La presidencia de Mitterrand ha sentado las bases para un relanzamiento de la CEE
La presidencia francesa de la Comunidad Económica Europea (CEE), que ha concluido prácticamente con la cumbre de Fontainebleau -valorada como histórica por los responsables de este país-, hadesbloqueado realmente el funcionamiento comunitario y encara la aventura de los diez hacia una evolución interesante y, por ello, cada día más difícil. La reforma de la política agrícola común (PAC), la cuestión presupuestaria -que engloba la contribución británica- y la ampliación, temas resueltos en una u otra medida, han desbrozado el camino que debiera enfocar a la CEE hacia una nueva mayoría de edad.
La presidencia de la CEE la ejercen sucesivamente los países miembros de los diez por períodos de seis meses. Desde el 1 de enero, y hasta el próximo día 30 de junio, Francia asumirá esa función, en la que será sucedida por Irlanda. En la cumbre de Atenas, donde se cerró la presidencia de los griegos, se consumó el bloqueo comunitario al chocar toda la problemática de la CEE con el eterno problema de la contribución británica. En aquellos momentos se habló de catástrofe histórica, de igual manera que hoy muchos enarbolan los ditirambos de fiesta para celebrar el triunfo del castillo de Fontainebleau.Cuando, en enero último, el Gobierno francés se hizo cargo de la Comunidad, dos enormes y envenenados problemas paralizaban toda la actividad de la CEE: la reforma de la PAC y el tema presupuestario, incluido en este último la contribución británica, es decir, el famoso cheque que Margaret Thatcher ha venido reclamando al inicio de cada reunión de los diez, desde 1979, con el argumento de que su país, injustamente, perdía dinero.
Al término de la presidencia de París, el tema presupuestario ha quedado resuelto, al menos para los próximos dos o tres años, de igual manera que en los últimos meses se reformó la PAC para que pudiera afrontar el futuro sin la angustia precedente. Como consecuencia de la ruptura que supone con el pasado reciente (lleno de querellas y discusiones por cuestiones parasitarias), la CEE puede afrontar ahora el tema de la ampliación a España y Portugal, con lo que se convertirá en un poderoso club de 12 miembros.
La pesca, como problema
El principio del ingreso de los dos nuevos miembros ya, no ofrece dudas. Otra cuestión es la realización de las buenas intenciones de todos, por lo menos en apariencia Por lo que a Portugal se refiere, no hay problemas graves que impidan que la negociación concluya para el próximo 30 de septiembre. En el caso español, "la pesca, y nada más que la pesca, es el problema a resolver", decía ayer un portavoz comunitario.
A partir de este momento, tras el desbloqueo que se ha operado en estos seis meses, la CEE podrá abordar el capítulo de las nuevas políticas comunes: industrial, investigación, social, cultura, medio ambiente y la de la Europa de los ciudadanos, como la llaman los franceses, consistente en suprimir pasaportes, requisitos fronterizos, en la creación de un himno europeo, de una bandera europea y de otros proyectos similares.
Estas políticas nuevas son, de hecho, las importantes, pues representan el futuro de la tercera revolución industrial. La euforia de los socialistas franceses inspiraba ayer sonrisas entre sus adversarios políticos, pero lo cierto es que hay cosas que ahora deberían ser posibles. En última instancia, Mitterrand ha fundamentado con su discurso de Estrasburgo, y también en la cumbre, la esperanza de la unión europea, de la que siempre se habló sin más.
De toda esta labor se destaca en los medios europeos que ayer estaban congregados en Fontainebleau el tacto y la sabiduría desplegados por Ronald Dumas, ministro francés de Asuntos Exteriores, que se considera posible futuro, primer ministro y que, como se sabe, fue el abogado de Picasso y contribuyó como pocos al retorno del Guernica a España.
El Gobierno desearía que este final apreciable y positivo de su presidencia europea fuera bien digerido por los franceses, con el fin de paliar sus fracasos interiores.
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