Nuestro derecho a la vida
Tres aspectos fundamentales resaltan y tipifican la naturaleza de los regímenes dictatoriales latinoamericanos: la política de tortura y asesinato generalizado y selectivo contra los calificados de opositores, o sospechosos de serlo, o de llegar a convertirse en tales en el futuro (asesinatos y torturas a niños y adolescentes); la política de capturas ilegales seguidas de desaparecimiento forzoso; la pretensión de legalizar estas prácticas mediante legislación ad hoc y planteamientos seudodemocráticos.Los resultados son cientos de miles de muertos, miles de desaparecidos y torturados, utilización de sustancias químicas corrosivas y defoliantes, especialmente en el área centroamericana, que para el caso de Guatemala significan más de 5.000 muertos en el último año, y para el caso de El Salvador, cerca de 34.000 muertos de la población civil en los últimos dos años.
Las cifras, las noticias, las fotografías que se publican en Europa, pese a su dramatismo, parecerán lejanas, en otro mundo y en otros seres, y, para algunos, increíbles. Pero para los que vivimos cotidianamente la angustia de la vida; para los que sentimos a diario en nuestra propia piel la muerte de los demás para los que palpamos las heridas, las torturas de los muertos para los que recogemos masas encefálicas, cabezas, huesos de nuestros hermanos; para los que tomamos fotografías de las víctimas; para los que escuchamos los testimonios, el llanto silencioso y anónimo de familiares anónimos, de víctimas anónimas, de todo esto..., es nuestro entorno parte consustancial de nuestra vida, siempre pendiente del hilo de la casualidad. Es nuestra vivencia diaria, que se refleja en los ojos, invade nuestro olfato e impregna nuestras manos. Es la que nos fortalece y legitima nuestra acción y la insurrección de nuestro pueblo por la conquista de nuestro derecho a la vida, a un techo, a un libro, a un pan.
No nos importan las acusaciones de subversivos, traidores a la patria; los encarcelamientos y vejaciones que hemos sufrido por defender presos políticos, la destrucción de nuestro local con bombas, el allanamiento y destrucción de nuestras casas. Seguimos luchando con la voz con la pluma, y la angustia de morir. Prueba de ello es la vida que ofrendaron María Magdalena Henríquez y Ramón Valladares por defender los derechos del pueblo (*). Prueba de ello es la vida ofrecida por nuestro pastor monseñor Oscar Romero, mártir de la verdad y de la opción preferencial por los pobres, a la luz del Evangelio.
Cristianos paupérrimos
Somos pueblos cristianos paupérrimos, pero dignos y decididos. La intervención del Gobierno de Estados Unidos en América Latina, y concretamente en El Salvador y Guatemala; su alianza y ayuda militar, económica y de asesores a los Gobiernos dictatoriales es evidente y publicitada prepotentemente, traduciéndose en genocidio de pueblos indefensos pero valientes, seguros de la justeza y legitimidad de su lucha y fortalecidos- por la esperanza y la solidaridad de pueblos y Gobiernos democráticos. El desafío planteado por los pueblos latinoamericanos por el respeto a sus derechos ha sido recogido valiente y ejemplarmente por Francia y México, apoyado por otros Gobiernos democráticos y en las conclusiones del coloquio del Consejo de Europa, así como el derecho del pueblo a la insurrección cuando la tiranía ha cerrado otros caminos; consecuentes con sus declaraciones en defensa de los derechos humanos de los pueblos oprimidos.
Creemos que el planteamiento de una solución dialogada, hecha por el FDR-FMLN, complementa esa iniciativa de paz francomexicana y debe ser apoyada, consecuentemente, por pueblos y Gobiernos democráticos, en aras de la construcción de la paz, sobre la vigencia efectiva de los derechos de los Dueblos.
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