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El agotamiento de la sociedad occidental, analizado en un curso de la universidad Menéndez Pelayo

El agotamiento en la sociedad occidental más avanzada del tiempo histórico de la modernidad, y que deja paso a un horizonte posmoderno, ha sido analizado en un seminario sobre Signos del tiempo moderno y posmoderno, dirigido por el catedrático Carlos Moya en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. En el seminario participaron diez profesores españoles y extranjeros.

Sociólogos, historiadores, críticos de la cultura, analistas de las nuevas formas estéticas y teóricos de la comunicación, entre otros, expusieron en sus conferencias, desde diferentes enfoques y perspectivas, los signos del paso del tiempo moderno al posmoderno, hecho diagnosticado desde la década de los sesenta.Signos del tiempo, que sirvieron de enunciado al seminario, y que fueron tomados como punto de partida crítico en una de las primeras conferencias, la pronunciada por el catedrático de Sociología Jesús Ibáñez, para el que, si bien la modernidad estuvo dominada por los signos, "era una época", dijo, "en la que todo tenía sentido, y todos y cada uno estaban dominados por ideales, por la acumulación ideológica". La posmodernidad, por el contrario, es el tiempo en el que los ideales han sido abolidos; "es la época", precisó Ibáñez, "en la que hemos comprendido que, que nada tiene sentido".

Las pautas / signos de la modernidad que conducen al posmodernismo en la sociedad industrial avanzada fueron sistemáticamente registradas por el profesor Moya, recogiendo los criterios expresados por los participantes en el seminario de la UIMP: Alfonso Pérez Argote, Tomás Llorens, Simón Marchán, Francisco Calvo Serraller y el ya citado Jesús Ibáñez. En ese sentido, Moya precisó cómo la metamorfosis de la articulación familiar, regida por el tabú patriarcal del incesto, regulando-discriminando-jerarquizando las relaciones en función de las clases de sexo (masculino-femenino) y clases de edad (padres / hijos, mayores / menores, adultos / jóvenes), deja paso a la disidencia juvenil, a la masiva autoafirmación de la mitad femenina y a la expansiva difusión de una estética y sensibilidad gay.

Para el director del seminario, otro de los signos del nuevo tiempo se encuentra en el paso desde "un conflictual sistema de Estados nacionalmente soberanos" hasta una articulación, integración o referencia conflictual frente a los dos grandes bloques imperialistas, "cuya antagónica complicidad", añadió, "gobierna el mundializado imperio de la sociedad industrial avanzada". Otra de las pautas del cambio vendría dada, por el definitivo agotamiento de la ilusión desarrollista y de un expansionismo desenfrenado, enmarcada en "la complicada y nunca suficientemente analizada crisis del capitalismo industrial". Como consecuencia de ello, lo que denominó universalizado fantasma del paro, principalmente centrado en la juventud, permitirá, en su criterio, "una penúltima domesticación exterior, al servicio de organizaciones, de las relaciones de producción, progresivamente obsoletas y sostenidas como expansión civil de una cosificada tecno-estructura".

"En Occidente", señaló el profesor Moya, "la democracia industrial de masas es un estadio político final", tras agotarse los ideales de la industrialización y la fe en la Razón, determinando el envejecimiento de su "plural discurso ideológico, litúrgicamente organizado en términos de sindicatos y partidos de masas. Ello tiene que ver sustancialmente", añadió, "no sólo con la integración estatal del viejo conflicto de clases, sino con la nueva forma de representación simbólica hegemónica sobre nuestro mundo".

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