A la pérdida de popularidad entre los israelíes, Beguin responde de forma bélica y expansionista
Poco después de la matanza cometida contra los palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Chatila, y a pesar de que los actos de protesta llegaron a reunir 400.000 personas en Tel Aviv, todas las encuestas de opinión coincidían en que, de llamarse a elecciones en esos momentos, el Likud, partido del primer ministro Menajem Beguin, obtendría mayoría absoluta en el Parlamento. En aquel entonces escribimos que sólo el deterioro de la eufórica situación económica de la población, mantenido artificialmente mediante subsidios a los bienes y servicios de consumo masivo, y una fuerte humillación política modificarían ese cuadro, debido también en gran parte a la incapacidad de la principal oposición, el Partido Laborista, dividido y ambiguo en todos los problemas.Desde entonces se han producido muchos hechos que han modificado el panorama, ninguno alentador para el partido gobernante, y por primera vez, las encuestas muestran un claro desgaste de su popularidad. Dos son los factores que han influido más decisivamente: la desilusión de la guerra, convertida en una ocupación desgastadora, ya sin esperanzas del resonante triunfo que prometió el entonces ministro de Defensa Ariel Sharon, y el deterioro económico, fundamentalmente de los salarios, erosionados por una inflación del 150% anual.
Con la guerra de Líbano se había prometido aplastar definitivamente a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), destruir moralmente, si no militarmente, a Siria, obligándola a retirarse a sus fronteras; instalar un Gobierno amigo en Beirut y someter definitivamente a los palestinos de los territorios ocupados en 1976, domesticados tras la desaparición de su dirección política. Mientras se alentaban esas-ilusiones, el Ejército y la población aceptaron sin quejas los 300 muertos y 2.000 heridos que costó la guerra.
Ejército ocupante
Pero el triunfo esperado fue diluyéndose, hasta transformarse en el acuerdo impuesto por Estados Unidos, que lleva a una situación igual o inferior a la existente antes de la guerra. Y el Ejército se ha transformado en una fuerza de ocupación, en la que participan no sólo soldados y oficiales en activo, sino decenas de miles de reservistas de hasta más de 40 años. El tedio, la inmovilidad, los muertos que se suceden semana a semana, los centenares de muertos y heridos, el peligro constante, han perdido en esas condiciones todo sentido y la idea de que hay que volver a casa gana día a día más fuerza. Cada reservista, al volver después de su período de servicio, y cada soldado que regresa con permiso transmiten a la población mayor desánimo. Centenares dé reservistas y hasta algún soldado en activo han rechazado la condecoración de la guerra sin sufrir la acusación de traidores y el rechazo social que se hubiera producido en otras circunstancias.
Y en el campo económico, el salario real, que bajó un 2% el año pasado, cayó otro 15% en el primer tercio de éste, a la vez que las exportaciones siguen decreciendo, que la bolsa debe ser prácticamente subvencionada para que no se derrumbe y que se suceden las huelgas.
Algunos ministros no ocultan que estarían de acuerdo con la retirada unilateral de Líbano, varios se han enfrentado públicamenteal ministro de Finanzas y zar de la economía Yoram Aridof, y los partidos aliados del Likud en la coalición, sobre todo los religiosos, no ocultan que temen la posibilidad de un adelanto de las elecciones.
Porque la situación continúa siendo todavía paradójica: el partido de Beguin ha perdido apoyo y obtendría menos escaños si hubiera hoy elecciones de las que las encuestas le daban hace un par de meses; pero seguiría probablemente ganando por un porcentaje más amplio del que logró en los dos comicios que le dieron el Gobierno en 1977 y en 1981. En cambio, los otros partidos que forman la coalición de Gobierno reducirían notablemente su representación, en particular el más importante, el Partido Religioso Nacional, que obtuvo 12 escaños en 1977, sólo seis en 1981 y probablemente nada más que cuatro en la actualidad. Y el laborismo, a su vez, aunque ha mejorado desde los días anteriores e inmediatamente posteriores a la iniciación de la guerra es dudoso que obtuviera mayoría absoluta.
Sin embargo, existe una cierta tendencia a que empeoren las posibilidades electorales del par tido de Beguin y mejoren las del Partido Laborista. Y algunos hechos lo confirman: en el Colegio de Abogados y en las asociones estudiantiles de las tres principales universidades ha ganado el laborismo después de 10 años de derrotas frente a la derecha. Y esa tendencia, que podría acelerarse debido a las causas apuntadas, es lo que podría empujar a Beguin a adelantar las elecciones antes de que el deterioro fuera mayor, buscando algún, modo de evitar pérdidas a los otros partidos de la coalición.
Acuerdo con Líbano
Pero aun el plazo mínimo de seis meses que exigiría llamar a elecciones anticipadas podría ser demasiado largo para el Gobierno en las condiciones descritas: su deterioro es probable que siga y aun se acelere, y podría agravarse cuando comiencen las presiones de Estados Unidos para un arreglo del problema de los territorios ocupados. El acuerdo con Líbano es, para la Casa Blanca, como el prólogo para que se reinicien las conversaciones interrumpidas el año pasado, y como una señal para que Jordania se incorpore a ellas. Y esto es sabido por Beguin.
De tal modo, el problema inmediato que se plantea a Beguin radica en cómo mejorar sus posibilidades electorales, teniendo en cuenta que esta vez no parece fácil que pueda recurrir al método utilizado en la última elección: el lanzamiento de una serie de medidas que aumente el valor del salario real.
Pero no es necesario especular mucho, porque la respuesta ya está dibujada: la apelación al ultranacionalismo. Y en dos frentes: prácticamente cada día, alguno de los ministros, y en particular el nuevo titular de Defensa, Moshe Arens, advierte sobre la "posible inevitabilidad" de la guerra con Siria; y a la vez se lleva a toda máquina la política de tratar de crear nuevos asentamientos en los territorios ocupados. Esta política es más espectacular que real, ya que se ocupan nuevas tierras y se levantan viviendas e infraestructuras, pero los pobladores que acuden no son demasiado numerosos, a pesar de las ventajas de todo tipo que se ofrecen. Y tal vez la guerra con Siria no llegue a iniciarse, porque los factores en juego son de excesiva envergadura, ya que detrás de ambos eventuales contendientes éstán Estados Unidos y la Unión Soviética, demasiado comprometidos esta vez. Mas sea de ello lo que fuere, y es necesario contar con los imprevistos en este tipo de cuestiones, lo cierto es que el Gobierno de Beguin ha lanzado decididamente su, consigna de "cañones, no mantequilla", para parafrasear el ya olvidado grito de Mussolini.
Ha sido justamente el ministro de Finanzas el encargado de decirlo con todas las letras. En el debate parlamentario de mayo sobre el voto de desconfianza por la situación económica, el ministro Aridor declaró con impostado énfasis: "Cuando la inflación y el aumento de la carestía sean sólo un recuerdo histórico, Judea y Samaria (Cisjordania ocupada) sería nuestra... Por esa razón el Gobierno no atenderá las revindicaciones de la oposición por los gastos hechos en asentamientos". Así de terminante.
Ismael Viñas es director adjunto de la revista israelí en castellano Semana
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