la plaza, estaba El Soro lidiando el último toro. Después se dirigió en automóvil a Córdoba, para continuar la asistencia al torero. Cuando llegó, ya lo encontró muerto.
Ni cante ni baileEl ambiente que quedó en Pozo blanco era de consternación pro funda. Había teatro y dieron función, y público y actores guardaron un minuto de silencio. En las casetas de la feria, en cambio, no hubo cante ni baile. Al día siguiente, jueves, la sensación de tristeza aun era más palpable. Se suspendió la novillada anunciada, en señal de duelo, y en las calles no había animación ninguna. Sin embargo, las recorían periodistas y llegaban forasteros para curiosear y fotografiar la plaza de toros.
Todo el mundo hablaba de la tragedia y algunos hasta tenían anécdotas que contar. El propietario del hotel donde se hospedó Paquirri, aún tenía algo mejor, una dedicatoria escrita en el álbum del establecimiento por el torero, de su puño y letra, poco. antes de que saliera para la plaza. Dice así: "A Francisco Godo de su tocallo con afecto y cariño de su tocallo, Francisco Rivera Paquirrí'.
El día anterior a la corrida se rumoreó que Luis Francisco Esplá sustituiría a Paquirrí. También en esto hizo una macabra pirueta el destino. Cuándo condujeron a Sevilla el cuerpo de Paquirri, el doctor Morán se marchó a su casa. Eran casi las tres de la madrugada y se pasó la. noche fumando. Al día siguiente su estado era depresivo. "Siempre te queda la duda" decía, "de si hubiera sido mejor proceder de otra manera. Tengo la conciencia tranquila porque hice lo que debía para intervenir aquella herida terrible. Pero cuando el desenlace es la muerte, aunque tenga la convicción de que fue inevitable, es muy duro admitirlo así".
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