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Ajuste de cuentas entre el Ejército los políticos

El golpe de Estado del martes en Guinea-Conakry aparece como un ejemplo característico de intervención militar en África. El protagonista es todo el Ejército, que se ha sentido marginado del poder en el último cuarto de siglo, y la víctima es la clase política. El golpe se produce además en un momento particularmente crítico para la economía del país, en vísperas de anunciarse un durísimo programa de austeridad que podía haber afectado a los gastos militares -y a los ingresos de los soldados-, pero que ahora recaerá normalmente en la generalidad de la población, y especialmente en la antigua clase política y la burocracia estatal.De acuerdo con los primeros comunicados del nuevo Comité Militar, la intervención parece dirigida contra el partido único y la familia de Seku Turé. Sin embargo, no debe descartarse la posibilidad de que la asunción del poder por el Ejército constituya un episodio más de la feroz lucha entre los clanes de la familia Turé, desatada con renovada dureza cuando murió el presidente.

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En esta línea, las acusaciones de haber instaurado un régimen de terror pueden ir dirigidas contra Siaka Turé, jefe de los servicios secretos y primo del antiguo Presidente, en tanto que las de corrupción pueden recaer sobre Ismael Turé, hermanastro de Seku, ex ministro de Planificación y últimamente titular de la cartera de Minería y Geología y, por ello, responsable de los contratos de prospección minera, principal ingreso del país.

Garantías a EE UU

Al comprobarse en los últimos días que en la batalla por el poder iban a triunfar el proamericano Ismael y el responsable del orden público, Siaka -ambos tendrían las bendiciones de Washington-, los restantes clanes familiares pueden haber facilitado al Ejército la conquista del poder, e incluso incitarle a conseguirla. Entre los incitadores pueden encontrarse la propia Andrée Turé, esposa de Seku; Mamadi Keita, pariente de Andrée y figura prominente del antiguo régimen, y Musa Diakiné, casado con una hermanastra de Andrée, ex ministro del Interior y enemigo de Siaka Ttiré.Las garantías de los golpistas a Estados Unidos vienen especialmente a cuento tanto por la vinculación de Ismael y Siaka Turé con Washington como por la comentada francofilia de Andrée Turé, Mamadi Keita y Musa Diakité. Y especialmente significativa resulta la promesa de respetar los compromisos internacionales del país. Ésta va dirigida sobre todo a los bancos privados norteamericanos, y especialmente al Chase Manhattan Bank, con el que tanto Sekucomo Ismael Turé mantenían estrechos lazos.

Por encima de las luchas por el poder político, la gran cuestión en la Guinea de hoy es la deuda externa, que se eleva a más de 1.500 millones de dólares (unos 80.000 millones de pesetas), cantidad similar al producto nacional bruto del país. A finales de 1983 se rompieron las negociaciones que Guinea-Conakry mantenía con el Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre el programa de austeridad que Conakry debía aplicar antes de poder renegociar su deuda.

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En las próximas semanas se debía reunir el Club de París para establecer los términos de la renegociación. La cuestión es especialmente urgente si se tiene en cuenta que el país debe ya 250 millones de dólares (unos 13.300 milones de pesetas) sólo en concepto de intereses no satisfechos a su vencimiento.

Gracias al patrocinio del Chase Manhattan, Seku Turé obtuvo en los últimos seis años una serie de préstamos de bancos privados norteamericanos que esperaba abrieran el camino a créditos blandos de organismos públicos que nunca llegaron en cantidad suficiente.

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