La polémica lingüística se usa en Valencia para "aislar a la inteligencia", según Joan Oleza
El decano de Filología denuncia a "determinados centros de poder"
Joan Oleza, decano de la facultad de Filología de Valencia, ha decidido denunciar el intento por parte de "determinados centros de poder valencianos" de utilizar la polémica sobre la lengua autóctona para "privar de apoyo popular a la inteligencia, hasta convertirla en una clase ilustrada aislada e inútil, en el contexto de un pueblo que está al margen de ella". Este problema ha sido uno de los más debatidos en los actos que se han celebrado en la facultad de Filología de Valencia como conmemoración del cincuenta aniversario de las normas ortográficas de Castellón, acordadas en 1932 por el grupo de intelectuales valencianos y que supusieron la aceptación de la ortografía catalana de Pompeu Fabra con ligeras variantes.
Oleza fue elegido para ocupar el cargo de decano de Filología que ocupaba el lingüista Manuel Sanchís Guarner, tras el reciente fallecimiento de éste. Joan Oleza es catedrático de lengua española y tiene publicadas dos novelas, La mansión roja, en castellano, y Tots els jocs i tots els Jugadors, en catalán.Pregunta. A los cincuenta años de las normas de Castellón, ¿cuál es la situación lingüística en el País Valenciano?
Respuesta. Es muy difícil comprender desde fuera del País Valenciano. No es lo que está realmente ocurriendo, porque las cosas no se pueden contemplar "en directo", sino a través de la ideología, en contra de sus intereses objetivos. Dentro de eso hay que explicar por qué se movilizan las masas para celebrar la aprobación de una ortográfica, por qué la universidad ha puesto tanto énfasis en la conmemoración de una ortográfica. Estamos movilizando las masas por las normas de Castellón, porque en ellas vemos la supervivencia de una lengua y una cultura. La reivindicación de una ortografía se convierte, por un lado, en la reivindicación de una identidad, la catalana de la lengua: al margen, por supuesto, de que nosotros seamos valencianos y no catalanes. Esa lengua, separada de su contexto catalán, está condenada a morir en un cuarto de siglo, porque estaría separada de su ámbito literario y de hablantes. La reivindicación de las normas ortográficas lo es hoy también del papel de la cultura, de la ciencia y de la universidad en una sociedad.
P. Pero ello es así, probablemente, porque ha habido intentos de imponer nuevas ortografías.
R. Efectivamente, en el País Valenciano algunos centros de poder muy caracterizados, especialmente dos diarios, han tomado como objetivo el descrédito de la Universidad y en general de los intelectuales y de la cultura del País Valenciano como paso previo para una fascistización de nuestra sociedad. La Universidad en este caso se convierte en símbolo, y así lo asumimos, de la lucha contra unos poderes políticos y económicos que están dispuestos a utilizar la barbarie con fines electorales. La publicación masiva en esa Prensa de cartas y artículos que descienden frecuentemente, al ataque personal ha tenido como resultado en estos últimos cinco años un ataque permanente a la libertad de expresión.
P. Sin embago, las normas ortográficas de Castellón son utilizadas por la práctica totalidad de los intelectuales valencianos.
R. La historia está llena de casos de confrontación de una verdad ampliamente aceptada y asumida por la inteligencia con el poder. El caso de Galileo es paradigmático. Aquí tenemos los de Sanchís Guarner o Joan Fuster como ejemplos de que decir la verdad es exponerse a las bombas. Ello quiere decir que, por una serie de situaciones anormales y que probablemente son muy específicas del País Valenciano, el poder no ha aprendido a asimilar a la inteligencia. Cuando los intelectuales utilizan unas normas y el poder, desde la Consejería de Educación, pretende utilizar una nueva ortografía llena de acentos, ello significa que el poder no respeta el trabajo de la inteligencia, sino que además va en contra.
P. No parece probable, con todo, que los intelectuales vayan a abandonar las normas de Castellón para adoptar nuevas ortografías.
R. Desde luego, porque lo que no pueden hacer los separatistas lingüísticos es crear desde cero una ciencia, un periódico, alternativas que sustituyan a la inteligencia actual. Lo que sí pueden hacer es privar de apoyo popular a la inteligencia hasta convertirla en una clase ilustrada, aislada e inútil en el contexto de un pueblo que está al margen de ella. Y eso es lo que están intentando.
P. ¿Y lo han conseguido?
R. No, claro, y es en ese marco en el que se inscribe la conmemoración de las normas de Castellón. Desde el punto de vista meramente lingüístico, el separatismo no tiene bases filológicas verosímiles.
P. En este contexto conviene recordar que recientemente ha sido aprobado por el Congreso de los Diputados un texto de Estatuto de Autonomía valenciano, en el que se dice, con cierta vaguedad, que "los dos idiomas oficiales de la comunidad autónoma son el valenciano y el castellano". ¿Qué opinión le merece esta formulación?
R. Yo creo que no supone nada pero todo va a depender de quien mande. El Estatuto tiene una única cosa positiva, que más bajo no se puede caer. Todo lo que se puede hacer será siempre más. La normativa legal queda al arbitrio de quien gobierno y, por tanto, el que la lengua de los valencianos vaya a ser estudiada en EGB y bachillerato. Es muy dudoso comprobar que en estos años en que la Consejería de Educación ha estado en manos de la UCD anticatalanista, el proceso de educación no sólo no ha avanzado ni un solo paso, sino que ha retrocedido con prohibiciones explícitas. Eso no quiere decir en absoluto que la UCD como partido haya de ser necesariamente contraria a la normalización de la lengua, sino que media docena de señores, que han dominado el aparato de UCD en los últimos años, han hecho de la obstaculización de la lengua un instrumento electoral.
P. ¿Cuál es la situación actual del valenciano en la universidad?
R. En toda una serie de facultades, el valenciano, ya de utilización normal por la actitud del profesorado y, sobre todo, por los estudiantes, que cada día vienen más convencidos de que su lengua es digna de hablarse y de utilizarse para estudiar, escribir y leer. No ocultan la lengua, como hace unos años, sino que la reivindican. Es un proceso irreversible.
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