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Crece la oposición social a la política económica del Gobierno militar brasileño

Unas 50.000 personas respondieron el pasado domingo al llamamiento de la Iglesia católica brasileña y asistieron a una misa al aire libre en el centro de Sao Paulo, convocada para protestar por la política económica del Gobierno militar. El acto ha sido considerado por fuentes eclesiásticas como la mayor protesta organizada por la Iglesia católica local desde el golpe militar de 1964 y se enmarca en un contexto de creciente malestar social.

El Gobierno brasileño trata en la actualidad de que el Congreso apruebe una ley que limitaría el incremento de los salarios al 80% del índice oficial de inflación. La Administración inscribe esta medida en la política de austeridad destinada a permitir la renegociación de la deuda exterior del país, calculada en 90.000 millones de dólares (13,5 billones de pesetas).La política económica del Gobierno brasileño, ligada a un acuerdo de refinanciación de la deuda recientemente suscrito con el Fondo Monetario Internacional (FMI), se enfrenta con una oposición interna que recorre todo el espectro político.

Los industriales advirtieron recientemente que el programa económico de la Administración para los próximos 15 meses puede transformar la recesión en depresión y causar nuevas pérdidas de puestos de trabajo. Los dirigentes sindicales, por su parte han convocado huelgas para el próximo octubre con objeto de protestar por los recortes salariales y el elevado índice de desempleo.

Con este telón de fondo se celebró ayer en Washington una reunión de urgencia, convocada por el FMI, entre representantes de bancos comerciales y el banco central brasileño, con objeto de tratar sobre la necesidad de nuevos préstamos de urgencia para Brasil.

La banca internacional se muestra reticente a cubrir las necesidades de dinero líquido de Brasil hasta finales de 1984, equivalentes a unos 11.000 millones de dólares (algo más de 1,6 billones de pesetas).

Algunos empresarios quieren que el Gobierno consiga una moratoria de cinco a seis años en el pago de los intereses y el principal de la deuda, lo que daría tiempo para concluir grandes proyectos de industrialización que relanzarían la exportación y la liquidez del país.

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La Iglesia católica brasileña de talante progresista, ha expresado a menudo su preocupación por el creciente desempleo. Con una población de 125 millones de personas, Brasil no ha tenido crecimiento económico desde 1980 y necesita crear 1,5 millones de puestos de trabajo anuales con el único fin de contener el paro.

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