La América que recibe al presidente González
El presidente González visita gentes y países conocidos, amigos. El verano pasado estuvo en Colombia en la toma de posesión del presidente Belisario Betancur; de Venezuela voló a Panamá con el ex presidente Carlos Andrés Pérez, y mantuvo reuniones con el general Paredes, que recientemente ha abandonado la jefatura de la Guardia Nacional para optar a la Presidencia de la República en las elecciones del próximo año.En agosto, el hoy presidente del Gobierno estuvo en Santo Domingo en una reunión de líderes latinoamericanos de la Internacional Socialista y fue testigo de la toma de posesión del actual presidente dominicano, Salvador Jorge Blanco.
En estos viajes, como en muchos anteriores, de los que fui cronista radiofónico, el líder socialista escapaba al protocolo y se movía con cierta libertad, en contacto con la realidad viva de los países. En Panamá le picaron los mosquitos, y en México tuvo que guardar cama en un hotel de mala muerte hasta que se dejó convencer y se trasladó a la Embajada de España; no, en vano era el jefe de la leal oposición.
Gestiones por la paz en Centroamérica
Hoy, además del amigo Felipe, llega a esos países el presidente del Gobierno español. Un hombre que ha dejado jirones de su entusiasmo buscando fórmulas de entendimiento. Cuando el general Jaruzelski decretaba el estado de sitio en Polonia - 13 de diciembre de 1981-, el líder socialista se entrevistaba con el presidente cubano, Fidel Castro. Era un intento más porque las partes se sentasen a negociar. Porque estableciesen un diálogo.La creación y las gestiones del grupo de Contadora no han estado ajenas a la inspiración del presidente González, que prefiere una acción eficaz en la sombra, realizada por los países de la zona, que el protagonismo efímero de lo espectacular. A la persuasión demostrada en momentos anteriores se une hoy el peso de la Jefatura del Gobierno. Esta es una visita de Estado a cinco países que hoy son claves en el porvenir del área centroamericana y el Caribe. Colombia, por poseer un presidente, con el respaldo más amplio conocido del pueblo, que lucha encarnizadamente por la paz interna y externa. Venezuela y México, propulsores antiguos de la negociación en el conflicto centroamericano, afrontan graves crisis interiores que les restan independencia en su acción exterior. Panamá es la encrucijada de América, y la República Dominicana es la llave democrática del Caribe, que se juega su futuro en cada acción de su política exterior. Estados Unidos no permite muchas filigranas a este país, que depende de la exportación de azúcar y café al mercado norteamericano.
Después de las Malvinas
La guerra de las Malvinas fue un revulsivo en la comunidad latinoamericana. La actitud estadounidense, alineándose al lado del Reino Unido, fue la espoleta que hizo explotar la crisis de la Organización de Estados Americanos (OEA). El sistema interamericano se tambaleó y ha quedado herido de muerte.Sin embargo, la posición de los países no fue unánime. Frente a los del apoyo incondicional a Argentina -Perú y Venezuela enviaron material de guerra; Panamá presionó en los foros internacionales, mientras Cuba y Nicaragua coordinaron acciones del grupo de los no alineados- estuvieron los indiferentes, como Chile, que incluso pudo haber ayudado a los ingleses (el incidente del helicóptero británico accidentado en los Andes chilenos nunca fue suficientemente explicado), y los que apoyaron con reservas -México, Ecuador, Colombia y otros países estarían entre estos últimos-. Se apoyaba la reivindicación, pero no el modo en que se intentó la ocupación.
Pese a estos matices, la realidad latinoamericana ha sufrido una transformación importante tras la guerra del Atlántico sur. Se ha despertado la conciencia de unidad e independencia frente al poderoso vecino del norte. Países tan alejados de sus vecinos como Argentina despertaron a la realidad latinoamericana, o tan encerrados en sí mismos como Brasil tomaron conciencia de su realidad comunitaria y regional.
Esto ha acentuado la soledad norteamericana en la defensa de sus posiciones hegemónicas. El Gobierno argentino, que tenía instructores militares en algunos países de Centroamérica, los retiró y Estados Unidos intensificó su acción en El Salvador y Honduras, al no poder usar a terceros. Los argentinos se camuflaban más fácilmente entre la tropa indígena que los gringos rubios, con acento inglés.
El dólar castiga la independencia
Después de las Malvinas la crisis se agudizó. La deuda externa se ha hecho insoportable en los países suramericanos -se calcula en unos 300.000 millones de dólares-. Ningún país ha escapado a la hecatombe presentida. Ni los que se lanzaron por la vía del liberalismo salvaje, como Argentina o Chile (la escuela de Chicago está a punto de fenecer en el Chile de Pinochet), se salvan. Pero fijémonos, a modo de ejemplo, en dos de los países que el presidente del Gobierno visitará la próxima semana.Cuando el 16 de agosto de 1982 el secretario de Hacienda y Crédito Público de México, Jesús Silva Herzog, anunciaba la suspensión de pagos y el establecimiento del control de cambios, el sistema occidental se estremeció, y Washington no dudó en conceder un crédito de caja de 1.000 millones de dólares a su vecino del sur. ¿Qué había sucedido? Nadie se lo explicaba, pero algunos lo presentíamos. El petróleo, que fue saludado al principio del sexenio del presidente López Portillo como la panacea, había llevado al país al borde de la bancarrota. ¿Un fallo en los cálculos? Así lo quiso presentar algún político mexicano, pero la realidad es más profunda y compleja.
Han influido la corrupción y el despilfarro del último sexenio, no cabe duda, pero la clave hay que buscarla en el anacronismo de las estructuras económicas del país, en la insolidaridad, de una clase escandalosamente rica (datos oficiosos hablan de la huida del país de 25.000 millones de dólares entre febrero y agosto del pasado año), en el analfabetismo del 40% de la población adulta, etcétera.
Caída del precio del petróleo
La situación no es mucho mejor en Venezuela. En los últimos meses su moneda ha sufrido una depreciación superior al ciento por ciento, pasando de 4,4 bolívares dólar a nueve bolívares dólar, que es la paridad actual. Es el resultado de una política basada fundamentalmente en la exportación del petróleo y otras materias primas.Venezuela se ha visto en la necesidad de importar patatas y carne. EL dinero corría a raudales y se había dejado de sembrar campos o cuidar la cabaña nacional. También aquí nos encontramos con casos de corrupción y despilfarro (al principio del mandato del presidente Herrera Campins fueron célebres algunos procesos a políticos de la anterior Administración), pero esta no es la causa principal del fracaso, que hay que ir a buscar en la ineficiencia de una Administración burocratizada y las luchas internas por la hegemonía partidaria.
En ambos casos no podemos olvidarnos de la presión externa. En- ambos países tiene dos manifestaciones negativas: el encarecimiento de los créditos exteriores, por la constante subida de las tasas de interés en Estados Unidos y la baja del petróleo en el mercado, mundial, restándoles posibilidades a una fuerte entrada de divisas. México debe enfrentarse a una deuda externa gigantesca (80.000 millones de dólares), que ha hipotecado sus posibilidades de desarrollo para los próximos cinco años. En el presente año este país tiene que hacer frente, entre vencimientos e intereses, a pagos por valor de 22.000 millones de dólares. La Administración Reagan, que ha salido en ayuda de Miguel Delamadrid ha puesto condiciones que se advierten en el giro de la política exterior mexicana. Se acabaron las declaraciones de apoyo a Nicaragua y a los movimientos de liberación centroamericanos. Los mexicanos han puesto sordina a su voz en los foros internacionales. Son las servidumbres de la ayuda financiera americana.
Con el triunfo socialista en España, un aire de esperanza recorrió los diferentes países de América. "Ahora sí se van a apoyar las opciones latinoamericanas en los foros internacionales" se decía en círculos políticos. El cambio es hoy un lema también en muchos países del otro lado y se espera que los aires nuevos de la Península lleven actitudes diferentes, posiciones realistas de cooperación que superen el verbalismo de antaño.
Ideas claras
Las ideas del actual presidente del Gobierno son muy claras; así lo puso de manifiesto en su dis curso de clausura del Encuentro en la Democracia. Pero cabe ha cerse una pregunta que en algunos sectores de América, quizá los más impacientes, ya le hace: ¿se podrán superar las estructuras y las viejas costumbres? El cambio tiene que llegar a las representaciones diplomáticas; yo diría que incluso a los edificios: algunos de ellos son soberbios palacios. ¿Por qué no usarlos como centros de irradiación cultural? Los salones de muchas embajadas españolas en América, quizá la mayoría, se verían más eficaces si se utilizasen para recitales poéticos, o musicales o conferencias de prestigiosos españoles que visitan los países. El nuevo estilo de la España socialista tiene que manifestarse allí como se exhibe aquí, en las calles de nuestras ciudades, en los museos o en las oficinas de la Administración.En América hay esperanza en los nuevos gobernantes españoles, que son observados, en el peor de los casos, con respeto, pero en una gran mayoría con el deseo de verlos salir airosos de la confianza que el pueblo ha depositado en ellos.
Podría existir la tentación de tercermundismo en la política iberoamericana del Gobierno, pero esa no es la posición del jefe del Ejecutivo, y no de ahora, sino desde antes. En una entrevista concedida a Radio Nacional en México en el verano de 1981, Felipe González afirmaba que él no era partidario de romper relaciones con ningún país latinoamericano bajo ninguna circunstancia. Los especiales vínculos con América hacen que la política española hacia esa área superen los tradicionales usos diplomáticos. En esto, hemos de reconocerlo, el franquismo dio una lección en el tratamiento del problema cubano, al que correspondió Fidel Castro a la muerte del general Franco, decretando tres días de luto.
Estamos en una oportunidad de oro para conseguir una aspiración común que se siente, aunque no se manifieste: formar la gran comunidad latinoamericana, el polo cultural decisivo y decisorio.
América recibe al presidente González, que ha entrado por la República Dominicana, como Colón, con la esperanza intacta en su carisma y liderazgo. Todos son conscientes, del otro lado, de que el impulso a la integración debe llegar desde la España de hoy. ¿Lo conseguiremos?
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