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Tribuna:'El espíritu de la Magdalena'
Tribuna
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Cantabria vive el sueño anual de los cursos de la universidad de verano

. Quien llega al Palacio de la Magdalena en Santander durante el fin de semana recibe una engañosa impresión. La de que Queentin Durward se pasea por las cornisas de esta mole almenada a lo Walter Scott, de que Scaramouche saltará de un momento a otro de lo alto de una escalinata hasta una de las historiadas lámparas que adornan los salones.

Durante el dulce week end que, como en Daphne du Maurier, podría empezar con el encabezado "anoche soñé que volvía a Manderley", puedes tomar café, en short y camiseta, con Santiago Roldán, rector magnífico a quien él adjetivo se le podría poner, delante; puedes charlar a la luz de la luna con Carlos Castilla del Pino y recordarle los tiempos en que ayudó a emanciparse a toda una generación de españolas; puedes hablar a Nicolás Sánchez Albornoz y preguntarle por su padre y por su hijo, mientras le animas a atravesar el trance de la pierna enyesada que arrastra con dignidad profesoral. Puedes, incluso, sostener suculentas conversaciones acerca de la cultura con ese grupo de mujeres, eficacísimo e inasequible al desaliento, que forman sólidamente la infraestructura de la UIMP y hacen que todo, absolutamente todo, funcione: las secretarias, las telefonistas, la jefa de Prensa, las ayudantas y las gobernantas.

Hay tiempo, durante el fin de semana, para el chismorreo abundante. Te cuentan cómo, por ejemplo, el escritor Juan Gil-Albert que ha llegado en avión, aterrorizado -él, que sólo consiente en viajar en tren-, va a tener una biblioteca con su nombre en el cercano pueblecito Viono de Piélagos, el único que existe en Cantabria bajo la advocación de la valenciana virgen de los Desamparados. Te cuentan que sólo hay 20 personas como personal organizativo en la UIMP, eso sí, trabajando a tope. Que ésta es una universidad que sale barata porque no tiene catedráticos, ni adjuntos ni numerarios, ni no numerarios. Que aquí todo quisque, empezando por el rector, se nutre en los comedores, sencillos y e conómicos, instalados en los edificios del palacio propiamente dicho y de las caballerizas, más conocidos como arriba y abajo, respectivamente, aunque sin las connotaciones de separación de clases que tenía la famosa serie televisiva. Todo ello reduce considerablemente los gastos, aunque, así y todo, se necesita más dinero porque es mucho lo que se está ofreciendo, lo que se va a ofrecer hasta que finalice el curso.

En los ambientes del palacio se sabe, además, que el Gobierno está buscando una alta distinción con la que honrar al más británico y universal de los narradores argentinos, Borges, quien también recibirá la medalla de honor de la UIMP. Borges abrirá este fin de semana en Sitges (Barcelona) los cursos que la UIMP organiza allí y luego viajará a Santander para recibir esa distinción, recitar y someterse a un coloquio.

En La Magdalena recuerdan lo estupendo que estuvo Miguel Ríos en su intervenció n en el seminario dedicado a la juventud, cómo, luego, fueron todos los que pudieron a su concierto en el Sardinero, incluidos quienes tienen el corazón dividido entre el rock y la extraordinaria música clásica que se está ofreciendo dentro del Festival Internacional de Santander.

Noche memorable del sábado

Noche memorable, por cierto, la del último sábado, en que los espectadores pasaron, prácticamente al galope y bajo la lluvia, de escuchar al extraordinario pianista Paul Badura Skoda (véase crítica en estas mismas páginas) en tres sonatas,de Haydn, Beethoven y Schubert, a presenciar una absolutamente impagable versión de Carmina Burana a cargo de la Orquesta Sinfónica NDR de Hamburgo y el Orfeón Donostiarra. En el concierto, también se encontraba Miguel Ríos, plenarnente integrado a la movida santanderina, que estaba como loco escuchando la Carmina Burana.

El lunes te despiertas a toque de corneta y empiezas a comprobar que no puedes, físicamente no puedes, asistir a todas las conferencias que interesan dentro de los diversos cursos de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. ¿Cómo elegir entre Mcolás Sánchez Albornoz, Rodríguez Alfageme, Luis Ángel Rojo, Kathleen Vernon, o Santos Sanz Villanueva, cuyo horario coincide sin misericordia? ¿A qué se puede renunciar? ¿A la modernización económica de España, a los clásicos como pretexto, al análisis del lector de las novelas de Nabokov, a Keynes o a la filología hispánica?

Para los acuden en verano a esta especie de sueño de la. Cultura, este es un terrible dilema. Porque también debes estar en los pasillos, y en el bar, en donde te enteras de que el domingo llega Jorge Luis Borges, que el sábado ya habrá aparecido Alfonso Guerra; que casi seguro viene José María Maravall, ministro de Educación, y que en el Gobierno buscan una alta distinción que ofrecer al fabulador de mayor solera con que cuenta en este momento el mundo de habla hispánica.

Luego están las actividades culturales, que coinciden todas por la noche, en dura competición con el Festival Internacional de Santander. Ayer en el paraninfo de la universidad proyectaban una película de singular calidad: Una mujer de París, de Charles Chaplin. Y en los salones de palacio, los Air Valley Singers, coro de Cámara de YorKshire, ofrecían un concierto, mientras en la Porticada, el Teatro de Marionetas de Metz representaba un estupendo Don Quijote, y en Comillas se daba un concierto barroco a cargo del Ensemble de Cuivres d'Aquitaine. A propósito de cine, hay que decir que durante toda la semana se proyectará un ciclo de romanticismo a tope, en el que se incluyen Los paraguas de Cherburgo, de Jacques Deray, Todos rieron, de Peter Bodganovich, la preciosísima Un instante, una vida, de Sidney Pollack, y Satiricón, de Federico Fellini.

En medio de todos los actos, la fisonomía, creada por el pintor Eduardo úrculo, autor del cartel de la UIMP de este verano, un cartel que te convierte en alguien que espía por encima del hombro de alguien que, a su vez, espía el lejano faro del que una luz y otra va a llegarle. Una luz de saber, como la que está iluminando ahora el sueño del palacio de la Magdalena.

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