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LA CAIDA DE PUERTO ARGENTINO

Euforia en Londres por la victoria

Andrés Ortega

La noticia de la victoria británica en las Malvinas produjo anoche euforia en Londres. Las fuerzas británicas -triunfadoras tras su última ofensiva- y las argentinas declararon ayer una tregua de hecho en la batalla de Port Stanley. Banderas blancas ondeaban en la ciudad, anunció la primera ministra, Margaret Thatcher, ante una Cámara de los Comunes henchida de satisfacción, y explicó que se estaban llevando a cabo negociaciones para la rendición de la guarnición argentina en la totalidad de las islas Malvinas entre el general Menéndez, gobernador argentino del archipiélago, y el general Waters, segundo comandante de las fuerzas británicas.Setenta y tres días después de la invasión argentina de las islas y veinticuatro días después del desembarco británico en San Carlos, las fuerzas británicas habían logrado un indudable triunfo militar.

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La jornada de ayer se caracterizó por una nueva ofensiva británica que llegó hasta las primeras casas de Port Stanley. A las 23,15 (hora de Madrid) Thatcher hizo su declaración ante una Cámara de los Comunes que no se tenía de orgullo.

"Se ha ordenado a nuestras fuerzas que no disparen salvo en defensa propia", declaró la primera ministra, añadiendo que las conversaciones entre los dos comandantes versaban sobre "la rendición de las tropas argentinas en las islas Falkland occidental y oriental", es decir, incluída la guarnición de Bahía del Zorro. La primera ministra no se conforma con menos. Tampoco la Cámara de los Comunes, que rugió con satisfacción.

El alto el fuego a que se ha llegado de hecho no es "incondicional", insistían ayer fuentes oficiosas del Ministerio de Defensa. Es más bien una tregua.

Estas fuentes indicaron que en sus conversaciones los dos comandantes acordaron detener los combates, manteniendo cada parte las posiciones que controlaban en ese momento.

Esta mañana se pondrán en práctica los acuerdos logrados sobre la capitulación argentina, que comprenderían un alto el fuego formal, la rendición y desarme de las tropas argentinas y la modalidad de su repatriación.

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Londres optó por negociar la capitulación argentina frente al deseo de los jefes militares de conseguir una victoria arrolladora

Viene de la primera páginaTras este primer éxito, Jeremy Moore, comandante de las tropas británicas en tierra, decidió seguir adelante y los argentinos se retiraron cuando nuestras fuerzas alcanzaron las afueras de Port Stanley. Un gran número de soldados argentinos arrojaron sus armas" señaló la primera ministra.

El ministro de Defensa Jhon Nott había revelado por la tarde que las fuerzas británicas habían lanzado una nueva ofensiva en la noche del domingo desde los altos que habían conquistado 24 horas antes. Ayer por la mañana las fuerzas del general Moore estaban en control de los montes de Tumbledown y William, al suroeste de Port Stanley, y de la loma de Wireless, al noroeste, a poco más de tres kilómetros de la capital, sobre la que los argentinos se replegaron, retirándose en desorden.

Superan la línea Galtieri

"Nuestras fuerzas siguieron avanzando para explotar su éxito", explicó Nott. Se entiende que las tropas británicas -6.000 hombres según fuentes oficiosas- lograron superar la llamada línea Galtieri que defendía la capital. Estas mismas fuentes indicaron que tras las operaciones del viernes y de la noche del domingo, se preveía una tercera fase de la ofensiva, tras consolidar las posiciones ganadas. Moore insistió en seguir adelante. Había habido un contraste de pareceres entre Moore y el gobierno en Londres, indicaron fuentes informadas. Moore quería arrollar. El gobierno, consciente de las consecuencias internacionales que podía acarrear una operación desenfrenada, prefirió buscar una salida moderadamente honorable para las fuerzas argentinas.

La agencia británica Press Association informó que el general Benjamín Menéndez había solicitado asilo a las fuerzas británicas, temeroso de las responsabilidades que se le pudieran exigir en Buenos Aires por la derrota.

Rendición total

Londres espera ahora la rendición total de estas fuerzas. Indudablemente, el gobierno británico busca una solución definitiva al problema de esta guerra. No se trata solamente de ganar la batalla de Port Stanley para que después los argentinos inviertan la máxima de Clausewitz y digan que la política es la continuación de la guerra con otros medios. Pero como dijo Benjamín Franklin, no hay guerra buena ni paz mala.

Ayer era día de triunfo en Londres. El líder laborista Michael Foot se levantó tras la declaración de Margaret Thatcher para felicitar al Gobierno y a las fuerzas armadas. Foot avisó, sin embargo, que en los próximos días plantearía preguntas que no han quedado contestadas sobre los orígenes de la crisis. "Pero comprendo las ansiedades y presiones" a las que se ha visto sometida la primera ministra "y por ello quiero felicitarla".

La primera ministra había reunido por la mañana a su gabinete de crisis para examinar la situación. Un tema proominente de la discusión, indicaron fuentes informadas, fue el futuro de las islas. Londres está ahora considerando el transformar el archipiélago en un protectorado británico para reducir así su estatuto colonial. Londres sería responsable de la política exterior y de la defensa de las islas. Este último punto puede socavar la fuerza militar que Gran Bretaña pone a disposición de la OTAN, como indicó Tatcher en la Cumbre Atlántica de Bonn, y plantea problemas económicos para el Tesoro. Pero estas son cosas para el futuro.

Errores argentinos

Mirando al pasado, se pueden apreciar los grandes errores militares argentinos. El primero, no preveer la contundente respuesta británica. El segundo, no prepararse suficientemente durante las varias semanas que dispuso antes del desembarco británico. Cuando este llegó, el 21 de mayo en San Carlos, Argentina regaló 36 horas a las fuerzas británicas que pudieron consolidar sus posiciones. Desde entonces el desenlace estaba claro. Aunque no los costes.

La guerra ha costado mucho a Gran Bretaña. 200 muertos -sin contar los que podían haber fallecido en las últimas operaciones-, cuatro buques hundidos, un barco mercante a pique, once buques dañados y varios aviones y helicóptero derribados. Más le ha costado a Argentina. Pero, desde el torpedo contra el cruzero argentino Belgrano y el hundimiento del destructor británico Sheffield, se impuso la lógica de la sangre y de la guerra sin cuartel.

Si algunos pensaron al principio que con los primeros muertos británicos se derrumbaría la unidad del Reino Unido en esta guerra, era un error. El país ha logrado en esta crisis recobrar la confianza en sí mismo y en el futuro. Es difícil de precisar cuánto durará esta confianza y el delirio de la victoria. ¿No fue Niesclite el que dijo que las guerras dejan al vencedor estúpido y al vencido vengativo?.

Londres y Buenos Aires habían acordado ayer, a iniciativa del comité internacional de la Cruz Roja, la creación de una zona, neutralizada en Port Stanley donde pudieran encontrar refugio los civiles y los heridos. La zona cubría una superficie de unos 20.000 metros cuadrados en torno a la pequeña catedral de Curist Church, uno de los pocos edificios de piedra. Se estimaba que unos, 600 civiles se encontraban en la ciudad y Londres había reconocido la posibilidad de que hubieran muerto dos de ellos durante el bombardeo del viernes.

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