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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La Declaración de Caracas

CON MOTIVO de la toma de posesión del nuevo presidente de Venezuela, siete jefes de Estado de América Latina y el jefe del Gobierno de España han firmado en Caracas una Declaración que trasciende, por su contenido, la circunstancia concreta que dio motivo a su aparición. En ella figuran tomas de posición sobre cuestiones concretas, como el acceso de Bolivia al mar, la simpatía por la neutralidad activa y efectiva de Costa Rica, la recuperación democrática en Argentina y el proceso electoral en Ecuador. Un punto de singular relieve es el apoyo resuelto a los esfuerzos del grupo de Contadora para asegurar la paz en Centroamérica. Pero además, como punto de partida de esas posiciones, la Declaración proclama dos principios fundamentales: primero, "la democracia representativa con vigencia plena de los derechos humanos, políticos y sociales" es el mejor sistema para el desarrollo de América Latina; segundo, repudio de "toda acción bélica que pueda desestabilizar cualquier país de la región, tal como ha estado ocurriendo recientemente" y reafirmación de las normas para las relaciones entre Estados soberanos consagradas por las Naciones Unidas, "cuya inobservancia es inadmisible". Para valorar la Declaración hace falta tener en cuenta que, entre sus firmantes, están dos países del grupo de Contadora -Panamá y Costa Rica- con la República Dominicana, Argentina, Bolivia, Colombia y Nicaragua. La firma de España en un documento dedicado a problemas del continente americano refleja el prestigio de nuestro país, el papel que puede desempeñar si a las razones de la lengua y de la historia sabe incorporar una visión abierta a las prioridades de hoy.Algunos comentarios han mostrado sorpresa ante la firma de Nicaragua en un texto centrado en la defensa de la democracia. La capacidad del sandinismo de orientarse por un camino de pluralismo político es sin duda uno de los factores que más puede influir sobre el desarrollo futuro. La firma de Daniel Ortega, al lado de las de jefes de Estado que son, incluso, liberales y conservadores, tiene un doble valor. implica a todas luces un compromiso de llevar a cabo el proceso electoral anunciado para 1985 con garantías serias, y es a la vez un gesto de estímulo y de confianza con respecto al Gobierno sandinista. La reafirmación reciente de que las elecciones se van a llevar a cabo a pesar de las dificultades creadas por los ataques de los somocistas corresponde, sin duda, al contenido de la Declaración suscrita unos días antes. El peor error sería pretender acorralar a Nicaragua, meterla en un gueto. Pero nada indica que EE UU haya renunciado a táctica semejante.

El secretario de Estado, George Shultz, tuvo que percibir, durante su estancia en Caracas, la frialdad con que es acogida hoy la política norteamericana, por no emplear palabras más fuertes. En los párrafos citados más arriba de la Declaración las alusiones son evidentes, evitando simplemente los nombres propios, a las acciones militares que EE UU ha llevado a cabo. Granada ha sido una pésima operación de política exterior. El sostenimiento militar de regímenes reaccionarios como los de Guatemala y El Salvador y de los rebeldes somocistas en Nicaragua están causando un serio desgaste a la Administración Reagan. El objetivo para el cual fue constituida la comisión Kissinger -lograr una política bipartidaria en Centroaméricaha fracasado; los -demócratas arrecian en sus críticas precisamente en este terreno: contra una política que, como dimana de las recientes denuncias del antiguo embajador de EE UU en El Salvador, Robert E. White, conduce a apoyar Gobiernos culpables de los crímenes más horribles, como el del arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero. En un plazo que no puede dilatarse mucho, Reagan tendrá que decidir si convierte su apoyo a Contadora en algo serio. 0 si continúa acentuando las acciones bélicas que causan el repudio unánime de América Latina. Tal es, quizá, el sentido más profundo de la Declaración de Caracas. No está firmada por los dirigentes de los países que se singularizan por su oposición a EE UU. Lo sintomático es que, al lado de Nicaragua, están algunas de las personalidades que se han mostrado más comprensivas y favorables a EE UU. Hecho asimismo notable es la aparición de Argentina en la palestra de una política democrática con perspectivas continentales. Muy ciegos tendrían que estar en Washington para no percibir lo que está detrás de las firmas y principios de la Declaración de Caracas.

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