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Pinochet: el loco de La Moneda

"Miente a todos y está convencido de que todos le mienten", dicen en Santiago del presidente chileno, definitivamente abandonado por, las fuerzas que le llevaron al palacio de La Moneda

James Theberge, el elegante Embajador de Estados Unidos en Santiago, llega a confesar su frustración ante amigos chilenos de confianza: "Miente a todos (por Pinochet) y está convencido de que todos le mienten. No confía en nadie ni nadie puede ya confiar en él". James Theberge, de la mano de la Administración Reagan, llegó a Chile para consolidar el régimen pinochetista sustituyendo a un embajador crítico del sistema, pero en poco más de un año ha arrojado la toalla: El pasado miércoles, después de una admonición del secretario de Estado norteamericano, George Bush, sobre la suerte del líder sindical Rodolfo Seguel, las puertas de la embajada estadounidense en Santiago se abrían para dar audiencia a otros dirigentes del Comando Nacional de Trabajadores, en rebeldía contra el régimen.

Sólo resta poner la fecha para la caída de este hombre que ha logrado enfrentarse a un tiempo a la Iglesia, a la burguesía, a la masonería, al proletariado, a la oligarquía financiera, a las clases medias depauperadas, a los pequeños negociantes, como los camioneros, que sembraron la ruina de Allende, a la Armada, que elitistamente le desprecia por su zafiedad, y a la Aviación, que sencillamente estima que puede estar loco.Sólo el Ejército de Tierra, de educación prusiana, férreamente jerarquizado y vigilado y depurado -a más del aparato burocrático estatal- continúa sosteniendo al general Pinochet. Y sólo, por el temor militar al vacío de poder, el miedo al radicalismo marxista, la posibilidad de enjuiciamientos por los crímenes de la represión de 1973 y la ausencia de una alternativa claramente definida por parte de los políticos de la oposición, agrupados en la Multipartidaria (democristianos, radicales, socialistas, socialdemócratas y comunistas).

Pero con el país quebrado -se polemiza sobre la conveniencia de enviar al Banco de Londres parte de las reservas de oro como garantía de nuevos préstamos- y los sindicatos obreros y patronales llamando a la población a la huelga general, pocos estiman que Pinochet pueda cumplir en La Moneda, este 11 de septiembre, el décimo aniversario de su sangriento golpe de Estado contra la Unidad Popular, y menos aún finalizar su mandato en 1990.

Toda la clase política de Santiago habla con unánime cariño y esperanza del sucesor, el próximo presidente interino de la República de Chile, un amable anciano adicto a la boina, casado, con dos hijos y varios nietos, afable, austero y de talante conciliador: Rafael Retamal, presidente del Tribunal Supremo, el único chileno que hoy ostenta un cargo público por elección. Carece de antecedentes políticos, aunque son notorios su conservadurismo y su simpatía hacia la democracia cristiana, cualidades que, junto a su falta de ambiciones personales, su aspecto patriarcal y su condición de reputado jurista, le hacen idóneo para presidir un Gobierno constituyente.

Un diseño democristiano

A grandes rasgos, el diseño político de la Multipartidaria consiste en obtener la renuncia de Pinochet, que la Junta Militar de Gobierno no proponga sustituto (tiene 48 horas para hacerlo) y que el poder recaiga automáticamente en el presidente de la Corte Suprema (Retamal). Éste formaría un Gobierno de reconstrucción nacional, que convocaría elecciones a un Congreso constituyente, sancionaría la nueva Constitución, libremente elegida, y devolvería el país a su normalidad democrática. Un proceso largo, de al menos dos años, en el que las Fuerzas Armadas aparecerían como garante y no como fracasadas o relegadas.

Es un diseño, sin duda, excesivamente democratacristiano -por lo alambicado- y que, en cualquier caso, no contempla la primera premisa: La renuncia de Pinochet. No emergen de entre las Fuerzas Armadas figuras con prestigio interno capaces de dar un golpe de palacio. Y si las hay, se guardan mucho de hacerse notar ante la implacable y desconfiada personalidad del general, que se preocupa ante todo de vigilar a su propio Ejército. La Aviación ya le es desafecta desde que el general Leigh (triunviro del golpe de 1973) se retirara de la Junta Militar con todos los generales del arma, pero permanece disciplinada. La Marina pasará por carros y carretas si Chile adquiere un portaviones, desarrolla su fuerza aeronaval; sabe que no será un Gobierno democrático quien empiece por aumentar los gastos militares. Y Pinochet, sinuoso por naturaleza, sabe explotar las diferencias y alentar las ambiciones de cada fuerza.Por acientífico que parezca, es imprescindible referirse a la caracterología de una sola persona -Pinochet- para entender las dificultades que presenta la restitución de la soberanía al pueblo chileno. Quienes le conocen afirmnan que probablemente prefiera terminar como Allende, asesinado en su despacho, que depuesto por sus iguales. Pero nadie sensato en Chile aspira a continuar ensangrentando las paredes del palacio de la Moneda. Carece de retirada y exilio dignos. Le aísla una - corte de serviles, en la que su familia -mujer, hijas y yernos- desempeñan un papel principal, imbuyéndole de sueños providencialistas, a los que no son ajenos los recuerdos del papel histórico del general Franco.

La corrupción familiar también le tiene atrapado, y su yerno, Julio Ponce Lerou, esposo de su hija Verónica, ingeniero forestal y humilde funcionario público hasta 1973, ha levantado una de las más sólidas fortunas de Chile. Un yernisimo en el Cono Sur. En su análisis político, Pinochet no estima que los desórdenes y problemas del Gobierno allendista se debieran a una interpretación voluntarista de los fenómenos de transformación social, sino, sencillamente, a la perversidad intrínseca del sistema democrático. Es un error y puede ser hasta un elogio reputar de fascista a Pinochet. No llega intelectualmente a tanto. Reverenciador del franquismo, se jacta, empero, de que él jamás cometería el error de Franco designando sucesor al príncipe Juan Carlos.

Además, al contrario que Franco, gusta de involucrarse en política, hablar, figurar, protagonizar, el uso constante de la primera persona, pero sin el hechizo de los demagogos. Jamás mira a los ojos o a una cámara de televisión. Equipos de expertos en imagen se han roto los dientes contra esta personalidad turbia, que siempre parece estar amenazando. Psiquiatras de la CIA viajaron a Santiago para analizar sus memorables intervenciones públicas, siempre cargadas de un inocultable rencor.

Así, son legión los políticos chilenos que manifiestan sus dudas sobre la estabilidad mental del general Pinochet. Tras la primera jornada de protesta del pasado 11 de mayo, el general anunció- que se iba a dirigir al país. Los asombrados chilenos vieron por televisión el día 20 el vídeo, grabado la víspera, de la bronca que Pinochet echó a su Gobierno. Gesticulando airadamente y con primeros planos de los ministros y generales, que le escuchaban circunspectos, Pinochet se quejó chillonamente de que la oposición le acuse de estarse construyendo un palacio, "olvidando que hoy día el presidente no vive en La Moneda y que es necesario que tenga una residencia, no para mí, sino para el futuro".

Plan siniestro

Afirmó ser víctima de "un plan siniestro de los señores rusos", destinado a crear una falsa imagen de su persona para poder derrocarlo, y que sus asesores prepararon un contraplán que hubiera costado entre 10 millones y 20 millones de dólares, pero que él había preferido invertir el dinero en hospitales y escuelas. Terminó convirtiendo al país en un metaférico campo de fútbol, comparando a sus seguidores con los locales, y a sus opositores, como visitantes. ,"Hay una desmoralización. en nuestra gente", afirmó ante los abroncados ministros y el estupefacto país; "se calla y no se atreve a defender al Gobierno. Nuestra gente llenó el estadio en un 95% y gritó mientras le fue bien al equipo local. Ahora parece que les hubieran dado un baño de agua fría, porque se quedan callados, se achican y se aplastan. Eso está pasando aquí, señores. Los pocos vociferan, gritan y salen, mientras los nuestros se quedan callados". Hasta los escasos chilenos que no se estremecen en las cercanías del estadio nacional de Santiago estimaron que su excelencia el jefe del Estado y del supremo Gobierno podía estar perdiendo la cabeza.

Por lo demás, la ruina del país originada por el más feroz monetarismo de los aplicados por la Es cuela de Chicago en el Cono Sur generó por sí misma la movilización social interclasista contra el régimen. Pinochet, en los dos mejores años de su economía monetarista (1979 y 1980, cuando gana su referéndum constitucional), prometió un automóvil para cada tres chilenos, y televisores en color, frigoríficos, pisos, lavadoras, chalés residenciales para todos.

Con el dólar fijo a 35 pesos (la mitad de su valor actual), los chilenos votaron sí en el referéndum constitucional y se dejaron privar de libertades básicas a cambio de vacaciones en Europa o en Miami, autos japoneses y el mejor whisky escocés al precio de una cola. El proletariado, desde las chabolas de los extrarradios, calculaba las posibilidades de invertir a plazo fijo en esa financiera o en aquella inmobiliaria y, apenas alfabetos, devoraban las columnas de las informaciones bursátiles.

Bajo la consigna de que no existe prosperidad sin endeudamiento, el paraíso de la libre importación y la especulación monetaria se derrumbó en 24 meses. Miles de viviendas de lujo con griferías italianas, moquetas francesas, cerraduras fabricadas en Nueva York, permanecen vacías, sin comprador, endeudando aún más a quienes ya se endeudaron edificándolas. Por quebrar, aquí quebró hasta la constructora de Francis Franco Martínez-Bordiú. Se importó leche en polvo del Mercado Común Europeo, se enviaron al matadero vacas lecheras para consumo de carne. e ego a comprar fuera un

95% del aceite que consumen los chilenos, cuando el país produce -oleaginosas- un 80%. Las imposiciones a plazo fijo se pagaron al 30% anual. Cayó la cotización internacional del cobre, pero se pidieron más créditos para sufragar la orgía consumista.

El desempleo de Allende, de un 18%, ascendió al 30%. Y todo el centro peatonal de Santiago es ahora un zoco de puestecillos donde te venden cachorros de perro, peines, tabletas de chocolate, patatas fritas, cintas magnéticas, calcetines, lo más insospechado, regentados por desempleados de 30 años. Los inscritos en los planes de empleo mínimo no pueden acudir a sus tajos en autobús, so pena de desembolsar del 15% al 30% de su sueldo. 160.000 familias de Santiago no reciben agua potable por falta de pago, y 300 poblados del extrarradio carecen de energía eléctrica por el mismo motivo.

Caída del poder adquisitivo

Desde agosto de 1981 la caída del poder adquisitivo de los chilenos se estima en un 35%, y el Gobierno estudia la supresión de los vuelos internacionales de la arruinada Lan Chile, como en un simbólico reconocimiento de la quiebra del país. "Esto ha sido como lo de Rumasa, pero a escala de Estado. Piensen ustedes en lo de Ruiz-Mateos y Hacienda y entenderán lo que ha pasado aquí", comenta un economista conocedor de la política española; "crecimos unos años aritméticamente en fachada, en consumo, en dinero circulante, y nos hemos derrumbado en progresión geométrica".

Así las cosas, hasta la Multipartidaria se vio sorprendida por la respuesta popular a las manifestaciones gremiales. "Hace seis meses era impensable que nadie se atreviera a darle un concierto de cacerolas a Pinochet. Todo ha cambiado muy rápidamente; el pueblo ya no tiene miedo.

Los sindicatos, teledirigidos mayoritariamente por la democracia cristiana, y en segundo lugar por socialistas y comunistas, empiezan a sobrepasar en dinamismo e iniciativas a sus sectores políticos, y la DC chilena observa preocupadamente esta aceleraci6n de los acontecimientos, por cuanto no desea una ruptura democrática traumatizante que pueda abrir la puerta a procesos revolucionarios.

Mientras continúa, incierto, el paro de los propietarios de camiones, convocantes, con otros sindicatos, de una huelga general indefinida, y acaso prematura, ya se ha establecido la cita para la tercera, jornada nacional de protesta: El 12 de julio, un día después del 11 tradicional, para no hacerla coincidir con el aniversario de la nacionalización del cobre por Allende. Sonarán otra vez las cacerolas en Santiago, en las riberas acomodadas del río Mapocho, regato urbano que, sorprendentemente, se desbordó el anterior invierno. "Con Pinocho, hasta se desbordó el Mapocho", se atreven ya a cantar en Santiago con la música de la inolvidada Violeta Parra.

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