Detener al dictador
En estos días, hechos ficticios, pero también otros realmente actuales, han golpeado la conciencia moral de los europeos, retrotrayéndonos al recuerdo de la época nazi. Lo ficticio han sido los diarios atribuidos al Führer, cuya rocambolesca falsificación ya ha sido acreditada.Lo real es lo que nos llega de Chile. Es inevitable recordar a Hider cuando se conocen las gigantescas redadas policiales que hoy se suceden en esa nación entrañable donde las fuerzas de seguridad recorren barrios enteros, llamando por altavoces a presentarse de inmediato a todos los hombres mayores de 14 años de edad, los que luego serán interrogados y golpeados para procurar que delaten, denuncien y conflesen.
Como consecuencia de estos métodos, nos llegan informaciones parciales que ya hablan de más de 1.000 detenidos en un solo día; que están a disposición de una policía política que se cuenta entre las más crueles y sectarias del mundo.
Pero la infamia y el crimen presuponen la censura y la mentira. Unas se necesitan a las otras, en una suerte de relación simbiótica. Por eso, conjuntamente con la represión fisica, los chilenos en estos mismos días sufren, el amordazamiento del que ha sido su medio de comunicación más importante, la influyente Radio Cooperativa Vitalicia.
Así, en un país donde se ha silenciado la labor informativa de la principal voz independiente del Gobierno, Pinochet pretende impunidad para la locura represiva en que se ha comprometido después de las manifestaciones populares de protesta del 11 de mayo pasado. Pinochet ha demostrado al mundo su capacidad de ejercicio del poder más inmoral frente a sus opositores. Europa no puede permanecer impasible ante estos actos de quien actúa como agente provocador de la conciencia moral de la humanidad. Chile no sólo es parte del mundo occidental, sino que durante más de 150 años ofreció al mundo una bella lección de respeto al derecho y de compromiso estable con la democracia y la dignidad de la persona humana. La oposición política a Pinochet -que hoy agrupa en el Manifiesto Democrático a los liberales, democristianos y socialistas- es un ejemplo respetable de fidelidad a principios y valores, a la vez que de moderacíón y seriedad cívica.
Hoy, frente a la brutal represión desatada por el régimen de Pinochet, los demócratas del mundo entero tenemos que declarar ante los pueblos libres nuestra solidaridad con quienes ejercen la oposición democrática del país, con algo más que un gesto simbólico.
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