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El Festival Internacional de Cine de San Sebastián

Polémicas proyecciones de 'Oficial y caballero', de Hackford, y 'Coup de torchon', de Tavernier

El equipo de Luis Gasca intenta recuperar el carácter de competición

ENVIADO ESPECIALLa película norteamericana Oficial y caballero, de Taylor Hackford, fue recibida con una gran división de opiniones, con predominio de pateo, mientras que el público tampoco se ponía de acuerdo, en el tercer día del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, en valorar el filme francés, proyectado también en la sección oficial, Coup de torchon, de Bertrand Tavernier. De forma paralela al certamen, comenzaron las sesiones del Festival de Vídeo, con discusionesabiertas sobre este medio que va a provocar nuevos planteamientos de la cultura audiovisual, sobre todo en el cine y la televisión.

Mientras la vieja Donostia suda envuelta en una tórrida calma chicha, insólita en estas latitudes, en el nuevo festival de San Sebastián han comenzado a levantarse algunas borrascas, que hacen abrir los ojos, ya soñolientos, de los festivaleros. Entre ellos está el viejo y gran actor norteamericano Van Johnson, que da la nota por una serie ininterrumpida de aspavientos, muecas y carcajadas, ya que se pasa el día montando un curioso número circense allí por donde pasa. Unos dicen que este legendario actor lleva el histrionismo en la sangre. Otros, en cambio, aseguran que lo que lleva en la sangre es otra cosa más fácil de embotellar que el histrionismo. La primera polvareda la levantó el prúner filme norteamericano proyectado en las galas del Victoria Eugenia: Oficial y caballero, de un tal Taylor Hackford. Venía este filme adornado con una oscura aureola de película agresiva e insolente. Se proyectó y durante y después de la proyección, provocó los primeros pateos, no muy numerosos pero sí bien sonoros, sobre los venerables talones y las oquedades de los estucos del teatro Victoria Eugenia:No fue uno de aquellos pateos memorables de antaño, pero, provocó no obstante el contraataque de los ovacionadores profesionales del patio de butacas, y así se entabló otra vez el debate entre manos y pies que sigue siendo la sal de estas ceremonias, su pequeño indicio de que hay vida por debajo de la piel de hipocresía que las recubre.

Oficial y caballero, al parecer, está produciendo dinero a espuertas en los Estados Unidos, cosa que no quiere decir nada porque allí los vendedores son capaces de vender masivamente películas de calidad ínfima.

Reguero de morbosidad

Las ágiles y poderosas distribuidoras norteamericanas ya han creado alrededor de este filme un reguero de morbosidad que alude a su supuesto carácter machista, y reaccionario, y lo lógico es que este reguero se extienda por Europa rápidamente. Lo malo es que bajo el gusanillo de esta propaganda negra, se esconde un filme rutinario, trucado, muy hábil y plagado de plagios de antiguos filmes de Hollywood y que con proporciones de parasitismo sigue la corriente nostálgica hoy tan en boga, que consiste en llenar con viejos recursos de viejas películas las carencias actuales del cine de los Estados Unidos.Todo está en él amañado y prefabricado como un mal guiso de una mala cocina, que la simpática presencia del actor David Keith no ha conseguido hacer digerible. Mal síntoma para el festival de San Sebastián que esta nadería sea por el momento su película de escándalo.

Tras uno de los habituales caramelos soviéticos, titulado Nasdditsa po pria moi, de Sergei Soloviev, llegó otro filme con fuerza de choque, Coup de torchon, dirigido por el francés. Bertrand Tavernier. Está inspirado en la famosa novela negra norteamericana 1280 almas, de Jini Thompson, y trasvasa la terrible historia del brutal sheriff de una aldea perdida en el Oeste norteamericano en 1917 a un lugar de Africa actual. La división de opiniones ante este filme ha sido menor, sin llegar a diálogo de pateos y palmas. Pero también ha levantado algunos ecos de tormenta, menos virulentos que los del filme anterior.

Contracciones

Otras tormentas adicionales, y de consecuencias potenciales mucho más graves, son los anuncios, casi todos por la dudosa vía del rumor, de que las Comisiones pro Amnistía del País vasco preparan actos políticos testimoniales en favor de los etarras encarcelados dentro de los márgenes del festival. Todavía no se sabe donde estos actos van a comenzar, si es que comienzan, y menos aún como van a terminar, si es que terminan. Estos son los peligros inherentes a las contradicciones de un festival que pretende estar por encima de las propias contradicciones del país donde ocurre.Hay un signo visible de estas contradicciones festivaleras: todo el recinto del Victoria Eugenia ha sido este año adornado por una bateria de banderas blancas en las que se ha grabado la silueta de la famosa Concha, el tradicional premio oficial del Festival de San Sebastián, que no puede conceder desde 1979 por desautorización expresa de la Federación Internacional de Productores de Filmes (FIAPF).

El equipo de Luis Gasca busca insistentemente la manera de recuperar esta perdida condición de festival competitivo y para ello acude a indirectas tan directas como ese despliegue de banderitas blancas con simbólicas Conchas que nadie puede aquí conceder a nadie. Sin embargo, Gasca y su equipo lo tienen difícil, porque a las grandes distribuidoras multinacionales de cine no les interesa la existencia de otro festival competitivo en Europa que no sea el de Cannes, y la imaginación y el tesón poco pueden en este duro mercado contra los intereses de los grandes mercaderes norteamericanos.

Mientras tanto, la parte más rica del festival, es decir, las secciones dedicadas al vídeo, a los nuevos realizadores, a los homenajes a grandes cineastas, que comenzaron barriendo hacia ellas el interés de los asistentes, han entrado en el cauce reposado del trabajo y siguen adelante, sin ser noticia, casi al margen del pintoresco batiburrillo de smokins y pantalones vaqueros que es otro nuevo indicio de esas contradicciones que caracterizan a la sagaz y fuerte personalidad que Luis Gasca y su equipo están dando a la nueva etapa del festival, que se muestra de una forma viva y hacia arriba.

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