Los toros de Samuel, buenos para el carnicero
ENVIADO ESPECIAL Los toros de Samuel tenían un muermo. Quiere decirse que permanecían en estado crepuscular y, cuando no, se comportaban como idos, lunáticos o alobados. Para lidia no valían. Para carne, sí.
Su problema no era la mansedumbre -que la tenían-. Siempre en la fiesta hubo toros mansos, los cuales, a pesar de tan negativa característica, dan emoción y tienen su lidia.
Toros distraidos, sin acometividad
Plaza de Sevilla
28 de abril. Quinta corrida de feria.Toros de Samuel Flores, grandes, cortos, descastados e inútiles. Antoñete: media estocada caída (división de opiniones). Media tendida y otra media estocada (aplausos y salida al tercio). Paquirri: estocada perdiendo la muleta, descabello, aviso y dos descabellos más (silencio). Pinchazo y estocada caída (pitos). Tomás Campuzano: bajonazo (vuelta con algunas protestas).Estocada delantera baja (aplausos).
(Esta es una de las distinciones primarias del toro de lidia: el bravo, acomete; el manso, se defiende. Para más detalles, el Cossío, esa obra de tanta importancia cultural de la que ya hemos hablado ampliamento en estas página y con cuya presentación comenzó prácticamente esta feria en Sevilla. Por cierto, la obra se presentará en un restaurante de Madrid el próximo 6 de mayo, aunque aún se desconocen cuáles serán los presentadores, que en Sevilla fueron escritores y taurinos de fama, reunidos en tomo al acto organizado por Espasa.Observe, a título de ejemplo, cómo se comportó el cuarto de la tarde, astigordo y escobillado por más señas: después de tomar por las malas unos naturales excelentes de Antoñete, dio tres brincos y se fue a chiqueros. Allí le citó de nuevo el torero. El toro avanzó poquito a poco hacia el engaño y cuando iba a llegar, dio media vuelta y se fue para el lado contrario. Consiguen tan insólito número los charlores (el bombero Torero, Llapisera, Eduardini y sus enanitos, etcétera, y se hacen de oro).
Distraídos, sin acometividad, pululando por ahí, no eran capaces de reaccionar al castigo (ni a nada), lo mismo que si los hubieran anestesiado. Toros de carne, decíamos; o toros llevados al Nirvana por siniestra mano (quizá no tan siniestra, desde el punto de vista animal), que todo pudiera ocurrir.
Toros para desesperación del público, sin lucimiento alguno para los toreros. Toros grandotes, gordotes, a los que les palpitaban los solomillos bajo la piel, diciendo "comedme".
Toros romos, con algún escobillado, aunque el quinto fue galán de trapío, disparatada cornamenta vuelta e impresionantemente astifino.
A este toro no lo quiso banderillear Paquirri. Ni hablar de tener que asomarse a semejante balcón, que daba vértigo. Ni al otro tampoco lo, quiso banderillear, de lo cual debemos felicitamos todos los que estuvimos en la plaza, presenciando el festejo.
Cuando Paquirri se inhibe en banderillas, lo cual sucede rara vez, es una grata sorpresa; una golosina. para el paladar de los aficionados que, pues lo son, saben qué es banderillear de verdad.
El obsequioso y atlético torero Paquirri, que en la feria de Sevilla tiene un cartel enorme, se asustó cuando los pitonazos del quinto toro le centellearon cerca del corbatín en un derrote durante los pases de tanteo, y entró a matar rápido.
Al segundo de la tarde, de temperamento asnal, lo molió a derechazos, tan superficiales como suele darlos, y no consiguió encelarlo.
La presencia de Antoñete
Pero había en la tarde un torero de categoría. Estaba allí Antoñete, con sus años, con su mechón cano, con su aplomo y con su torería, que nos permitió saborear algunos detalles de la tauromaquia más pura y aromática Por ejemplo, cuando recibía a las reses en los medios y les echaba el capote abajo. Por ejemplo, en las dobladas hondas.Con el que abrió plaza, de bronquedad manifiesta y que punteaba, estuvo sobrio y breve. A destacar los cites a distancia, dejándose ver, y un exquisito cambio de mano por delante. En el cuarto (el de la media vuelta, ar), no encontró el temple con la derecha, pero con la izquierda cuajó una tanda de naturales valientes, mandones y perfectamente ligados, que provocaron la más encendida ovación.
Campuzano, torero con ganas
Tomás Campuzano, un torero con ganas de llegar a figura y condiciones para lograrlo, toreó bien a la verónica, por chicuelinas y por rogerinas; puso el alma en el toreo en redondo y al natural, instrumentó magníficos ayudados, un trincherazo solemne, apretados pases de pecho.Pero con aquel género comestible crear arte habría sido milagro en esta y en cualquier tarde.
El sexto incluso rodaba por la arena. No es que se cayera; es qué se tumbaba. Al parecer, en el Nirvana se está mejor tumbado. Lo sabían esos toros de Samuel, presentados ayer tarde en esta feria de Sevilla.
Ya no lo saben, pues a estas horas los tiene pelados y colgados de un gancho el carnicero. Por ahí se debió empezar.
Babelia
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