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Tribuna
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En la visita de Juan Pablo II

Los que se acuerdan todavía del primer viaje del Papa a su país natal en junio de 1979 no pueden negar la importancia que este viaje tuvo para todo lo que sucedió en Polonia, y que desembocó en el nacimiento del movimiento sindical independiente. Y ello, a pesar de la desilusión de quienes esperaban manifestaciones políticas durante las misas callejeras o pancartas anti régimen entre las consignas religiosas. Juan Pablo II ofreció entonces más bien una inyección de optimismo, mostrando al mismo tiempo muchas pruebas de algo muy bien visto por las masas: su nacionalismo en un sentido populista.La propaganda oficial -después de muchas dudas y discusiones internas- decidió presentar este personaje como se presenta a Joseph Conrad o Chopin: un polaco que da fama a su pueblo. Sus ideas, dado lo famoso que es, no es necesario. analizarlas. Esta línea se mantiene hasta ahora, y así la Prensa polaca es la única en el mundo donde las homilías papales no se .critican nunca, sea sobre la familia o sobre la economía.

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Con motivo de esta visita papal, y en el marco de las contrapartidas, se espera en Polonia ahora una amnistía para los presos políticos. Entre tanto, las autoridades estatales y las eclesiásticas, llaman a mantener la calma. La visita papal tiene que ser un paso más hacia una dificil concordia nacional. Ambos están interesados en que no haya posibles accidentes, turbulencias o consignas irresponsables. La Iglesia debe prometer el mantenimiento del orden y limitarse al ámbito religioso, y ése es el precio que ha de pagar por el pasaje -del Santo Padre. El periplo del Papa incluye sólo seis ciudades, en un plazo muy corto y eludiendo Gdansk. Los contenidos de sus intervenciones fueron discutidos ya en Varsovia, aunque un personaje así siempre puede alejarse del texto, algo que se espera entre la población.

La Iglesia en Polonia ha tenido mucho tiempo para acostumbrarse a esa situación de estar entre la espada y la pared; durante siglos, entre los ortodoxos rusos y los protestantes alemanes, guardando su papel nacional y popular, muchas veces contra las autoridades y los grupos de presión internos. Esto, de un lado, ha significado y significa Valor, capacidad de lucha y su arraigo popular. Pero también el arte de hacer compromisos, de escoger el camino que, aunque aparentemente equivocado, conduce más lejos. Estos últimos son los argumentos de monseñor Glemp, duramente criticado por el clero y muchos sectores de la sociedad, pero, desde hace meses, claramente apoyado por el Papa.

Durante el otoño, el primado se enfrentó con toda consistencia a los representantes de las parroquias. En algunas de éstas se criticaba al primado desde el púlpito, llamándole colaborador y traidor de la tradición de la Iglesia polaca. Cuando Glemp llamó a los obreros a trabajar como respuesta a la convocatoria de huelga general de Solidaridad, repitiendo frases cotidianas acerca de que lo que necesita la patria es tranquilidad y mucha productividad, el Papa -sorprendiendo a muchos en Polonia- le apoyó desde Roma.

Algunos sectores del mundo obrero opinan que la Iglesia, les va a vender por sus intereses de siempre, que en este caso pueden ser: restablecer las clases de religión en los colegios, construir parroquias en los nuevos barrios o limitar el derecho al aborto.Del Papa que viene de lejos se espera mucho más que del primado presionado diariamente por las autoridades.

Todos están de acuerdo que sólo falta una pequeña chispa para que se encienda un gran fuego.

Así, los encuentros de Juan Pablo II con la muchedumbre -inevitables por fin- se presentan en medio de una tensión inmensa. Pero, si no pasa nada, la visita papal puede servir incluso como otro tipo de consolidación de la junta militar, que, según pasa el tiempo, parece más convencida de que es perfectamente posible gobernar sin apoyo social.

Hace un mes se clausuró en Varsovia el I Congreso del PRON, el Movimiento Patriótico del Renacimiento Nacional, una nueva asociación cuyo origen refleja la dramática búsqueda del fortalecimiento de la junta. El movimiento, que tiene como intención mostrar a las autoridades cuál es el estado de la opinión pública, discute mucho sobre la importancia de la visita papal.

¿Tendrá el Santo Padre tiempo de charlar con Jan Dobraczynski, el presidente del PRON, un católico luchador, un escritor de bastante fama y que antes de la guerra fue nacionalista? ¿Negará la bendición a los colaboradores buscando alguna posibilidad de reunirse con algunos de sus amigos personales, excomulgados por las autoridades militares, pero ya puestos en libertad? ¿Podrá encontrarse con Lech Walesa, a quien hace dos años y medio prometió -según los rumores de entonces- que si las cosas fallasen, al día siguiente estaría en Varsovia?

María Misialska es periodista polaca.

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