'Retratos', de Joan Logue, una forma de experimentar con vídeo
El programa Portraits (Retratos), de Joan Logue, ha sido junto con Round around the ring, de la belga Marie-Jo Lafontaine, la dos instalaciones que el I Festival de Vídeo ha ofrecido como dos ejemplos dispares de las actuales tendencias que practican los artistas independientes del vídeo.La vídeo-instalación es denominada también vídeo-escultura, porque los autores realizan su obra para ser contemplada en un espacio y entorno distinto al lugar habitual de la recepción de programas. La instalación consta de dos o más cintas de vídeo que se reproducen simultáneamente en dos o más monitores ininterrumpidamente, colocados en la posición que determine el autor.
Joan Logue tiene 39 años, nació en Pensilvania (Estados Unidos), y su deseo es vivir y trabajar en Europa porque, según manifestó a este periódico, encuentra que el suyo "es un país muy aislado de la cultura europea que ahora es lo que más me atrae". Proviene de la pintura y de la fotografía.
Los suyos son retratos en el tiempo. Es precisamente el tiempo de la imagen en movimiento lo que confiere entereza y plenitud al retrato más limitado del pintor y del fotógrafo. Los portraits de Joan Logue son el más claro y cautivador modelo de imágenes en vídeo, limpias, desnudas, sin manipulación alguna. Logue no necesita de momento pedir ayuda a los efectos especiales electrónicos porque el suyo es un proceso de comunicación transparente e ingenuo.
La autora norteamericana presentó en San Sebastián seis cintas de vídeo en seis monitores situados en batería que ofrecían simultáneamente la imagen permanente en plano fijo y en color, en silencio de los rostros, entre otros del músico John Cage, de la propia artista abrazada a su madre y de dos vendedoras de pan.
Los rostros de los modelos de Logue son retrato decorado a la vez, única escena del programa, del que van emergiendo emociones, sentimientos, reacciones imprevisibles de los retratados, cuya única regla de juego es mirar siempre al objetivo de la cámara durante más de una docena de minutos y en el mismo plano.
La intimidad y sus respuestas
Aflora poco a poco en ello lo que llevan en el alma y el espectador va violando las intimidades de los retratados. Así el músico John Cage aparece tenso al principio forzado; sonríe más tarde; guiña los ojos, mueve ligeramente el rostro hasta ponerse nervioso. Reacciones todas ellas que transfieren al espectador respuestas, como reflejos evitables, e incomodidades análogas a las que ve en la pantalla, como cuando dos personas se quedan mirándose sostenidamente a los ojos mucho tiempo.
Una de las panaderas permanece rígida mientras la otra se distrae de vez en cuando. Joan Logue y su madre están abrazadas en el retrato, pero, al pasar el tiempo, llegan a llorar y a secarse mutuamente las lágrimas para volver a recobrar la calma.
La aparente estupidez de estos Retratos es demostración del talento y sensibilidad de Joan Logue, que aportó así al festival una de sus producciones más interesantes. Está claro que ni las palabras ni la sola fotografía o pintura pueden explicar lo que son estos Retratos en el tiempo que poseen una fuerza e intensidad que sólo puede darles la duración de la imagen. Retratos que parecen terreno privilegiado para el vídeo ya que ni la televisión ni el cine comercial pueden permitirse esta experiencia.
Logue se dedica casi exclusivamente a esto. Lleva realizados desde 1973 unos 600 retratos de artistas plásticos, compositores, intérpretes, madres e hijas, enamorados, gentes del barrio. Le gustaría colgarlos a todos un día en una galería con 600 monitores pegados a la pared para que los vea todo el mundo. Está convencida de que un día no lejano podrá pasarlos a hojas de cristal líquido y a discos de láser.
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