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La contaminación y la burocracia amenazan a la catedral de Bruselas

La catedral medieval de Bruselas corre peligro de ruina debido a la contaminación y a la burocracia que retrasa la reparación. El blanco monumento empezado en el siglo XIII y terminado en 1470 tuvo que ceder el privilegio de la celebración del Te Deum de la fiesta nacional belga del pasado 21 de julio ante la amenaza de derrumbe parcial de la techumbre.

Se calcula que la contaminación afecta al 60%de las piedras calizas de la fachada y naves y al 80% de las balaustradas y esculturas exteriores. Desde el 22 de octubre de 1981, la nave central está cerrada al público y una gran red de nailon protege a los turistas que visitan las naves laterales de la posible lluvia de piedras podridas.

Durante los últimos siete siglos, la catedral de San Miguel, anteriormente colegiata de San Miguel y Santa Gudula, estaba protegida por una capa de sarro fórmado alrededor de las piedras calizas por la frecuente lluvia de Bruselas. Los humos de los vehículos y de la calefacción forman en contacto con la lluvia ácido sulfuroso, que muerde el sarro y penetra en los bloques de piedra. Desguarnecidas de su capa protectora, las piedras sufren los rigores de las heladas y el agua las hace estallar al penetrar en los poros y transformarse en hielo en el invierno.

También sufrió el vetusto edificio por la construcción subterránea del Metro y el enlace ferroviario que atraviesa Bruselas de punta a punta. Desde que se decidió cerrar parte del templo a los 600.000 turístas que lo visitan al año, la Prensa belga se recrea en cábalas sobre el retraso de las operaciones urgentes.

Un informe de la Inspección de Finanzas señalaba hace unos días que no se podían empezar los trabajos de restauración hasta que no se supiera de quién dependía la catedral. Desde las primeras restauraciones de 1951, la catedral se convirtió en un edificio en permanente estado de limpieza y cuidado hasta 1972.

Embrollo administrativo

Al comprobar la gravedad del estado del edificio, el Estado aprobó en 1980 un plan de emergencia de seis millones de dólares, que siguen encerrados en las cajas del Estado. Con esta suma se calcula en 50 millones de dólares (5.000 millones de pesetas) el costo total de las reparaciones desde 1951, en que aparecieron los. primeros síntomas del "cáncer de la piedra".La burocracia se ha aliado a la contaminación y el Gobierno acaba de decidir resolver el embrollo administrativo en el plazo de tres meses para evitar la ruina del edificio. El Ministerio de Trabajo se encargará de proceder a los trabajos decididos por la ciudad de Bruselas y por la provincia de Brabante, pero antes debe dilucidarse a quién pertenece el edificio. El Estado y la ciudad quedan excluidos y parece que la catedral es compartida por las provincias de Brabante y de Amberes, al quedar en la sede arzobispal de Malinas-Bruselas, extendida en ambas.

Sólo falta que entre ellas lleguen a un acuerdo con las autoridades de la región de Bruselas, que todavía no es autónoma, con las autoridades municipales y con el Estado para que empiecen las obras para salvar este edificio de 110 metros de largo y de 69 de altura.

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