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Borja Moll destaca la normalización de la lengua, "a pesar de que quieran reventarla"

Francesc de Borja Moll, autor de una de las obras fundamentales de la cultura catalana, el Diccionari Catalá-Valenciá-Balear (Diccionario Catalán -Valenciano -Balear), que comenzó en 1921 junto a Mossèn Alcover, ha visto sobradamente reconocida su labor de lingüista en todo el ámbito europeo de la filología en el que se integró desde sus primeros trabajos. Fundador de la obra Cultural Balear, editor incansable de colecciones literarias en catalán, miembro correspondiente de la Real Academia de la Lengua y del Institut d'Estudis Catalans, doctor honoris causa por las universidades de Basilea y Barcelona, Premi d'Honor, en 1971, de las Letras Catalanas, premio Ossian por la Defensa de la Lenguas Minoritarias, ha recibido la comunicación de la Generalitat desde el despacho de su editorial a donde acude todas las mañanas para trabajar. Nacido en 1903 en Ciudadela, isla de Menorca, ingresó en el seminario y cursó estudios de humanidades, piano, canto, solfa, órgano y filosofía. Tiene ocho hijos, entre los que están Aina Moll, directora de Política Lingüística de la Generalitat; Juan Moll, concertista de piano y Pep Moll conseller y miembro del PSOE.Pregunta. Una vida con múltiples intereses e imposible de resumir periodísticamente.

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Respuesta. Nunca se me había ocurrido resumir mi vida con una frase. Mis memorias tienen dos tomos y estoy trabajando con el tercero... Ocho años de seminario, la iniciación al latín y su especial encanto, la música, el dibujo, mi traslado de Menorca a Mallorca, todo confluye en mi tarea primordial: el Diccionari, al que me dediqué totalmente desde el primer tomo en 1921 y hasta 1962.

Pregunta. ¿Qué provocó el paréntesis en la aparición de los fascículos del Diccionari desde el año 1937 hasta el 1949?.

R. A la muerte de mossèn Alcover en 1932, yo heredé la responsabilidad absoluta del trabajo de edición del Diccionari. Las peleas de mossén Alcover con los catalanes nos restaron bastantes suscriptores y éstos desaparecieron casi totalmente en 1937. Durante esos años, la imprenta que heredé de mossèn Alcover fue la base material de mi vida, también publiqué varias gramáticas: una alemana, una italiana y un curso breve de español para extranjeros. Desde luego, tengo que reconocer que nunca me pusieron trabas ni a mí, ni al Diccionari. La censura, extrañamente, me eximió de presentar las pruebas cuando aparecieron en Cataluña un grupo de personas interesadas en promover la obra y finalizarla.

P. ¿Fueron estas personas las que organizaron sus famosas conferencias en catalán, cuando nadie lo hacía todavía?

R. Sí, formaban parte de los actos de propaganda del Diccionari. En 1956, tuvo lugar la que denomino Conferencia inacabada. Ya había comenzado la sesión cuando se presentaron dos policías de paisano con la orden de suspenderla. Cuando me lo comunicaron, dije: "El delegado gubernativo exige que la conferencia termine en castellano. La conferencia ha terminado".

P. Y, sin embargo, es miembro correspondiente de la Real Academia de la Lengua.?

R. Sí, claro, fui nombrado en 1934. Una cosa no va con la otra.

P. ¿Cuándo nació la virulenta polémica entre mossèn Alcover y los catalanes?.

R. Sobre todo, con las normas ortográficas y de lengua literaria, redactadas por Pompeu Fabra, presidente del Institut d'Estudis Catalans, como también lo fue Alcover antes de pelearse. Pompeu Fabra formó un sistema de lengua escrita que superase las variedades dialectales, pero a Alcover le interesaban mucho que éstas no desaparecieran. Mallorca ha conservado más el carácter antiguo de la lengua, cuando ésta era florida y floreciente y se escribía prácticamente igual por Valencia, Cataluña y Balear. Pero esto ya no es posible conservarlo, si en un territorio pequeño se conserva una forma de lenguaje a la que todos los otros han renunciado, esa forma de habla ya no es la normal, puede ser mejor, más hermosa, pero no es la normal.

P. ¿Y cuál es el futuro inmediato para esta lengua?.

R. Si la cuidan bien, puede alcanzarse plenamente la normalización. Si la gente aprende bien el catalán no pasará nada, pero el peligro existe: no se enseña bien y encima procuran reventarla.

P. ¿Por qué?.

R. Los castellanismos dominan y penetran. La gente lee mucho más en castellano que en catalán.

P. ¿Su trabajo editorial, su colecciones y sus publicaciones, han surgido por ésto?.

R. Sí, verdaderas colecciones: Les illes d'or y Raixa, alcanzan, cada una, más de cien volumenes. Tienen peso.

P. ¿Ha comprendido la sociedad mallorquina el sentido de este trabajo, lo ha recibido y asimiliado?.

R. Me parece que sí. No hay que olvidar que la base de las publicaciones han sido las suscripciones y eso es un buen síntoma.

P. En ocasiones las susceptibilidad de los mallorquines ha sido superior hacia los catalanes que hacia los castellanos.

R. Bueno, quizás por la presunción característica en los catalanes. Un factor importante pueden haber sido los viajantes de comercio, frecuentemente de espíritu petulante. Pero todo eso no deja de ser un prejuicio.

P. ¿Y la eterna polémica de los colores de la bandera malloquina?.

R. De ésto no quiero saber nada, absolutamente nada. Creo que no tiene ninguna importancia la bandera, no la necesitamos. Es perder el tiempo.

P. Como observador ha gozado de una privilegiada situación. ¿Cómo considera a los isleños?.

R. Todas estas consideraciones son dificiles y de todos modos nc) hay que olvidar las enormes diferencias que se dan entre los hab:!tantes de las distintas islas; son detalles complicados sobre lo que es difícil opinar con brevedad. Yo no soy historiador y no me dedico a las cábalas. Me he especializados, quizás demasiado, en la cuestión puramente lingüística.

P. En 1970, comenzaron a radiarse la escenificación de las rondaies (cuentos populares isleños),

R. Me lo propusieron y acepté encantado. Fue algo muy eficaz que alcanzó mucha audiencia. La gente se entretenía y aprendía. Todavía hoy se emite.

P. ¿Por qué fundó la Obra Cultural Balear?.

R. Pensé en una institución similar al Omnium Cultural catalán.; yo escribía y editaba, pero al mismo tiempo me daba cuenta que eso no era suficiente. Reuní unos cuantos amigos y les dije que si queríamos ver funcionar nuestra cultura era preciso rascarse los bolsillos. Luego me propusieron como presidente, pero les conteste con carácter irrevocable que yo no quería presidir, sino ser presididc.

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