_
_
_
_
Tribuna:La presencia española en la Mostra de Venecia
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

'Vida / Perra, imagen y sociología de la soledad

Vida / Perra, la película de Javier Aguirre basada en la novela de Angel Vázquez La vida perra de Juanita Narboni, a pesar de ser la crónica de una solterona, no tiene nada que ver con un filme sociológico. De lo que se trata en ella es de una peregrinación verbal en pos de esa última estancia de la vida que es la soledad. La soledad conduce a la locura, o quizá la soledad proviene de la locura. Es igual. La cuestión estriba en que Vida / Perra es la historia de una soledad y no el caso clínico de un desequilibrio mental. Los dos grandes temas de la literatura han sido siempre, además del amor, la soledad y la muerte; pues bien, en este sentido, la película de Javier Aguirre es esencial, va al fondo de las cosas desde un presupuesto de sobriedad absoluta, jugándowe1 todo por el todo.¿Cómo describe Aguirre este camino de la soledad? De manera estricta, sin doblegarse nunca. Juanita Narboni, único personaje de la película, siente una inclinación subterránea hacía la muerte. Una atracción morbosa que se traduce, entre otras cosas, en una predilección por los cementerios, por más que éstos sean limpios y soleados. Lo que hace Juanita es dar vueltas alrededor de sí misma, fabricarse recovecos y círculos concéntricos para que su viaje dure más y le permita un mayor regodeo. Así, Vida / Perra es una obra redonda, circular. Lo que sí está claro es que la película de Javier Aguirre es de largo recorrido: el camino de la soledad, que no es otro que el de la muerte.

Más información
Atención y frialdad ante el último Fassbinder

Juanita Narboni se ofrece, única, en sus peculiares juegos, en los que implica a los habitantes de la casa deshabitada, el padre, la madre, la hermana. A lo largo del trayecto, los habitantes van evaporándose, inclusive los comparsas de última hora que nos sirven para progresar en la ruta fantasmagórica. Y es que, como dice Unamuno, "la absoluta, la completa, la verdadera soledad consiste en ni estar ni aun consigo mismo". Este es el auténtico final. Por eso Juanita va abandonando a los seres que la acompañan hasta quedarse sola, hasta que sus propias palabras le van fallando y la casa se desmorona sobre ella. De esta forma, Juanita Narboni se pierde a sí misma, su identidad, justamente cuando desesperadamente advierte que en su memoria se ha borrado el rostro de la madre. Juanita ha terminado perdiendo la memoria, ha llegado el fin.

Dédalo de personajes

Quizá lo más impresionante de esta película sea la interpretación de Esperanza Roy. No es cuestión de hablar aquí de métodos interpretativos. Más vale resaltar que lo que Esperanza interpreta no es un personaje, sino un dédalo de personajes en un extraño festín, en el que hay dudas sobre la existencia de unos y de otros. Es más, la actriz no encarna unas acciones externas: desarrolla, en un insólito espectáculo, unas vivencias internas sin más utensilio que la palabra. Sólo la palabra para permanecer en pie y únicamente la palabra para que todo vaya desmoronándose en una atmósfera inactiva.

Hay que decir, en rigor, que el protagonista de esta película es la palabra (no el texto), independiza da de la novela original. La palabra se hace autónoma, cobra entidad propia y condiciona la tecnología de la interpretación y de la dirección. ¿Cómo decir que esta es una palabra cinematográfica? No estamos ante un ejercicio literario ni en presencia de un bello resucitado. La palabra de Vida perra es genéricamente cinematográfica, así está encarnada; imagen y palabra son la misma cosa.

La base de la interpretación de Esperanza Roy reside en que no trata de sentir un texto al estilo convencional. Aquí parece en cada momento estar siendo la autora de cada palabra, la generadora de frases, ritmos, espacios.

Es esta una interpretación de rostro. Prácticamente se nos instala desde el comienzo en el rostro de Esperanza Roy, incluso cuando la vemos de cuerpo entero. Pero todos los encuadres conducen a su rostro como si éste fuera el espacio propio de la película. Así, el festival de ambigüedad que es este filme queda maravillosamente reflejado en el semblante múltiple de la actriz. No hay aspavientos, dislocaciones del dramatismo; todo es sereno, modesto, cada rictus, cada visaje; las violencias van en profundidad, los diferentes rostros se suceden a sí mismos casi sin que nos demos cuenta.

Por otro lado está el tiempo, para que su sutil juego de espejos ponga las cosas más difíciles. Si hasta ahora he concluido que Juanita Narboni vive rodeada de habitantes en una casa deshabitada, y que está en cuarentena su propia identidad, desde el punto de vista temporal, la relación pasado/presenté adquiere tales contrastes que a veces parecen destruirse mutuamente. La palabra no ayuda a clarificar. La. utilización de un presente engañoso secuestra las posibilidades de pasado y futuro.

Una obra de pareja

Esta película, tan anticonvencional por tantos conceptos, es una obra de pareja. Aquí no hay comunidad, sino una relación entre creador y criatura, cuyas respectivas existencias se condicionan mutuamente.

En apariencia, la realidad de uno supone la desaparición del otro. Da la impresión de que el creador-director se ha esfumado voluntariamente para que todo el campo sea ocupado por el trabajo de la intérprete. Esta complicada asunción de papeles es de gran trascendencia, porque condiciona la dirección de la película desde el punto de vista técnico.

Todas estas observaciones, naturalmente, no dejan de ser sino metáforas para mostrar de qué manera el director, además de creador, es providencia, y paradójicamente no sólo no abandona a su criatura, sino que está sobre ella de manera total y contumaz. Lo que ha querido el director con su ocultamiento es resaltar el valor del personaje para que Vida / Perra aparezca al ciento por ciento como un filme de interpretación. Insisto en la sabiduría del director al saberse esconder, sin perder en ningún momento el control y ajustando lo que hubo en su cabeza con lo trasladado a la realidad de Juanita Narboni.

Por eso hablaba antes de pareja. La reciprocidad de ambos trabajos es tan evidente que, si no fuera por pudor, habría que referirse a la síntesis hegeliana para explicar cómo dos fuerzas opuestas se atraen para conseguir un algo nuevo, producto o cosa artística llamada Vida/ Perra.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_