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Ronald Reagan se entrevista hoy en San Diego con el presidente electo mexicano, De la Madrid

Nunca un presidente de México (electo o en ejercicio) se entrevistó con su homónimo estadounidense en circunstancias tan difíciles como lo va a hacer hoy, en San Diego (California), Miguel de la Madrid con Ronald Reagan. De este encuentro dependerá en gran medida el tono de las relaciones entre México y Estados Unidos, al menos durante los dos próximos años (o seis, si Reagan logra la reelección).

A uno y otro lado de la frontera común se han registrado, en las últimas semanas, acontecimientos políticos que enmarcan la entrevista. Por parte norteamericana hay que dar cuenta de dos iniciativas parlamentarias de distinto signo. Más de treinta congresistas conservadores han dirigido una carta al presidente Reagan para que presione a Miguel de la Madrid, a fin de evitar que México derive hacia el socialismo, tal como haría temer la nacionalización de la banca.Otro grupo de 107 congresistas, ncabezado por Michael Barris, presidente del Subcomité para Asuntos Iteramericanos, ha utilizado el mismo medio para pedir al presidente que inicie un diálogo serio para lograr la paz en Centroamérica, en el sentido ue han propuesto los mandatarios de México y Venezuela.

En estas dos cartas están planteados los temas que, sin duda alguna, van a ocupar la mayor parte de las conversaciones entre los dos políticos: crisis económica y política exterior.

El propio Miguel de la Madrid ha intentado, en entrevista para la televisión estadounidense, tranquilizar a quienes ven en la nacionalización de la banca un primer paso hacia el socialismo. "Mi compromiso es con la revolución mexicana, no con el socialismo", dijo.

Aunque sus declaraciones han caído bien en el vecino país, los sectores más reaccionarios tienen miedo a todo lo que suene a revolución, aunque sea tan institucional como la mexicana, y prefieren que Reagan obtenga compromisos en forma de garantías a la iniciativa privada.

Está de por medio el contencioso de miles de norteamericanos que trajeron a México sus ahorros, que, de pronto, han encontrado convertidos en pesos. Son bazas que Reagan indudablemente jugará a cambio de ayudas financieras para que México pueda superar su actual caos económico.

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Antes de fin de año, el Gobierno mexicano necesita 9.000 millones de dólares, de los que sólo la mitad van a salir del Fondo Monetario Internacional en caso de acuerdo. El resto depende en gran parte de EE UU.

Por el lado mexicano está siempre la baza del petróleo, aunque cada vez tenga menos fuerza por aquello de que la Administración estadounidense es consciente de que, en los próximos dos años, México tendrá que aumentar sus ventas al exterior para obtener divisas, y fuera de los Estados Unidos no tiene tantos mercados.

La política exterior es un contencioso ya clásico entre las dos naciones. Para Estados Unidos, los conflictos centroamericanos son fruto sólo de la ingerencia comunista (Moscú, vía La Habana). Para México, son una secuela de las desigualdades sociales. Aquél piensa que sólo la victoria militar terminará con la subversión. Este opina que el diálogo es la única salida razonable.

Muchos observadores creen que para Estados Unidos ha llegado el momento de apretar las clavijas a México a cambio de echarle una mano en el orden económico. Miguel de la Madrid se encontraba hasta hace unas semanas relativamente atado por sus promesas preelectorales de que no habría cambios en política exterior.

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