Las patronales vascas, a punto de culminar su unificación
El proyecto de los empresarios vascos de dotarse de una patronal unificada en el ámbito de la comunidad autónoma está a punto de cuajar. De hecho, existe ya un acuerdo en torno a un proyecto de estatutos suscrito por la patronal guipuzcoana Adegui, la alavesa SEA y una de las dos asociaciones que se disputan la representatividad del empresariado vizcaíno, Centro Empresarial de Vizcaya (CEV). Del desarrollo de las negociaciones en curso depende que Luis Olarra y su Confederación General de Empresarios de Vizcaya (CGEV) se asocien al proyecto o queden definitivamente descolgados de él.
El afianzamiento institucional de la autonomía de Euskadi y el hecho de que las centrales sindicales mante ngan estructuras unificadas en el ámbito de la comunidad autónoma han contribuido a configurar, de hecho un marco propio de relaciones industriales. De ahí la aspiración de los empresarios vascos de contar con estructuras unificadas de representación.El Gobierno de Vitoria, interesado en contar con un interlocutor válido,de ámbito estrictamente vasco, de cara a sus planes de reconversión industrial, ha favorecido, por su parte, esos,impuls,os unificadores. Sin embargo, la división existente, desde hace dos o tres años en el empresariado vizcaíno ha impedido hasta el momento la realización efectiva del proyecto.
Tal división, consecuencia en el fondo de la falta de hábitos democráticos de funcionamiento del empresariado, tomó cuerpo a raíz de la escisión, en 1981, de la Federación del Metal de la confederación presidida por Luis Olarra. La significación política de este último, que encabezó en las elecciones generales de 1979 la lista por Vizcaya de la coalición Unión Foral, apoyada por Manuel Fraga, impulsó al PNV a jugar su propia baza en el terreno empresarial.
Para entonces se había producido ya una evolución muy significativa del empresariado vasco hacia posiciones próximas al naciónalismo moderado. Ese desplazami,ento tendría ocasión de ponerse de relieve en las elecciones de los órganos electivos de las cámaras de comercio de las tres provincias, que fueron copados por candidaturas apoyadas por el PNV.
El metal se enfrenta
Pronto se revelaría, sin embargo, la insuficiencia de tales cámaras para seguir jugando en un régimen democrático el papel de órganos de representación corporativa (y de presión ante los poderes políticos) que habían desempeñado durante el franquismo: a la hora de la negociación laboral, de la presencia en las instituciones o de la presión sobre el Gobierno, eran las patronales, unificadas por arriba en la CEIDE, quienes mejor podían asumir la representatividad empresarial.
La patronal presidida por Olarra forma parte de la CEIDE desde su fundación. La fama de hombre enérgico del industrial vizcaíno, acrecentada a raíz de sus posiciones durante la larga huelga que se produjo en su empresa en 1980, convirtieron a Olarra en el líder indiscutible del sector duro de la patronal.
Filosofía paternalista
Esa energía verbal o de hecho no es, sin embargo, según sus detractores, necesariamente equivalente a eficacia. Por una parte, el mantenimiento, frente a un movimiento obrero con un importante componente radical, de conflictos largos, ejemplares o de escarmiento, no siempre pueden ser soportados por empresarios pequeños o medianos, acostumbrados muchos de ellos a la filosofía paternalista que les transmitieron sus padres o abuelos, creadores de la industria vasca; por otra parte, la escasa vida asociativa de las federaciones sectoriales otorgaba excesivo protagonismo a la cúpula de la confederación, con el riesgo de sacrificar a uno u otro sector en aras de intereses ajenos al sector mismo.
Fueran o no razonables estos reproches, lo cierto es que el sector del metal, presidido por Juan Antonio Arcelay, próximo al PNV, se enfrentó durante 1981 a la línea representada por Olarra. Arcelay, argumentando que el metal suponía el 60,4% de la industria vizcaína, reclamó una representación en los órganos de la confederación que fuese, si no proporcional, superior al menos a un tercio del total.
El sector Olarra, por su parte, se amparaba en una modificación reciente -y previsoramente- introducida en los estatutos para ofrecer una representación del 12,5% (es decir, de un octavo. Los nuevos estatutos otorgaban representación paritaria a cada una de las ocho federaciones agrupadas en la CGEV).
Para entonces estaban ya bastante avanzadas las conversaciones tendentes a la unificación de las tres patronales. José María Vizcaíno, que el mismo año 1981 había sido elegido empresario del año, y a quien puede considerarse paradigma del nuevo empresario vasco -singular combinación del patrón paternalista clásico y el tecnócrata moderno-, fue tenido desde el primer momento como presidente in péctore de la proyectada patronal -unificada. Vizcaíno, con el acuerdo de los alaveses del Sindicato Empresarial Alavés (SEA), planteó las tres condíciones que harían viable el intento: composición paritaria de los órganos directivos, independientemente del peso industrial de cada provincia; toma de decisiones por consenso; sede de la patronal. en Vitoria, capital ae la comunidad autónoma.
Se hace efectiva la escisión
Los vizcaínos, tanto Olarra como Arcelay, rechazaban este último punto y proponían Bilbao como sede, de cuerdo con el peso de la industria vizcaína, superior al de las otros dos provincias juntas. Olarra planteaba además que los órganos mantuvieran en su composición un criterio proporcional y que también fueran proporcionales las contribuciones de cada provincia a la financiación de la patronal.
La escisión latente entre el Metal y la CGEV se haría efectiva en noviembre de 1981, poco después de la sustitución de Arcelay por Angel Humarán como presidente de la Federación del Metal. Esta no rompió, sin embargo, sus lazos con la CEOE, en cuya cúpula sigue representada a través de la estructura sectorial (de hecho, Humarán es actualmente vicepresidente de la Federación Nacional del Metal, que preside Carlos Pérez de Bricio). De ahí, probablemente, la cauta posición observada por la confederación que preside Ferrer Salat respecto al contencioso vizcaíno.
Aparece el Centro Empresarial Vizcamo
Por una parte, en efecto, la CEOE -a la que ya pertenece la patronal alavesa y, con una situación especial, la guipuzcoana-, ve con buenos ojos el proyecto de gran patronal vasca unificada. Y, por otra, la importancia del sector metalúrgico en el conjunto de la industria vizcaína hace que, -por citar un dato qué probablemente será tenido muy en cuenta- la cotización de dicho sector a la CEOE sea actualmente entre cinco y seis veces mayor que la pagada por el conjunto de sectores que siguen agrupados en la confederación que preside Olarra.
Poco antes de la escisióñ del metal, Gonzalo Artiach, joven industrial galletero, miembro también del consejo de Sagarduy (electrodomésticos), había revitalizado el antiguo Centro Industrial, patronal fundada en 1898 como heredera de la casi prehistórica Liga Vizcaína de Productores, que en el último tercio del siglo XIX había coordinado las acciones -por ejemplo, en las cambiantes batallas sobre proteccionismo o liberación de arancelesde los pioneros de la siderurgia vizcaína.
El Centro Industrial, cuya inscripción en el Registro no llegó nunca a 1er cañcelada, había permanecido, por así decirlo, en hibernación. Artiach, en principio sin más representatividad que la de su persona, tuvo la ocurrencia, que entonces pareció utópica, de reivindicar la tradición del centro, teniendo buen cuidado de mantener la continuidad histórica representada por antiguos empleados de la vetusta institución, como el secretario general, Rafael Zabala, o el asesor jurídico Antonio Hierro.
Artiach cambió el nombre de CentrWndustrial por el de Centro Empres arial -para indicar su voluntad de integrar también al comercio y otros sectores no estrictamente industriales-, y se ofreció a Arcelay y Humarán para acoger a los escindidos de la patronal de Olarra.
El 26 de noviembre de 1981, en una sorprendente conferencia de Prensa celebrada en Bilbao, Humarán anunciaba la integración del metal en el Centro Empresarial. Por su parte, Gonzalo Artiach, presente en la reunión informativa, avanzaba una propuesta consistente en proponerse a sí mismo como presidente de una junta provisional, en la que cada uno de los sectores en litigio estaría representado de manera estrictamente proporcional y que prepararía, en un plazo máximo de seis meses, nuevas elecciones en la patronal vizcaína. La propuesta incluía la voluntaria dimisión inmediata tanto de Humarán como de Olarra.
El 'consejo de relaciones laborales'
Este último se tomó a chacota la propuesta de Artiach, y no regateó sarcarmos sobre la personalidad y representatividad de alguien a quien consideraba un peso ligero en comparación con los intereses en juego. La propuesta, por tanto, no prosperó, pero la integración del metal, con el peso que este sector tiene en Vizcaya, convirtió a Artiach y su Centro Empresarial, sarcasmos aparte, en un nuevo factor a tener en cuenta.
Olarra tendría pronto ocasión de comprobar que la cosa iba en serio. El Parlamento vasco aprobaba a comienzos de 1982 la creación del Consejo de Relaciones Laborales, órgano de encuentro "para el diálogo permanente e institucionalizado entre los interlocutores sociales, cuya finalidad es acomodar las relaciones laborales a la realidad industrial y social de Euskadi". El Consejo se compondría de siete representantes de los sindicatos obreros, otros siete de las patronales y un presidente y un secretario nombrados por el lendakari.
Rápidamente se pusieron de acuerdo las centrales sindicales para elegir a sus siete representantes, mientras que Garalkoetxea nombraba a Rafael Puntonet y Manuel Sendón -que tendrían voz pero no voto- para los dos puestos citados. Las conversaciones entre las patronales se verían, sin embargo, interferidas por la falta de acuerdo entre los dos sectores enfrentados del empresariado vizcaíno.
De todas formas, tanto la Asociación Democrática de Empresarios de Guipúzcoa (Adegui) como los alaveses de SEA aceptaron el principio de otorgar tres de los siete puestos a la representación vizcaína, en función de su superior peso, y dos a cada una de las otras dos provincias.
Olarra reclamó para sí los tres puestos, mientras que Artiach proponía dividir la representación en dos puestos para la CGEV y uno para el Centro. De hecho, Olarra no rechazaba forzosamente la presencia de la patronal de Gonzalo Artiach, sino que se limitaba a sostener su exigencia de tres puestos, proponiendo que entre el Centro Empresarial, Adegui y SEA se pusieran de acuerdo para dividirse los otros cuatro puestos.
Este planteamiento, al poner en peligro los criterios previamente aceptados respecto a la presencia de alaveses y guipuzcoanos, tuvo la virtud de situar a Adegui y SEA del lado de Artiach, o al menos en contra de Olarra.
Por otra parte, el Gobierno del PNV -partido que ya había apostado en la práctica por el Centro Empresarial- presionaba, y lo mismo cabe decir de los sindicatos obreros, por la rápida constitución del Consejo de Relaciones Laborales. En resumidas cuentas, pues, Olarra se encontró aislado en una batalla jugada a cinco bandas (las patronales guipuzcoana y alavesa, los sindicatos, el Ejecutivo de Vitoria y él mismo).
El resultado no podía ser otro que el que fue: el Gobierno vasco zanjó la cuestión otorgando al Centro Empresarial los tres puestos de Vizcaya, advirtiendo, -sin embargo, que tal solución era provisional y quedaba condicionada, bien a la constitución de una patronal de ámbito vasco unificada, bien al acuerdo entre los dos sectores enfrentados en Vizcaya.
Cuestión de semanas
A su vez, este espaldarazo institucional al Centro fortaleció la posición interna de la patronal de Artiach entre el empresariado vizcaíno. A mediados de 1982, el Centro profesionalizaba sus estructuras directivas dando entrada como secretario general a un economista -que por otra parte es diputado foral por el PNV- y a otros técnicos.
Esta profesionalización -paralela, por cierto, a la producida en la Cámara de Comercio de Bilbao, que en sus recientes elecciones ha visto la. sustitución masiva en sus cargos directivos de los antiguos empresarios hijos de empresarios por jóvenes economistas o abogados, directores de empresa, a cambio de un salario- tuvo el efecto de posibilitar una tecnificación del proceso de captación.
Así, en apenas seis meses, el Centro Empresarial ha visto reforzadas sus filas con la afiliación de sectores tan importantes como el de la construcción, puerto, artes gráficas y gran parte de los de químicas, automoción, etcétera. Fortalecido con estas captaciones, que han debilitado proporcionalmente a la CGEV, el Centro Empresarial ha llegado a un acuerdo de principio con guipuzcoanos y alaveses y se ha podido permitir emplazar a Olarra a aceptar o rechazar el borrador de estatutos ya pactado.
Dicho borrador admite la exigencia de composición paritaria de los órganos presentada en su día por SEA y Adegui. Pero plantea la candidatura de Bilbao como sede, renunciando a la opción de Vitoria. También hay acuerdo sobre el sistema de cuotas, que se hará sobre la base de una cantidad fija unitaria por trabajador en plantilla. Olarra, por su parte, rechazó en carta remitida el pasado 28 de enero la oferta de las otras patronales vascas.
Aun reafirmando su disposición favorable a la unificación, la junta directiva de la CGEV supedita su aceptación del plan propuesto al reconcicimiento del principio de proporcionalidad y, aun admitiendo que cada provincia esté "incluida por el mero hecho de su entronque industrial", exige la acreditación por cada una de ellas de "su composición intersectorial".
El resto de las patronales, que insisten en recordar a Olarra que fue precisamente su ruptura del principio de proporcionalidad lo que provocó el conflicto con el metal de Vizcaya, han manifestado que están decididas a seguir adelante con su plan, haya o no acuerdo previo con la CGEV.
La disposición favorable que creen percibir en la cúpula actual de la CEOE, a reconocer de inmediato a esa gran patronal vasca en cuanto se constituya es probablemente uno de los factores que Adegui, SEA y CEV tienen en cuenta para el órdago que se disponen a lanzar.
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