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Comisiones Obreras y el Gobierno

Las movilizaciones programadas en Andalucía por Comisiones Obreras se observan desde el Gobierno como una estrategia encaminada a entorpecer la paz social. Nadie ignora la escasa solidez de toda paz social en territorios, como el andaluz, atribulados por bolsas de economía muy deprimida y altos índices de paro. La nueva regulación del empleo comunitario ha venido, por otra parte, a levantar ampollas de irritación en un porcentaje notable de antiguos beneficiarios, lo que origina un ambiente muy favorable a la protesta parcial o colectiva. Ocurre, sin embargo, que la estrategia de Comisiones Obreras se sale de los hábitos convencionales para incurrir en tipificaciones delictivas. El mismo presidente Felipe González hizo anteayer referencia en Lubia (Soria), donde ha iniciado unas breves vacaciones, al Código Penal. El corte de carreteras y de vías férreas está castigado por la! leyes penales en vigor.Existen en Andalucía viejos antecedentes de ruptura de la paz social que no deben revitalizarse en estas circunstancias. El Gobierno, de cualquier modo, va a ser duro con toda infracción en que incurra la protesta, y así lo anunciaba desde Lubia al presidente González, preocupado y dolorido al mismo tiempo, por la actitud de una de las dos grandes centrales del país. Comisiones Obreras mantiene una relación estrecha con el PCE, lo que inspira a algunos observadores políticos la idea de que la vieja guardia de Santiago Carrillo podría haber alentado la estrategia andaluza de Comisiones Obreras

No parece, sin embargo, que se trate, al menos de una manera formalmente preconcebida, de una finta carrillista contra su sucesor, Gerardo Iglesias o contra el Gobierno González. Se tiene más bien la impresión de que se trata de un fenómeno local, inspirado por el deseo de CC 00 del campo de ganar terreno a los sindicatos rivales. Unión General de Trabajadores se mantiene al margen de esta modalidad de protesta, y el SOC -Sindicato Obrero del Campo-, habitualmente más reivindicativo y. combativo que las grandes centrales, se desentiende. Parece, así, que CC OO actúa sin más apoyos gremiales que los de su propia militancia. Una militancia que, a pesar del relativo fracaso de sus movilizaciones iniciales, parece altamente enardecida.

Desde las alturas del PCE se observa esta situación con distintos talantes. Es bien sabido que la nueva dirección del partido, en contra de la antigua, no desea acosar al Gobierno socialista, sino hostigarle de una forma convencional y crítica. Carrillo, por su parte, propugna una oposición dura, de claro distanciamiento, de permanente exhibición de un recordatorio con las promesas electorales del PSOE. Es lógico, asi, que los carrillistas contemplen más favorablemente la estrategia de Comisiones Obreras en Andalucía que el equipo de Gerardo Iglesias.

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Los hechos, de cualquier modo, preocupan al Gobierno. La preocupación se ve agravada por los antecedentes históricos de los años treinta. En 1983, sin embargo, tanto Andalucía como el resto del Estado está gobernada por el mismo partido. Un partido en el que goza de un predominio muy especial el grupo sevillano. No se le puede, pues, negar al Gobierno sensibilidad para la sintonía andaluza.

9 de agosto

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