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LAS VENTAS / CORRIDA DE LA PRENSA

La capea

Lo malo no fue la mansedumbre de los toros sino la incompetencia de los lidiadores, que convirtieron la corrida en una capea. En realidad, se veía venir. Organizar una corrida concurso con matadores-banderilleros, es lo mismo que estrenar terno de 12.000 duros, llevando en los pantalones pinzas de ciclista. Además hubo un toro bravo y lo lidiaron igual que si fuera manso.El de Albaserrada, quinto de la tarde, era un cinqueño que demostró su casta ya en las primeras embestidas. Para la suerte de varas lo pusieron de largo en terrenos del 9, pero en los siguientes puyazos, lo cambiaban de tercio, hasta acabar en el 6. Igualito que si fuera manso, en efecto. Paco Alcalde demostró un desconocimiento total de la lidia, y de poco arruina el bellísimo espectáculo de la bravura del toro que era, precisamente, el objetivo principal de la fiesta. Ya casi nadie pica por derecho y en el morrillo, como hacía Maceo en sus puyazos magistrales; ya casi no salen toros que, como el Albaserrada, tomen cuatro puyazos arrancándose de lejos con alegría, creciéndose al castigo y metiendo los riñones.

Plaza de Las Ventas

5 de julio. Corrida de la Prensa, concurso de ganaderías.Toros de Aleas, Felipe Barrolomé, Alonso Moreno, Martínez Elizondo, Albaserrada y Murteira. Mansos, salvo el Albaserrada, bravo. Todos con trapío y fuertes. Manolo Arruza. Dos pinchazos y bajonazo descarado (pitos). Bajonazo (silencio). Paco Alcalde. Pinchazo, estocada tendida baja, rueda de peones y descabello (bronca). Pinchazo hondo y tres descabellos (silencio). Morenito de Maracay. Pinchazo hondo (vuelta protestada). Pinchazo hondo y estocada corta atravesada (pitos). El rey Juan Carlos presenció la corrida desde una barrera, acompañado por el presidente de la Asociación de la Prensa y el matador Marcial Lalanda. Los tres espadas le brindaron sus primeros toros.

El tercio de banderillas no desmereció en brillantez al de varas: Manolo Ortiz prendió un par extraordinario, y Paco Alcalde y Curro Álvarez también lo hicieron con valor y majeza. En cambio el de muerte experimentó un profundo bajón de calidad, porque la faena de Alcalde, desligada, premiosa e insulsa, no se correspondía, en absoluto, con la espléndida nobleza del toro.

Todos los demás ejemplares tenían trapío y fuerza. Ninguno se cayó y la corrida tuvo pasajes de mucho interés. Al de Aleas, un cárdeno de impresionante presencia, lo ovacionó el público en cuanto apareció por el chiquero su imponente estampa. Sin embargo, la calidad no se correspondía con la fachada: eran mansos. Algunos con casta y duros de bezuña, tal que el propio Aleas y el Felipe Bartolomé; algunos descastados, como el Martínez Elizondo y el Murteira.

El Alonso Moreno no es que resultara mejor, pero cuando Morenito de Maracay consiguió parar sus huidas tontas, metió bien la cara en unos redondos largos y en un cambio de mano ceñidísimo que instrumentó el diestro. La faena resultó decorosa, mas su artífice debió considerarla cumbre, y se premió, a sí mismo, con una vuelta al ruedo que nadie había demandado. Cuando iba de retorno, los aficionados protestaban enérgicamente, con mayor ruído los del tendido 7, y Morejito les hizo lo que llaman "un corte de mangas". Naturalmente, se armó. Hace años, al torero que cometía semejante, grosería, el presidente lo multaba e incluso lo mandaba detener. Claro, que eso era antes, cuando había autoridad; ahora, el palco es el circo.

El Aleas, bravucón en el caballo, desarrolló sentido, y Manolo Arruza, que había banderilleado sin brillantez, le instrumentó un trasteo valiente. El Felipe Bartolomé se fue arriba en el segundo tercio y tanto Alcalde como Álvarez pasaron fatigas para salvar sus veloces. arrancadas. Ortiz, en cambio, ejecutó un par sensacional, por los terrenos de dentro. De mucho genio el toro, Alcalde se limitó a machetearlo.

El de Martínez Elizondo era buey, y Arruza lo aliñó. A este toro no lo banderilleó, por fortuna. Tampoco banderilleó Morenito al sexto, igualmente por fortuna, pues para quebrar a toro pasado, según había hecho en el tercero, son preferibles peones. Al descastado Murteira, que soportó siete puyazos como quien lava, lo trasteó a la defensiva, y no le hizo cortes de manga ni nada. La capea tuvo un triste fin. Los lidiadores de verdad estaban en el tendido.

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