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31º Festival de Cine de San Sebastián

'La conquista de Albania' caldea el ambiente del festival

A las nueve de la mañana, poco antes de la primera de las tris proyecciones previstas para ayer de La conquista de Albania, producida por Angel Amigo, que ya produjo La fuga de Segovia, y dirigida por Alfonso Ungría, un breve destacamento policial nos impidió a los espectadores acercarnos al palacio Victoria Eugenia e hizo desalojar el edificio a quienes habían penetrado antes. Un artefacto de pequeñas dimensiones -y que luego se reveló inofensivo- había sembrado la alarma.Un incidente más de los muchos que jalonan la cotidianeidad de Euskadi, como la manifestación anunciada para esta noche por Herri Batasuna. Sin embargo, neutralizada la bomba por los artificieros, la sala de proyecciones se llenó hasta el. límite por un público ansioso de conocer la que ha sido anunciada como la mayor supre-producción del cine vasco y del cine español.

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La historia, en principio, es, apasionante. Un rey de Navarra -Carlos II, llamado El Malo-, en la segunda mitad del siglo XIV, envía una compañía de guerreros navarros al otro lado del Mediterráneo para ayudar a su hermano Luis en la conquista de Albania. Una empresa loca, disparatada y, tal como resulta en la película, sumamente ilustrativa.

Pero sigamos con la producción. Ángel Amigo estaba encariñado con el tema, y él mismo, junto con la escritora y periodista Arantxa Urretavizcaya, habían escrito el guión, y en principio tenía que rodarlo Imanol Uribe, a quien no acabó de interesar. Finalmente, Alfonso Ungría -de quien recordamos -Gulliver, Soldados y la serie televisiva Cervantes- se hizo cargo de la dirección. El rodaje, que ha supuesto una inversión de 90 millones de pesetas, no ha sido precisamente un camino de rosas. A pocas fechas del Festival de Cine de San Sebastián, la producción se quedó sin un duro y fue Juan Alcorta, pequeño banquero que hace dos años dio la cara negándose a pagar el llamado impuesto revolucionario de ETA Militar, quien obtuvo los créditos para finalizar la película.

Todas estas circunstancias rodeaban la presentación en San Sebastián de La conquista de Albania de una atención excepcional por parte del público, la crítica y la profesión. Hay que decir, para empezar, que su La conquista..., si no desilusiona, sí puede desorientar. No nos encontramos ante un filme épico tradicional. No hay heroísmo en esta película. Hay desde el principio una tremenda, casi física, tristeza, que radica no sólo en la imposibilidad de la aventura total a fines del medievo, sino también en la posible lectura que puede hacerse de la sociedad. actual.

Desde las primeras imágenes, el espectador sabe que los navarros, ciegos y arrojados, van a conquistar Albania; también sabe que en su victoria está su derrota. A este respecto es muy ilustrativo el personaje del caballero Luis, hermano de Carlos II, incorporado con enorme energía y vulnerabilidad por Xabier Elorriaga. De ese guerrero de una pieza que en el primer rollo del filme sueña con lejanas empresas al hombre despojado que desea ser feliz hay toda una reflexión que, aunque no queda clara en las imágenes, llega a través de la interpretación.

Es una empresa de locos conquistar Albania para un puñado de mercenarios navarros que se pudren en la inactividad. Y es un epílogo de locos saber que Albania no existe, que todas nuestras Albanias se funden en la irrealidad del deseo. Pedro Lasaga, el fiel caballero, crecido a la sombra de don Luis, tardará en comprender las palabras de su maestro, resumibles en que sólo disponemos de una vida.

Es en este sentido, creo yo, que La conquista de Albania enlaza directamente con problemas muy vivos que hoy tiene Euskadi: la ne.cesidad de felicidad, la necesidad de normalidad. Talvez este comentario está influido por el hecho de que, pocas horas antes de ver la película, un etarra, que ahora vive en paz en las montañas, le confesaba a quien esto escribe parecidas conclusiones de las que extrae el personal protagonista: "He descubierto que es hermoso pasear, vestirse, saludar a la gente por la calle, y que no pase nada".

La conquista de Albania se resiente de un bloque central excesivamente moroso, reiterativo. Las dudas de Luis y los reproches de Pedro se repiten en exceso. No obstante, poco después el filme remonta el vuelo y acaba en nota muy alta. A ello contribuyen la impecable factura de la produccción, como no se ha visto en nuestro cine; la excepcional interpretación, destacando a Elorriaga, a Chema Muñoz -una revelación en el papel de don Pedro-, a Clara Badiola -una especie de Anna Magnani joven e intensa- y a todo un casting tan bien seleccionado como resultón.

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