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La disidencia intelectual, el revisionismo y los nacionalismos, factores que desbordan el marco para Yugoslavia

J. FERNÁNDEZ ELORRIAGA A cuatro años de la muerte de Tito, el 4 de mayo de 1980, Yugoslavia sigue dentro de los cauces políticos que él delineara en el último decenio de su vida. La Unión Soviética no ha presionado para conseguir en el postitismo los favores estratégicos que no logró de Tito. Si bien Estados Unidos comprueba con gusto que ese Estado eslavo y socialista, de profesión oficial marxista y hasta leninista, no da muestras de deslizarse hacia el Este, Moscú se contenta con ver que la ortodoxia religiosa sigue en su sitio, aunque alterada por la herejía autogestionaria. Es en el plano interno donde la conflictividad ha crecido en frentes importantes. Ha levantado cabeza hasta ese ángel caído que es Milovan. Djilas, antiguo vicepresidente de la República. Jefe de los servicios de agitación y propaganda durante los primeros años de la posguerra, por el camino de Damasco del antiestalinismo se con virtió al laborismo británico. El 20 de abril, la policía entraba en un piso belgradense y detenía a Milovan Djilas, que disertaba ante 27 personas sobre La cuestión nacional en Yugoslavia. Hasta entonces, las osadías de Djilas, que en 1996 cumplió nueve años de cárcel, no habían pasado de publicar obras críticas y conceder cuantas entrevistas quisieran los periodistas extranjeros. Era la primera vez desde que fue expulsado del partido en 1954 que algo así ocurría. El régimen cayó en la tentación de dar un susto áleccionador a los asistentes al cenáculo, que pasaron 80 horas de cárcel.

Las no muy buenas relaciones con la otra ala de la disidencia, los marxistas críticos, parece haber influido en que nadie del grupo Praxis estuviera en aquella sesión. Para la policía, anunciarle a la opinión pública que un grupo de 27 personas ha sido sorprendido en compañía del renegado Djilas es mucho más llevadero que tener que explicar la detención de una decena de filósofos y sociólogos de los que Tito expulsó de la Universidad en 1974.

Mientras que Djilas no puede publicar ni una sola línea y el régimen logró aislarle hasta hacer de él un intocable en el interior, pero conocido en el extranjero, son los revisionistas del régimen los que contestan el sistema de partido único y piden otras formas de par ticipación electoral real. Sveta Stojanovic, esteta y filósofo, había pedido pocos días antes de la re dada de Djilas la democratización a ultranza de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia, la constitución de una alternativa de izquier da y el uso del voto secreto. Hasta el general yugoslavo Peko Dap chevich, que combatió en España con las Brigadas Intem acionales, pidió en el último congreso del partido que se renunciara al leninismo en el programa. Rjko Djuric, sociólogo y periodista belgradense, era expulsado del diario Politika hace poco por haber publicado a toda página el artículo "Deuda con la historia" en la revista liberal La Palabra Literaria (Knizevna Rec), pidiendo la rehabilitación de los trotskistas yugoslavos de preguerra. Pero es en el frente de los nacionalismos donde peor se han puesto las cosas tras la muerte de Tito. Los serbios, el pueblo mayoritario de Yugoslavia, están decididos a no concederle la República a los albaneses que habitan la ya autónoma región de Kosovo, poblada por un 80% de albaneses. El silencio, pero no la calma, ha vuelto a ser restablecido desde los nueve muertos y cientos de heridos de 1981. Son frecuentes las pintadas, los sabotajes, y no faltan las explosiones. Se estájuzgando ahora en Belgrado a un grupo de seis albaneses de Kosoyo acusados de contrabando de armas y explosivos con fines terroristas y de haber introducido en el país cientos de ejemplares de Prensa clandestina.

Menos altisonante es el descontento del nacionalismo y el catolicismo croatas o de. los musulmanes bosniacos. Los primeros y los segundos están a la espera de la llegada del Papa, vista con recelo por las autoridades federales.

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