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32º FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Cara y cruz de un escaso vídeo español

El catalán Antoni Muntadas y el bilbaíno Juan Carlos Eguillor son la cruz y la cara del exiguo panorama del vídeo español exhibido en la tercera edición del Festival de Vídeo de San Sebastián (en el marco del Festival de Cine donostiarra), que se inauguró el sábado con un cambio de escenario radical: de los sótanos del ayuntamiento donostiarra al espléndido recinto del Museo Arqueológico de San Telmo, un monumento cuyo patio engalanado de estelas discoidales y otras nobles piedras de la historia vasca se ve atronado por destellos de imágenes y zumbidos de la más moderna tecnología. Antoni Muntadas, catalán afincado en Estados Unidos, donde cosecha becas de instituciones y fundaciones norteamericanas que le permiten desarrollar una fructífera investigación del vídeo, es el más célebre de los autores españoles y uno de los pioneros del medio en nuestro país. Su última cita, Credits, estrenada el pasado sábado, es decepcionante y de inusitada osadía: un montaje en 25 minutos, sin solución de continuidad y sin estructura alguna, de los títulos de crédito de distintos formatos de programas televisivos: informativos, variedades, deportes, cine, retransmisiones, etcétera. Un grosero ensamblaje de la ficha técnica y artística de los programas, sin que el autor aporte dato nuevo alguno más que el copyright de su nombre al final de los 25 minutos.Es, por ello, la peor cinta que se ha exhibido en las tres ediciones del Festival de Vídeo de San Sebastián y representa una incomprensible renuncia a la creatividad y al talento de que ha dado muestras en otras producciones. Este producto de Muntadas demuestra que los autores más respetados pueden padecer agudas crisis de esterilidad: presenta como propia la quintaesencia de un plagio, las cabeceras de programas de televisión, algo que está al alcance de cualquier espectador pero que sólo a este artista se le ha ocurrido patrimonializar.

Obra inútil

Credits no sólo es una obra inútil y deshonesta, sino que constituye el peor ejemplo que pueda darse a todo colectivo de jóvenes autores españoles que luchan por expresarse y crear con esta nueva tecnología un lenguaje alternativo. Si Muntadas ha sido capaz de tal gratuidad, difícilmente podrán descalificarse los ejercicios primerizos de los nuevos realizadores españoles.Se sitúa en el lado contrario la cinta De Imaginum, del dibujante Juan Carlos Eguillor, bilbaíno nacido en San Sebastián, que el pasado año se dio a conocer aquí con su primera obra en vídeo, Bilbao la muerte. El premio que obtuvo esta cinta por parte del Festival de Vídeo de Locarno consistió precisamente en producir esta su segunda cinta en aquella ciudad suiza.

De Imaginum es un ejercicio artístico sobre las teorías de Giordano Bruno en torno a las imágenes, los signos, las ideas y la memoria. Una obra sugestiva de experimentación artística en la que pinturas de » Zurbarán y de los propios dibujos de Eguillor se funden en un collage con manipulaciones electrónicas que pretenden fijar los puntos nemotécnicos del cerebro, mientras un rótulo informa constantemente en inglés que "el medio es la memoria".

Eguillor ha jugado con el espacio electrónico, con el campo escénico que crea la energía eléctrica más allá de la superficie de la pantalla, en un intento anticipado de alcanzar la holografía, la perfecta tridimensionalidad de la imagen. Para ello se sirve también del efecto del feed-back, obtenido al grabar con una cámara las imágenes que rebotan del televisor, posteriormente moduladas en la edición. El autor quiere decir que ese espacio electrónico es análogo a la capa cerebral de la memoria, y que el hereje Giordano Bruno, quemado en el florentino Campo de las Flores allá por el 1600, estaba muy cerca de los ordenadores de nuestro siglo.

192 minutos

Tan sólo 192 minutos del Festival de San Sebastián han sido dedicados al vídeo español: una única sesión el día inaugural, con 10 cintas, de las que sólo cinco son estreno absoluto, y cuyos polos extremos son Muntadas y Eguillor. El Festival ha repescado algunos jóvenes autores que se dieron a conocer este año en el Festival Nacional de Vídeo de Madrid: Etapa, del madrileño Antonio Francisco Cano, una inteligente y satírica manera de ver una transmisión de TVE sobre la Vuelta Ciclista a España, con dos muchachas sobre bicicleta estática, que reproducen el esfuerzo de los corredores hasta alcanzar el orgasmo de la meta; Of-tal, un microscópico relato policial del madrileño José Ramón da Cruz, cuyo mérito más sobresaliente es la planificación heterodoxa, y sobre todo Veneno puro, del gallego Xavier F. Vilaverde, que es el vídeo narrativo de ficción más importante que se ha producido en España este año: un relato completo y moderno sobre el "conjuro del rostro alegre del vampiro", como dice el autor, a través de las relaciones entre la joven protagonista y el gorila King-Kong.El colectivo madrileño Vídeo Doméstico, integrado por Gregorío Roldán, José R. Márquez y Luis Carlos Méndez, presentó también en estreno la cinta Ningún sacrificio, una parábola sobre el mito de Caín y Abel, sobre el antagonismo entre la cultura agrícola y la ganadera, resuelta con el lenguaje primario e inocente de la producción que les dio a conocer en Madrid, Pasiones digestivas. También se exhibió una interesante cinta del gallego Manuel Abad, Denantes, estrenada el pasado mes en el festival de Carvalliño (Orense), en la que plantea una reflexión cruda y a la vez poética sobre el suicidio y la muerte violenta, con referencias constantes al entorno gallego.

Carles Roig, con Fang, y Orestes Lara, con Six confessions, proponen un ejercicio visual, en el marco del vídeo-arte, que se distingue por la primacía de la calidad técnica de los autores catalanes.

Mucho más interesante, aunque no se trata de un estreno, por ser una cinta conocida ya por los aficionados, es Tough limo (1983), de Francesc Torres, catalán afincado en Nueva York. Inspirado en las teorías del neurólogo Paul McLean, Torres profundiza en el estrato más primitivo del cerebro humano, el que heredamos de los reptiles. Hay imágenes y comportamientos de nuestra especie que reproducen la conducta de los reptiles, como los símbolos militares, y una de las armas más contundentes de los ejércitos: el tanque que acecha, se arrastra y mueve su cabeza de cañón como los reptiles. Incluso hay hombres, añaden las imágenes alegóricas de Torres, que guardan bajo la bragueta una cola de reptil.

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