La seguridad para Europa
La sigla completa de la Conferencia sobre Desarme y Medidas de Seguridad y Confianza en Europa, comúnmente conocida por CDE, nunca -dice el autor- ha sido pronunciada con fluidez por los funcionarios. Pero la actual Conferencia de Estocolmo marca una fase nueva e importante de las negociaciones Este-Oeste. Su finalidad no es el control o la reducción de armamentos en el sentido habitual, sino más bien conseguir que resulte mas difícil, para uno y otro lado, emplear las armas que actualmente hay en Europa, en un ataque por sorpresa o con fines intimidatorios.
Seguramente la gente razonable se preguntará qué razón hay para que intentemos llegar a nuevos acuerdos con la URSS en unos momentos en que se habían formulado serios interrogantes sobre el cumplimiento por la URSS de acuerdos precedentes y cuando, además, sus negociadores han roto las negociaciones de Ginebra sobre armas nucleares de alcance medio, y han interrumpido tanto las negociaciones sobre armas estratégicas como las negociaciones para la reducción mutua y equilibrada de fuerzas en Europa Central.Aun cuando estas negociaciones se encuentren en punto muerto, Estados Unidos y sus aliados europeos creen que la búsqueda de un avance en el control de armamentos convencionales reviste importancia crítica. Después de todo, es mucho menos probable que una guerra comenzase en Europa por una escaramuza nuclear como un suceso absolutamente inesperado que con soldados, tanques y transportes.
Consecuentemente, Estados Unidos y sus aliados van a proponer un paquete de medidas creadoras de seguridad y confianza que exijan una mayor transparencia sobre las actividades militares. Por nuestro lado, aspiramos a reducir los riesgos de guerra en Europa por ataque por sorpresa, por error de cálculo o por deficiencia de comunicaciones y hacer que disminuya la posibilidad de empleo de la fuerza con intenciones de intimidación política.
La guerra en Europa podría estallar por falsas impresiones sobre la posibilidad de obtener ventajas con un ataque sigilosamente preparado; por falsas impresiones de que un oponente se prepara para desencadenar una agresión militar, o también por autoengaños sobre la posibilidad de utilizar amenazas militares con el fin de ganar ventajas de tipo político.
La CDE va a bordar la cuestión de estos peligros centrándose en las actividades militares (tales como las maniobras) en toda Europa, hasta los montes Urales, lo que incluye una franja de la URSS mucho mayor de la cubierta por los acuerdos de Helsinki de 1975. Con un buen acuerdo en la CDE, aquellas actividades que pudieran resultar especialmente amenazadoras o inesperadas sólo podrían llevarse a cabo si una de las partes violara el acuerdo e hiciese así sonar las alarmas contra sí misma. El medio que se crearía resultaría así menos posibilitador del uso de maniobras militares como cobertura de un ataque por sorpresa. También resultaría más difícil utilizar las maniobras militares con la finalidad de amenazar o intimidar a otro Estado.
Medidas concretas
El presidente Reagan ha entendido siempre que la paz tiene una importancia tan superior que no podemos abandonar nuestra búsqueda, por medio de negociaciones, de una estabilidad y una seguridad mayores en Europa. Pero en la CDE, de igual modo que hemos hecho en otras negociaciones de control de armamentos, los acuerdos han de estribar en algo más que en la buena fe de las partes. La experiencia nos ha enseñado la importancia que tiene el no firmar un acuerdo de redacción imprecisa tan sólo por el hecho de firmarlo. Para que un acuerdo de la CDE pueda contribuir a crear confianza sobre la seguridad en Europa, debe incorporar medidas concretas, obligatorias, cuyo efecto pueda ser percibido a lo largo del tiempo.Durante los pasados tres años, los 35 países participantes en la reunión de Madrid, que revisaron el cumplimiento del acuerdo de Helsinki de 1975, convinieron en fijar un mandato para la celebración de la CDE, que requiere de ésa la adopción de medidas significativas desde un punto de vista militar y desde un punto de vista político, vinculantes, verificables y aplicables a toda Europa. Ese mandato tenía por objeto perfeccionar las disposiciones de los acuerdos de Helsinki en lo relativo a la seguridad, y van a ser nuestra Biblia en Estocolmo.
Las altisonantes proclamaciones de bondad de intenciones, como son las promesas de no agresión o de no utilización de armas nucleares en un primer ataque, no sirven para cubrir el expediente. No cumplen las condiciones que fija el mandato de celebración de la CDE, toda vez que el cumplimiento no puede ser verificado, ni tampoco ser comprobado el grado en el que cada lado se obliga en tales medidas. El intento de seguir en Estocolmo en esa línea de gestos vacíos e ilusorios funcionaría contra el logro de unos acuerdos prácticos dentro de un plazo razonable de tiempo.
Un acuerdo en la CDE según las líneas que perseguimos constituiría -hay que admitirlo- un modesto comienzo. No pretendemos insinuar que un ataque por sorpresa resultara imposible a partir de entonces. Creemos, no obstante, que con la aprobación de un acuerdo tal como el que pretendemos, las posibilidades de ataque por sorpresa serían menores. Y por medio de medidas concretas podría comenzarse a reducir el riesgo de guerra por malentendido o error de cálculo y a hacer que para cualquier potencia europea resultara más dificil el empleo del ataque por sorpresa con fines bélicos o de intimidación. Creemos que este comienzo es posible en Estocolmo.
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