Nitze: un millonario al servicio de la Administración
Paul Henry Nitze es un viejo elegante, multimillonario y bien conservado. El pasado 16 de enero cumplió 76 años, y al parecer sus múltiples ocupaciones no le dejaron tiempo ni para celebrarlo. Viste impecablemente, y hasta las camisas se las hace a medida. Le encanta la seda y tiene un gusto muy refinado y cuando puede escoge incluso y la calidad del paño.Va con frecuencia de sport y prefiere la moda joven al corte clásico. Se siente cómodo en pantalón corto o chándal cuando hace jooging, pero prefiere las buenas maneras y la etiqueta...
Viajero infatigable, Paul Nitze, de mirada profunda, ojos pequeños y grandes párpados, continúa manteniendo tres residencias: la legal, en Maryland. La oficial, en Washington DC, y la de destino, en Ginebra. Un lujoso apartamento con todos los detalles, decorado con mucho gusto y a orillas del lago Leman, el barrio chic de la ciudad, en frente del chorro que desde una altura de 130 metros se deshilacha casi en permanencia sobre las aguas.
Durante sus horas libres le gusta caminar a paso lento por las ciudades y ver sin prisas los escaparates. Le chiflan las antigüedades, los cuadros y cualquier obra de arte. Profundo conocedor de la pintura, Nitze compra cuanto le gusta sin mirar el dinero, y según sus allegados, cuenta en su colección privada con verdaderas maravillas.
Todos los días procura jugar al tenis. En tierra batida, comentan sus adversarios, se mueve como pez en el agua, con mucha agilidad a pesar de los años. Es un hombre de reflejos y precisión. Devuelve muy bien la pelota. Su revés es engañoso. Su juego, seco. Y quienes le han tenido en frente aseguran que cuesta sudor y tiempo el hacerle subir a la red.
Aunque deportista por naturaleza, no le gusta perder. Tampoco fuma. Antes, de joven, llegó a ser no sólo aficionado, sino a jugar bastante bien al golf. A pesar de que peina canas y las arrugas de su rostro le dan un aire de seriedad, en privado Nitze es un hombre prolijo en ocurrencias y anécdotas. Bebe con moderación y comparte con frecuencia la buena mesa con su homólogo soviético Kvisinski.
En tales ocasiones, cuando los encuentros dejan de ser oficiales, los dos suelen rivalizar en humor, sutilezas y comentarios sobre la vida y las cosas.
Nitze está casado y es padre de cuatro hijos, uno de los cuales se encarga de administrar los negocios y el patrimonio de la familia. Muy joven, cuando apenas tenía veintiún años, logró graduarse cum laude en la Universidad de Harvard. Poco después comenzaría a trabajar en una entidad financiera (Dillon Read and Company), en la que llegó a ser vicepresidente, y después director financiero del departamento de Coordinación para Asuntos Interamericanos.
En la Administración federal estadounidense ha ocupado puestos muy diversos: entre 1942 y 1943 fue jefe del departamento de metales del consejo económico, y de 1944 a 1946, vicepresidente del servicio de vigilancia estratégica de las bombas, puesto en el que fue condecorado por el presidente Truman en reconocimiento a sus servicios y dedicación. Nitze fue el encargado de evaluar los daños, los efectos, en definitiva la "eficacia", de las bombas lanzadas durante la segunda guerra mundial sobre Alemania y Japón.
Desde que ingresó en la Administración, Nitze desempeñó cargos muy diferentes: comerciales unos, políticos y estratégicos otros. Pero siempre ha estado vinculado al mundo de los negocios y a la vida universitaria del país. En la primavera de 1969 fue nombrado representante del secretario norteamericano de Defensa en las negociaciones norteamericano-soviéticas SALT, y desde entonces continúa participando en numerosas negociaciones de desarme.
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