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Ya Negociar, no ceder

El gesto francés, como habíamos previsto, se ha producido. Claude Cheysson ha anunciado que el 30 de septiembre de este año habrán de concluir las negociaciones con la Comunidad, con el fin de que a lo largo de 1985 los diversos Parlamentos aprueben la ratificación de lo convenido.La dureza de que se habla en relación con el documento agrícola que se nos prepara y la confusión respecto al resto de las cuestiones dan la impresión de que todo puede traducirse en estos momentos en un auténtico diktat para España. En vez de negociar sin prisa ni pausa y con todas las armas que tenía, económicas y políticas, nuestro Gobierno ha decidido de pronto, en combinación con la Francia socialista y por los motivos que fueran, buscar algún triunfo fácil y rotundo. Lo curioso es que lo mismo sucede, a causa de las elecciones europeas, con el Gobierno galo. Intereses alicortos, pues, pueden estar tras esta noticia. El vino y el aceite, la ganadería y sus derivados, las dificultades para toda la hortofruticultura, pueden ser de tal magnitud -incluidas además en el áspero contexto europeo provocado por la crisis no resuelta de la CEE- que la dignidad española más elemental obligue al negociador a decir no.

El callejón sin salida aparece claro. En tal caso seríamos nosotros, por nuestras prisas, los que nos hemos metido en el cepo. Nosotros cerraríamos así la puerta, diremos el no, y Francia y alguien más que Francia respirarán tranquilos.

Por eso, la tentación a decir sí puede ser mucho más fuerte. La opinión general española considera de tal modo que es un triunfo nuestra integración que el ceder puede parecer lo más conveniente. Se creería así, en resumidas cuentas, con Napoleón, que "la intendencia siempre sigue". Sin embargo, el emperador comprobó en el Beresina lo terrible que es actuar sin estudiar a fondo cómo pueden llegar los suministros. El caso griego, donde se discute desde dentro del Mercado Común posibles condiciones de mejora, puede ser el modelo que se busque. Pero ¿Grecia, con su inflación creciente y su progresivo caos económico, ofrece un panorama que sea digno de emulación? En nuestro editorial No a cualquier precio señalamos hace bien pocos días que España no debe caer en una tentación que literalmente arruinaría a muchos sectores de nuestra economía para muchos años. El entrar en lo que hoy es solamente un club de intereses exige, en primer lugar, defender los nuestros. En principio, en vez de echar las campanas al vuelo, conviene revisar lo que sucede en Bruselas y proclamar la urgencia de no ceder en aquello que el más elemental buen sentido considera como no negociable.

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21 de febrero

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