Un gallo al rojo vivo
Domingo Pérez Minik encontró en 1935 a Bertrand Russell en Tenerie y encontró en él a un ejemplo irrepetible de una actitud moral que ayer convirtió en premio el Gobierno autónomo de Canarias. Pérez Minik era un joven adscrito al superrealista europeo, próximo a recibir en las islas a André Breton e íntimo amigo de Eduardo Westerdahlque con él convirtió a las Islas Canarias en el ejemplo de una actitud europea que hoy es todavía una herencia cultural.Pérez Minik sigue siendo, como el filósofo británico, un gallo que está al rojo vivo, un personaje inconmovible que entre los insulares despierta la admiración de su independencia intelectual, y que entre los que le conocen ocasionalmente figura como una memoria irrepetible de lo que podría ser hoy la arrogancia del que jamás claudicó ante el premio o el castigo. El premio de ayer es el galardón a una generación literaria, y en las Islas Canarias se toma también como el apretón que recibe quien jamás esperó que algo tan simple como luchar por la libertad de la cultura pudiera tener algún día el refrendo de un jurado literario.
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