Un bello clásico
El riesgo que han corrido los organizadores del ciclo Amar el cine, iniciándolo con una desconocida película muda de John Ford, es, por inusual, admirable. Garantiza el rigor de su selección, anima a ser contemplado. Más fácil les hubiera sido programar estos veintiocho títulos panorámicos de la producción de Fox durante veinte años de acuerdo a modas o efectivos. Aquí está, sin embargo, Tres hombres malos tratando de ganarse a un público como habitual a contemplar películas mudas poco adicto en general a descubrir títulos históricos.
Buen hacer
Tres hombres malos
Director: John Ford. Guión de John Ford y John Stone, basado en la novela Over the Border, de Herman Whitaker. Fotografía: George Schneiderman. Interprétes: George O'Brien, Oliver Borden, Lou Tellegen y Phyllis Haver. Norteamericana, 1926. Oeste. Local de estreno: Luchana 1.
Este filme lo es. Así lo reconoce su apasionado admirador, Peter Bognadovich, al definirlo como "una de las películas mudas más importantes de Ford". La habilidad del director para combinar, sin rupturas narrativas, los adjetivos de la comedia, la película de acción, el drama y la crónica sentimental es un ejemplo de buen hacer que el cine norteamericano no siempre supo heredar. Es obvio que, años más tarde, Ford realizaría sus películas con mayor seguridad, hasta lograr incluso reflejarse en ellas como un autor personal. Pero parte de lo que luego fue quedó ya señalado en Tres hombres malos.Incluso aspectos dramáticos que Ford desarrollaría luego con distinta perspectiva quedan tan sucintamente planteados en esta película que ayuda a interpretar mejor algunas de sus futuras ambigüedades. Al margen de los títulos patrióticos con que Ford esquematizó burdamente la historia de su país, otras películas suyas, y hasta aspectos de esas mismas, caminaban entre unas suave ironía no siempre perceptible.
Paradoja
Tres hombres malos la traduce en paradoja. Ni el sheriff es el típico defensor del orden, sino todo lo contrario, ni los tan temidos tres hombres malos son los fieros enemigos que el esquema obliga; asombrosamente, son los héroes positivos de la películas los únicos capaces de ternura. Que fuera así una película de 1926 amplía su sorpresa al terreno del documento.Sorpresa que se ampliará probablemente a muchos de los espectadores que sigan con atención el ciclo Amar el cine. Otros clásicos mudos están programados (entre ellos, la obra maestra de Murnau, Amanecer) como prólogo a lo que será base del ciclo.
La dificultad del espectador actual para tolerar una proyección muda, sin banda de sonido ni música adicional, limita lógicamente una cómoda comunicación con la película, sobre todo en sus primeros minutos. Más tarde, es fácil habituarse.
Pero esa ha sido la carta de presentación elegida, una lógica invitación a amar el cine, conociéndolo desde distintos ángulos, aunque todos ellos, eso sí, marcados por la misma casa productora.
Babelia
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