Juan Pablo II intenta en sus mensajes preservar la estabilidad social polaca y a la vez las aspiraciones populares de cambio
Juan Pablo II llegó anoche en olor de multitudes a Cracovia, de donde salió como arzobispo y cardenal para el conclave que lo eligió Papa. Poco antes se había hecho pública la concesión de un permiso laboral de tres días a Lech Walesa, que, según todos los observadores tiene por objetivo facilitar el encuentro del líder sindical con el papa Wojtila. El propio Walesa dijo que se reunirá con el Papa mañana en Cracovia. En la jornada de ayer por la Baja Silesia, el Papa dejó claro que su actitud en esta gira se mueve entre el deseo de moderar los posibles excesos reivindicativos del pueblo polaco y el de preservar una fimerza de contestación que Juan Pablo II considera positiva.
Como hace cuatro años -la primera vez que volvió a su antigua diócesis como primer papa polaco-, toda la ciudad salió a aclamarlo; no había una ventana o un balcón que no estuviera convertido en un altar con imágenes sagradas, fotografías del Papa, cirios encendidos y cientos de miles de banderitas con los colores de las banderas polaca y vaticana.El Papa pasó toda la jornada de ayer en la Baja Silesia, antes de aterrizar a las ocho de la noche en Cracovia. En Wroclaw hubo una manifestación ante el hotel que lleva el nombre de la ciudad, en el que está alojada casi toda la Prensa internacional. Era el momento de la comida y los salones del comedor se quedaron desiertos en un segundo, ante los asombrados ojos de los camareros.
Los manifestantes llevaban una gran pancarta con el nombre del sindicato prohibido Solidaridad y gritaban: "El Papa polaco, con nosotros". Lograron romper el primer cordón de policía a pie, pero enseguida fueron dispersados por un imponente despliegue de la policía y de soldados de vigilancia de fronteras, destinados por primera vez a este tipo de operaciones.
Desde los edificios próximos, de unos 20 pisos de altura, los curiosos se asomaban a las ventanas, que enseguida se abarrotaron de gente que lanzaba gritos de "¡Ges-ta-po!". Algunos jóvenes que habían participado en la manifestación aseguraron que lo hacían como homenaje al Papa que ha venido "para defender la patria y a pedir que se respeten los derechos humanos". Otros manifestantes afirmaron, con la voz sofocada por haber corrido huyendo de la policía, que aunque el Papa no ha entrado de lleno en el tema de Solidaridad, ellos están seguros de que el Papa, "que es polaco", los "entiende y defiende".
Durante la misa en el hipódromo de Breslavia, el Papa coronó a la Virgen de las Nieves y, ante una muchedumbre enorme, calculada en un millón de personas, resumió en pocas palabras lo que ha sido su principal pensamiento en estos días. "Hay aquí en Breslavia y en la Baja Silesia, hay en toda Polonia, muchos hombres -tantísimos hombres- que tienen hambre y sed de justicia", comenzó. Juan Pablo II recordó a los mineros, a los metalúrgicos, a los labradores, a los educadores, a los hombres del arte y de la cultura y hasta a los empleados de la Administración. Afirmó que este hambre y sed de justicia se han manifestado "sobre todo durante los últimos años. Como pastor de la Iglesia y como hijo de mi nación", dijo el Papa, "deseo vivamente confinnar este hambre y esta sed, que nacen de los recursos sanos del espíritu polaco, del sentido de la dignidad del trabajo humano, del amor a la patria y por la solidaridad, es decir, del sentido del bien común".
A continuación resumió, con pocas palabras, su actitud durante este viaje: "Deseo preservar esta justa hambre y sed de justicia de todo lo que la deforma o debilita, pero deseo al mismo tiempo liberarla y defenderla de todas las injustas objeciones y acusaciones, de cualquier parte que procedan". Es ésta una observación, afirmaban ayer los observadores que siguen el viaje del Papa, que intenta servir como clave de lectura de todos sus discursos. Por una parte, el Papa intenta corregir las desviaciones del momento revolucionario polaco, lo que agrada, sobre todo, al régimen. Por otra, quiere defender esa fuerza de contestación y hasta liberarla, porque él la considera un bien positivo, lo que satisface más a la gente de la calle.
Ayer, sin embargo, el Papa recalcó que toda esta ebullición polaca tiene que pasar necesariamente a través de "una gran reconciliación de toda la nación". En Wroclaw, ciudad que con tanta dureza se ha opuesto al estado de excepción, el Papa quiso recordar explícitamente a "todos los que han perdido la vida en los acontecimientos de los últimos años".
La gente comenzó a ocupar el lugar de la misa a partir de las tres de la madrugada. En su traslado al hipódromo, los fieles se cruzaban en la carretera con una columna de más de dos kilómetros de camiones de la policía y de soldados de vigilancia fronteriza que llegaban a la ciudad para controlarla y protegerla de posibles manifestaciones en favor de Solidaridad.
Por otra parte, el portavoz de la Santa Sede afirmó ayer que la visita tiene un carácter "exclusivamente religioso y moral" y no político como, está interpretando la Prensa occidental.
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