Los aviadores de la República
"Pensatible, plasmau, silenciosu, como'l pitu a la vista de'l raposu". Así comenzaba uno de sus versos el famoso poeta asturiano Teodoro Cuesta; así me quedé yo, Gerardo Álvarez-Prida Vega, ex capitán observador de la aviación republicana, al oír las palabras pronunciadas por el señor Guerra en el telediario de la noche del 27 de junio. No las repetiré, pues me avergüenzo de ellas, tanto como hombre como socialista de toda mi vida.Mientras que los que atacaron la legalidad en el año 1936 siguen gozando de prebendas y privilegios, los que la defendimos con honor y todo el ardor de nuestra juventud estamos siendo despreciados y vilipendiados por los que se supone son defendores de la libertad y la democracia.
Muchos como yo ingresamos en octubre de 1936 para realizar un curso de observadores de aviación. Condición previa era ser ingeniero, licenciado en Ciencias o ser estudiante de cualquiera de estas carreras. Por tanto, teníamos una preparación técnica que no creo alcanzara ninguna de las distintas armas que alimentaban el cuerpo de aviación. Tuvimos profesores de la talla del entonces teniente coronel Herrera, hombre sabio por excelencia, en todo el mundo reconocido. Estudioso profundo de la aviación y todos los temas con ella relacionados.
En 1936 era estudiante de ingeniero agrónomo. Ingresé en Aviación con el grado de sargento. Terminé la campaña con el grado de capitán. Estuve en el frente desde febrero de 1937 hasta diciembre de 1938. Más del 50% de los compañeros de curso murieron defendiendo a España. Después de 24 años de exilio termino mi carrera de ingeniero agrónomo. Pero para obtener el título me obligaron a renunciar al derecho que tenía de ingresar en la Administración sin hacer oposiciones. Derecho inherente al plan de estudios. ¿Causa?
Gracias a la magnanimidad de algunos, para los que no tengan ningún medio de vida podrán disponer de 25.000 pesetas mensuales. Los más jóvenes, andarán por los 65 años; otros, bastantes, estamos rozando los 80. No obstante mis 76 años, tengo que seguir trabajando para tener una situación económica decente. No necesito las 25.000 pesetas, pero, aun cuando las necesitara, renunciaría a ellas. Mi dignidad de hombre y de soldado de la República me lo impedirían.-
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