.El presupuesto de la Seguridad Social
AUNQUE TODAVIA faltan muchos trámites, incluida la aprobación por el Parlamento, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social ha dado a conocer el proyecto de presupuesto de la Seguridad Social para 1984. Los gas tos ascenderán a 3,1 billones de pesetas, es decir, un 13,5% más que los 2,7 billones presupuestados para el año en curso. Según las cifras conocidas, el presupuesto de la Seguridad Social estará en equilibrio gracias a un aumento del 10% en las cuotas pagadas por empresas y trabajadores y a un aumento del 30% en las subvenciones (625.600 millones de pesetas) aportados por el Estado.Los gastos presupuestados, matizan los portavoces gubernamentales, no crecerán por encima del valor de la producción de bienes y servicios en 1984; de este modo, no aumentará la importancia relativa de la Seguridad Social con relación al resto de la actividad económica. Esto es un modo de afirmar que su financiación no supondrá una carga adicional, un incremento de la presión fiscal, sobre los sectores productivos. Sin embargo, la confirmación de esta hipótesis dependerá de la evolución real de la economía y de la marcha de los precios. En el supuesto nada improbable de un crecimiento próximo a cero y unas alzas de precios del 8%, la financiación de los gastos de la Seguridad Social exigirá una mayor presión fiscal o, lo que es más probable, provocarán un déficit en sus cuentas que vendrá a sumarse al del Estado.
Los elaboradores del presupuesto han introducido innovaciones razonables e interesantes. Las cuotas de los regímenes especiales -agrarios, autónomos (pequeños empresarios y profesionales), trabajadores del mar, minera del carbón, ferroviarios, etcétera- se incrementarán muy por encima del régimen general Con el fin de equipararlas a -los pagos que efectúan el con unto de empresas y trabajadores. El trato de favor para muchas actividades consideradas como muy peligrosas o necesitadas de un estímulo específico, en el caso de la agricultura, por ejemplo, debido a su baja productividad, resulta hoy día menos justificado. La penosidad de las minas del carbón es comparable a la de otras minerias y la peligrosidad del mar se ha atenuado en parte gracias a las mejoras en las embarcaciones y en los medios de comunicación. Todos los regímenes especiales son deficitarios y los elaboradores del presupuesto pretenden su equilibrio mediante una mayor equiparación entre gastos e ingresos en cada régimen. Posiblemente las nuevas medidas provocarán algunas resistencias y en los casos, por ejemplo, de Hunosa y Renfe, pueden dar lugar a un mayor déficit de las empresas si no se adoptan cautelas correctoras en otros terrenos.
La innovación fundamental en el capítulo de ingresos consiste en la pretensión de reducir o mantener las contribuciones de las empresas y aumentar la parte de la cuota satisfecha por los trabajadores.
La intención es reducir el coste del factor trabajo para no desanimar su contratación e incrementar las aportaciones de las personas empleadas, de manera que se establezca una mayor solidaridad con quienes reciben prestaciones por disempleo. La vía iniciada ya ha merecido la atención por parte de otros países, como Francia, preocupada por los problemas de poder mantener la financiación de la Seguridad Social en una época en que el número de los beneficiarios de las prestaciones aumenta más rápidamente que la base de cotizantes, es decir, de las personas empleadas. Una de las posibles soluciones está en el paso progresivo de las cuotas, como ocurre con el impuesto que grava la renta de las personas físicas, desde la empresa a los trabajadores. Pero éste no es un camino, fácil y exigirá su aceptación por los trabajadores y sindicatos, gran habilidad de las autoridades y comprensión por parte de las empresas a la hora de repartirse los sacrificios.El proyecto de presupuesto de la Seguridad Social incluye, así, interesantes innovaciones que demuestran el buen conocimiento técnico de sus elaboradores. Sin embargo, lo que no resuelve es la incertidumbre de si el sistema no incurrirá, en 1984, en un déficit entre sus gastos e ingresos y, sobre todo, de si a corto plazo no se llegará a una situación financieramente insostenible. La desigualdad entre el número estabilizado o decreciente de contribuyentes y el incremento continuado y constante de prestaciones impone un antipático determinismo, cuyos peligros no se disipan en el proyecto de presupuesto de la Seguridad Social para 1984.
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