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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El exilio español en México

EL DESENLACE de la guerra civil no sólo dejó una dolorosa estela de muertos, heridos y vidas destrozadas sino que también prolongó los sufrimientos de los derrotados con ejecuciones, cárceles, depuraciones, marginaciones interiores y exilios forzosos. El éxodo masivo de los republicanos se inició con la caída militar de Cataluña, prosiguió en marzo de 1939 y continuó durante los primeros años de la posguerra. En ese breve período de tiempo, decenas y decenas de miles de españoles abandonaron su patria, por justificado temor a las represalias, y buscaron asilo, primero, en suelo francés (incluido el territorio argelino), y luego, en diversas naciones hispanoamericanas. A ese exilio se refirió, en un reciente Pleno del Congreso, el diputado Roca, de Minoría Catalana, para reprochar al Gobierno socialista la escasa generosidad de su proyecto de ley reguladora del derecho de asilo, que limita, con asombrosa incoherencia, la proposición de ley de asilo presentada por el PSOE en 1980. Como dijo el parlamentario nacionalista, la memoria histórica exigiría cuando menos una normativa que permitiera materializar nuestro agradecimiento colectivo a los países que dieron a los vencidos en el desgarrador conflicto fratricida la oportunidad de salvar la vida, conservar la libertad y rehacer su existencia.Muchas fueron las naciones latinoamericanas que concedieron un generoso cobijo a nuestros exiliados. Pero, como escribió el desaparecido historiador Vicente Llorens, "la actitud de México respecto a los republicanos españoles no tuvo igual en ningún otro país". Bajo el mandato del presidente Lázaro Cárdenas, México abrió los brazos a los derrotados que llegaron a sus costas y ofreció la ciudadanía a los exiliados que quisieron aceptarla. Aproximadamente, un 70% de los 30.000 españoles que allí se habían refugiado se acogieron a esa propuesta. La apertura de la exposición sobre El exilio español en México, que se inaugura hoy en Madrid, concederá a la sociedad española la oportunidad de recordar los frutos de ese transterramiento.

Una de las primeras consecuencias del restablecimiento de la democracia fue llevar a feliz término la recuperación -iniciada durante la última etapa del régimen anterior- de la España peregrina, en la que ocuparon un destacado lugar profesionales, intelectuales, artistas y escritores de primera magnitud. Fragmentos de la cultura española creados en medio de mil dificultades, y que durante varios lustros fueron desconocidos por los españoles del interior, se reintegraron, de esta forma, al acervo común. Entre los millares de refugiados en México se encontraban hombres y mujeres de un talante creador que la derrota no pudo borrar. En esa relación figuran destacados representantes de casi todas las actividades: científicos como Blas Cabrera, José Giral, Francisco Giral, Gonzalo R. Lafora; profesores como Wenceslao Roces, Adolfo Sánchez Vázquez, Luis Recasens Siches, José Medina Echevarría, Pere Bosch Gimpera, Lluís Nicolau d'Olwer; filósofos como José Gaos, Eugenio Imaz, María Zambrano, Joaquim Xirau y Eduardo Nicol; pedagogos como Luis Álvarez Santullano; militares como Vicente Rojo, Sebastián Pozas, José Miaja, Francisco Llano de la Encomienda y Juan Hernández Saravia; escritores como José Bergamín, Enrique Díez-Canedo, León Felipe, José Moreno Villa, Juan Larrea, Emilio Prados, Juan José Domenchina, Emestina de Champourcín, Luis Cernuda, Juan Gil-Albert, Manuel Andújar, Francisco Giner de los Ríos, Juan Rejano, Agustín Bartra, Pedro Garfias, Tomás Segovia, Luis Rius, Ramón J. Sender, Max Aub, Benjamín Jamés, Paulino Masip, Agustí Bartra, José Ramón Arana, Daniel Tapia, José de la Colina; cineastas como Luis Buñuel, Carlos Velo, Luis Alcoriza; músicos y musicólogos como Rodolfo Halffter y Adolfo Salazar; periodistas y políticos como Indalecio Prieto, Antonio Zozaya, Roberto Castrovido; pintores como Ramón Gaya y Josep Renau, y tantos otros nombres que harían esa cita interminable.

Los españoles exiliados en México trabajaron, escribieron, enseñaron, tradujeron, hicieron cine, pintaron, crearon instituciones como la Casa de España, fundaron revistas -como La España Peregrina, Romance, o Las Españas-, dieron clases en la universidad y participa ron en empresas culturales de diverso signo, enrique ciendo de esta forma a sus patria de adopción y a su patria de nacimiento. Algunos regresaron a España o marcharon a otros países, otros fallecieron en tierra me xicana y unos pocos son todavía testigos vivos de aque lla trágica aventura, que supieron convertir en espléndi da y magnífica. La exposición que hoy se abre en Madrid brinda la ocasión de rendir un emocionado ho menaje a esas vidas españolas y al país que hizo posible su supervivencia. Como mostró Orwell en su 1984, sólo los sistemas totalitarios reescriben la historia y falsifican su pasado. Sería grotesco, por esa razón, que la España democrática que vive hoy en paz en el marco de la Monarquía parlamentaria fingiera ignorar que el dramático exilio de 1939 se realizó bajo los símbolos de la II República.

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Tal vez esta exposición ejemplar pueda servir para que la mayoría socialista en el Senado se plantee la posibilidad de rectificar el restrictivo proyecto de ley de asilo y refugio ya aprobado por el Congreso. No se trata de idear una fórmula nueva o de aceptar las sugerencias de la oposición sino simplemente de volver a la proposición de ley que el PSOE defendió con gran ardor y entusiasmo en 1979 y 1980, cuando ocupaba los bancos de la oposición, y que ha abandonado al alcanzar el poder sin molestarse siquiera en ofrecer una explicación míniniamente convincente. En contraste con el derecho de asilo "que se concedió y se reconoció a los ciudadanos españoles en otros momentos de nuestra historia", observó Miquel Roca en el citado debate, muchos Estados no hubieran podido dar en 1939 refugio a algunos diputados y senadores que hoy ocupan escaños parlamentarios si sus leyes hubieran sido idénticas al proyecto socialista aprobado recientemente en el Congreso.

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