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Continua la guerra en el Atlántico sur

El conflicto de las Malvinas ha reforzado a la 'dama de hierro'

Andrés Ortega

Margaret Thatcher entró en el número 10 de Downing Street, la residencia oficial de los primeros ministros británicos, el 4 de mayo de 1979. Hoy, tres años después de estas elecciones generales, los debates económicos que tanto han dominado el debate político de los últimos tiempos han pasado a un segundo plano. La dama de hierro se ha visto reforzada, por el momento, por un conflicto a 13.000 kilómetros de Londres: las islas Malvinas.En un primer momento, la invasión argentina del 2 de abril puso en peligro al Gobierno Thatcher, provocando la dimisión del jefe de su diplomacia, lord Carrington. La rápida y decisiva reacción británica ha mejorado repentinamente la imagen de Margaret Thatcher.

Una encuesta realizada el viernes pasado por Mor¡ para The Sunday Times muestra que los conservadores están a la cabeza con un 43% de los votos, seguidos por los laboristas (30%) y por la alianza liberal- socialdemócrata (25%). A principios de abril, cuando se desencadenó la crisis, los conservadores sólo contaban con un 33%. Hoy, 7 de cada 10 adultos se muestran satisfechos con la línea seguida por el Gobierno.

Si tiene éxito -cualquiera que sea el significado de esta palabra- en las Malvinas, Margaret Thatcher podría verse muy tentada a convocar unas elecciones generales anticipadas, que la confirmarían en su puesto por cinco años más. Un fracaso también podría llevar a unas elecciones. La opinión pública está volátil, y la misma encuesta mostraba que un 60% de los británicos no están dispuestos a aceptar la pérdida de vidas británicas para recuperar unas islas cuyo futuro, para un 72% de los encuestados, debe tener en cuenta los intereses británicos globales, no sólo los de los habitantes de las Malvinas.

Los conservadores en su creciente popularidad han mordido sobre la alianza liberals ocialdemócrata -la gran novedad en el panorama político del pasado año- beneficiando de rebote al Partido Laborista, que se mantiene estable en las encuestas. No es sorprendente que el líder laborista, Michael Foot, haya rechazado la reunión confidencial de jefes de partidos políticos ofrecida por Thatcher para debatir esta crisis. Foot duda sobre la sensatez de un ataque británico antes de que se hubieran agotado las vías diplomáticas. Foot quiere mantener su libertad de crítica, mientras los liberales y socialdemócratas, que padecen de coalicionitis, necesitan de estos foros colectivos para que su voz sea escuchada.

En este sentido, la crisis de las Malvinas ha devuelto la política británica a su tradicional molde bipartidista, de nuevo, por el momento. El 6 de mayo se celebran elecciones municipales en Inglaterra y Gales. Los resultados serán significativos.

Se puede haber notado estos últimos días, desde el regocijémonos que siguió a la reconquista de la isla de Georgia del Sur, que Margaret Thatcher, más decidida en sus acciones, use palabras más comedidas y menos beligerantes, sin duda aconsejada por su entourage. Thatcher ha introducido un nuevo estilo en la vida política británica. Su carácter, aparentemente inflexible, ha servido para adoptar una rígida actitud ante los problemas reflejada en unos discursos sencillos, repetitivos y directos. Ya sea contra los traba adores de la British Leyland, ya sea contra los huelguistas de hambre en Irlanda del Norte, la dama de hierro siempre se ha salido con la suya. Una excepción: los mineros, el único grupo de presión ante el que ha cedido Thatcher, sin duda recordando lo que le ocurrió en 1973 al primer ministro conservador Edward Heath.

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En la presente crisis, Margaret Thatcher parece encontrarse a sus anchas. Goza de las acciones decisivas. Tiene el derecho internacional de su parte, y se ha erigido en defensora de la democracia. (En este sentido convendría recordar que fue ella, de los líderes occidentales, la que condenó con más fuerza el aún no fallido golpe de Estado en España en la mañana del 24 de febrero.)

Las consecuencias del conflicto son aún más difíciles de predecir. John Nott, ministro de Defensa está tocado, y con él la política de gastos militares en el Reino Unido. Francis Pym, al ocupar la cartera del Foreign Office, ha bebido una copa envenenada.

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