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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

EE UU-URSS: ¿sinceridad?

Leo, sin sorpresas, la declaración de intenciones del presidente de EE UU, Ronald Reagan, aparecidas en EL PAÍS de 16 de enero, a través de la cual intuyo que el presidente norteamericano se dirige a las sociedades occidentales, con el fin de preambulizar la próxima visita a Europa de su vicepresidente y de hacer desaparecer la imagen que Europa tiene de él, como principal exponente y motivador del rearme a nivel internacional.Me da la impresión de que el señor Reagan lanza la primera piedra y no observa para nada su proceder. Dice que la Unión Soviética ha de modificar su política en Afganistán, Oriente Medio y Polonia. Cierto. Pero el presidente norteamericano acusa, no reconoce. No admite las terribles y trágicas consecuencias de su política armamentista e intervencionista en América Latina; no admite el papel desestabilizador de la CIA en tantos países. No es sincero.

¿Cómo puedo tranquilizarme ante esta mera declaración de intenciones? ¿Realmente el señor Reagan piensa en los pueblos del mundo más que en las ansias de poder? Si así fuera, no malgastaría más de 270.000 millones de dólares en 1983 en armamento tan sólo.

Acusa y se justifica diciendo que la URSS es prepotente ante EE UU en el campo armamentista, y no reconoce que ellos dos son los responsables de la actual situación en el mundo. Para el presidente de EE UU, sólo la URSS lo es, por lo que parece.

No hay sinceridad. ¿Se puede sin ella hacer algo?

Nada nuevo digo si recuerdo, una vez más, los millares y millares de hombres y niños que perecen de inanición en un mundo en el que, como muy bien dice Gala, el sufrimiento de las dos terceras partes de la humanidad no lo comparte la otra.

Pero la indiferencia ante esto alcanza límites insospechados. ¿Podemos acaso permanecer callados sin ser al mismo tiempo cómplices de esta situación? ¿Podemos esperar que las cosas cambien siendo mansos espectadores de una película sangrienta y cruel? ¿O es que nos gusta ser marionetas de una realidad cuyo futuro es incierto?

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