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La tardía aparición de la novela criminal retrasa la consolidación de una cultura urbana en España

Conclusiones del seminario sobre narrativa policiaca celebrado en Sitges

Tomàs Delclós

La Universidad Internacional Menéndez Pelayo cerró el pasado fin de semana un seminario en Sitges sobre la novela policiaca. Este seminario ha tenido la simbólica e impensada presidencia de G. K. Chesterton, cuyo desconocido monumento en el paseo Marítimo de Sitges fue visitado por los participantes (véase EL PAIS del pasado viernes). En el curso de los coloquios se llegó a la conclusión, entre otras, de que el retraso de la consolidación de una cultura urbana en España puede estar en el origen de la tardía aparicion de la narrativa criminal, aunque en la actualidad ésta alcanza grandes éxitos de ventas y de popularidad, como el caso de series como las de Ellery Queen, uno de cuyos autores, Frederic Dannay, falleció anteayer en Nueva York (véase la parte inferior de esta misma página).

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Con respecto al descubrimiento del monumento a Chesterton que tanto fascinó a los participantes en el citado seminario, en el archivo histórico de la ciudad se guardan testimonios de las visitas del escritor inglés, creador de un campechano y apostólico sabueso, el padre Brown. Chesterton llegó a Sitges, por primera vez, en mayo de 1926. El novelista regresaría a Sitges en 1928 y 1935, un año antes de su muerte. Cronistas locales aseguran que su escrito sobre san Francisco de Asís surgió tras contemplar extasiado la figura del Poverello, atribuida a Pedro de Mena, conservada en el Cau Ferrat. Sus visitas fueron capitalizadas por los católicos liberales catalanes durante la República. Según el Baluard de Sitges, de 1935, Chesterton se emocionó con las procesiones y le sorprendió ver fieles en los templos, porque la Prensa de su país aseguraba que aquí nadie iba a misa. Chesterton escribió sobre Sitges frases como: "Barcelona es el pueblo más sucio de Europa, y Sitges, la ciudad más limpia del mundo".

Olvido del género

A pesar de todo, Chesterton no sería el tema central del seminario, dirigido por Ricardo Muñoz Suay. En su charla introductoria, Muñoz Suay recordó el tradicional olvido de la crítica oficial del género de novela policiaca.Juan Cueto recalcó el desprecio de los intelectuales académicos, cuyo modelo sigue siendo la novela decimonónica, hacia este trabajo narrativo tan relacionado con la cultura de masas. Cueto situó la tardía polémica española sobre la bondad o maldad del género y previno contra recuperaciones intelectualizadas. Las interpretaciones elitistas recurren sistemáticamente a personajes como Holmes o el padre Brown, olvidando la vinculación de la novela criminal en la literatura popular y el folletín.

Fernando Savater subtituló su charla sobre la novela detectivesca y la conciencia moral con el epígrafe: Ensayo de poética. El filósofo se centró en la novela de misterio a la inglesa. Savater manifestó que no eran unos juegos más o menos complejos de lógica, sino que eran una simbolización dramática de la conciencia moral y la incapacidad jurídica. Todos los personajes de estas novelas tienen motivos para asesinar, todos son sospechosos de querer matar, pero sólo uno realiza el crimen. Lo que descubre el detective es esa voluntad de matar.

Preguntas de Simenon

Guillermo Cabrera Infante basó su conferencia en Poe. A la par que cumplimentaba un bello ejercicio literario y prosódico, Cabrera Infante destacó la contribución básica y fundacional de Poe al género. No sólo soñó que"era el primer detective, ahí está su Arsenio Lupín, sino que justificó la novela policiaca por su específica capacidad de creación poética.Néstor Luján, a pesar de tener a su cargo una descripción de la novela policiaca francesa, inició su conferencia remontándose a los antecedentes, más conocidos, de novela criminal existentes en China, antecedentes que datan del siglo XVII. Las razones históricas de la aparición del género son, a juicio de Luján, básicamente dos: la desaparición oficial de la tortura, que complica las indagaciones, y la organización lógica de la policía. Para Luján, los autores franceses se apartan muy pronto de la novela-problema, a pesar de haber sido sus fundadores. La herencia de la gran literatura folletinesca y las memorias del comisario Vidocq son dos piezas claves para entender el desarrollo del género en Francia. Luján destacó que más de un intelectual francés ha sido tentado por la novela policiaca. Bernanos, Colette y Edgar Faure, sin olvidar el ejercicio parádico de Boris Vian, muestran el menor, recelo existente hacia el género. Por otra parte, en el área francófona existe la figura singular del belga Georges Simenon, cuyo inspector Maigret no sólo se pregunta quién ha cometido el crimen, sino por qué.

Salvador Vázquez de Parga estudió la evolución de la novela policiaca en España. Su aparición es tardía y hasta los años cuarenta no se encuentra una novela popular que incida en la temática criminal y abra el paso a un trabajo narrativo más específico. Mario La Cruz, que publica El inocente, en 1953, puede considerarse como el iniciador de la novela criminal española sin meméticas referencias a la novelística británica o norteamericana. La aparición, en la década de los setenta, de autores como Manuel Vázquez Montalbán, Andreu Martín o Eduardo Mendoza hacen pensar en la futura existencia de una novela policiaca española importante. Durante el debate que siguió a la charla, se apuntó que el retraso en la consolidación de una cultura urbana en España puede estar en el origen de esta tardía aparición de la narrativa criminal. Muñoz Suay recalcó la importancia de Cataluña dentro de esta literatura. Citó la anticipación de la colección La cua de palla, y el atractivo que los bajos fondos barceloneses han tenido para autores como Jean Genet o Mandiargues.

Javier Coma centró su discurso en lo que se llama estrictamente novela de serie negra. Coma definió los elementos que permiten hablar de ella como de un género: aparición de los años veinte, el escritor atiende a la creación literaria y no sólo al acertijo deductivo, es una especialización dentro de la novela criminal, sus autores también están especializados, salvo raras excepciones, y existe en ellos una voluntad de crítica social. El espectro de autores de novela negra va desde el liberalismo de un Chandler al marxismo de los Hammett y Thompson.

El ponente citó dos ramificaciones del género: el hard-boiled, con un protagonista individual, violento y un sentido muy particular de la ética, cuyas peripecias se describen a través de un diálogo cortante que influyó inmediatamente en el cine, y el subgénero duro, en el que el delincuente asume el protagonismo del relato y que, al ser un personaje no profesionalizado en el delito, permite la identificación del lector con él. Este último subgénero ha derivado hacia una psicología criminal, cuyo máximo exponente es Patricia Highsmith.

Claude Benoit hizo un repaso a los detectives aparecidos en la década de los setenta, cuando surgen detectives homosexuales, negros, alguna que otra mujer y, en su mayoría, son tipos más intelectualizados que sus antecesores.

Josep María Castellet trató de la incidencia en la literatura de la corriente policiaca. Este género sufre un cambio a partir de la crisis económica de 1929. La mera narración analítica deja paso a contenidos de crítica social, se vulgariza la figura del investigador y se introducen contenidos éticos ausentes anteriormente.

Vázquez Montalbán analizó la narrativa de Leonardo Sciascia. El creador de Carvalho considera que el novelista italiano instrumentaliza la novela policiaca para exponer sus tesis en una línea que le acerca a la tradición de los escritores de la ilustración, aunque con menos convencimiento hacia el papel revolucionario de la literatura. Sciascia, según Montalbán, elabora un discurso sobre el poder del Estado, al que no niega, pero le pide una eticidad imposible. El autor corresponsabiliza a la democracia cristiana, por activa, y al PC italiano, por pasiva, de la paralización histórica de Italia. Montalbán propuso una interpretación del pensamiento de Sciascia, según la cual el autor de El caso Moro carece de un elemento para la comprensión del mundo: no incorpora el concepto de lucha de clases.

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