El 'espíritu de Contadora' renace de sus cenizas
El espíritu de Contadora ha renacido de sus cenizas tras la declaración de Cancún. Cuando muchos apostaban ya por su defunción, los presidentes le han dado un cuerpo doctrinal más sólido y han trazado un itinerario para las negociaciones de paz en Centroamérica. No faltará quien asegure que predominó la posición más derechista, la más cercana a los planteamientos de la Casa Blanca. Algo de esto puede ser cierto, cuando Luis Herrera Campins resume el contenido de la conferencia en la siguiente frase: "No habrá paz en Centroamérica sin democracia plena". Se trata, sin duda, de un aviso para Managua, aunque pueda tener también otros destinatarios, como Guatemala y El Salvador.
Antes de la reunión se aseguraba en círculos diplomáticos que México oponía serios reparos a suscribir una declaración de esta naturaleza. El texto final apunta que los miembros de Contadora más afines a Washington (Venezuela y Panamá) ganaron la partida. El especial acento que pone siempre la diplomacia mexicana en la defensa de la autodeterminación, algo que agrada a los oídos del régimen nicaragüense, sólo se refleja de pasada en la declaración de Cancún, en tanto que hay cuatro referencias a la necesidad de profundizar la democracia. Se insta a todos los países centroamericanos a realizar esfuerzos para fortalecer las instituciones democráticas y perfeccionar los métodos de consulta popular, asegurar el acceso de las diversas corrientes de opinión al proceso electoral y promover la plena participación de los ciudadanos en la vida política de sus respectivos países.Todo esto podía haber sido firmado por el Departamento de Estado, que siempre culpó del conflicto centroamericano a los sandinistas por su propósito de instalar en la región un sistema de corte soviético. Para los norteamericanos, la guerra sería sólo un modo de frenar el intento totalitario de Nicaragua. El grupo de Contadora viene indirectamente a darle la razón.
Otra novedad de la declaración de Cancún es el reconocimiento de que la paz en Centroamérica no es sólo cuestión de las cinco naciones del área, sino también de otros Estados que mantienen vínculos especiales con esta región. El documento no los menciona, pero sí lo hizo indirectamente el presidente de México, Miguel de la Madrid, al manifestar que la declaración había sido enviada por télex a los cinco presidentes de Centroamérica, a Ronald Reagan y a Fidel Castro. Es la primera vez que el nombre del presidente cubano se relaciona con las negociaciones de Contadora.
Hasta ahora, el punto de partida era la declaración efectuada el 9 de enero por los cancilleres del grupo. En ella se dijo que sería altamente positivo para la paz sustraer el conflicto centroamericano de la confrontación Este-Oeste. Esto no pasó de ser un buen propósito. Nadie que esté en sus cabales puede negar hoy que Centroamérica es precisamente uno de los escenarios mundiales donde la relación Este-Oeste alcanza uno de los niveles máximos de tensión. Los presidentes del grupo de Contadora reconocen ahora que la paz no es sólo cosa de cinco, sino que tienen que ver con ella Estados Unidos y Cuba, a los que piden un compromiso sin reservas a favor de la opción diplomática y una contribución positiva para fortalecer los cauces de entendimiento.
Este papel que se asigna a Cuba en la pacificación de Centroamérica tiene que haber desagradado profundamente a Estados Unidos. La Administración Reagan concede a esta región una máxima prioridad, al considerarla como su cuarta frontera. Nunca ha admitido que un país del bloque soviético pudiera instalarse en la zona. Tampoco acepta discutir el futuro centroamericano con una nación como Cuba, a la que siempre acusó de exportar su revolución.
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